Las flores lascivas que crecen en las manos son un buen argumento para la soledad y tendrá que ser otro el que diga cómo amé, porque estoy demasiado ocupado en conspirar contra los comisarios del mundo occidental y el frío se apodera de mí cuando descanso… pero hay nombres que arden, y me acerco a ellos para tomar calor. En la cama ya solo sé quedarme dormido y hablo de religión con los pordioseros mientras la gitana viste de negro absoluto porque se murió su hermano, y si pongo a prueba el amor, anoto un ‘date prisa’; y si paso despierto la noche, suspiro una impostura; y si me bendicen las beatas, golpeo mi cabeza contra el muro; y si enciendo un cigarrillo, descubro una telaraña de ayer… Ya he comprendido que vivir es una hermosa oportunidad para decir un poco más, pero en el bar Ana no es feliz, y me da miedo verla romperse y luego aparecer despeinada en el fragor de copas y clientes. Su imagen, por distante y cercana, por no pertenercer a mi vida más que por uno de esos paralelos ...
Bitácora de Luis Felipe Comendador