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Mostrando entradas de agosto 6, 2006

Camilo Sun

Hoy echo mucho de menos a José Luis Morante y si no supiera que está en la costa con el ombligo puesto al sol, me atrevería a llamarle para obligarle a venirse a Béjar un fin de semana. Y le echo de menos porque el contacto con la muerte lenta me pide amigos de verdad con los que charlar de largo de cuestiones que sólo se plantean en estas circunstancias vitales que hoy me tocan. Magdalena es ya sólo un objeto con la única capacidad de producir ternura y con la potencia de armar la de San Quintín entre los que la rodeamos. Su peso distorsiona en extremo y nos lleva a conocer si los lazos son firmes o hacen agua, saca lo peor de nosotros mismo y también lo mejor... y agota, agota hasta la desesperación y la derrota. Verla mirando a la nada es muy triste y muy duro, y pensarla en aquel constante ajetreo que era su norma de madre eterna me hace meditar en lo absurdo de la vida de entrega y en la hipocresía que se ha hecho dueña de nuestro mundo pequeño. Cuando ella estaba viva (vivaz) era

Zhang Chengzhi

Vivo en Tontobéjar Ville, coño. Con la gongorina cruzada de ganar las enésimas elecciones, el grupo que desgobierna en mi puto pueblo de mierda se ha puesto a cambiar las cosas de lugar para crear esa sensación tan chula de apariencia que te da algo que vender a los ciudadanos estúpidos, y no se les ha ocurrido otra cosa que pringar las calles de asfalto en puro julio –cuando viene la gente de fuera a pasar unos días de asueto– borrando todas las señalizaciones de tráfico y, para más inri, cambiar la doble dirección en las dos arterias principales de mi ciudad (por ínfulas de sus habitantes) de mierda. Pues bien, los accesos a la Plaza Mayor, que antes eran directos por una vía franca –la calle Colón–, ahora son todo un laberinto que ni los habitantes del lugar sabemos desentrañar. Si partimos de la Plaza de España, tenemos tres soluciones de llegada a la plaza de la Piedad y a la Plaza Mayor (centro histórico): 1ª. Meternos por Puerta de Ávila (prepeatonal) y subir hacia San Juan a co

Chuang Hsin-cheng

A la vez que hago efectivo el pago de mi nuevo coche –no contaba yo ahora con este gasto, pero mi Takuma suena a ventilador viejo–, me comunican del taller que la furgoneta de mi empresa ha gripado su motor y debe ir camino del desgüace... ¡Estoy en puta vena!, pero, en fin, la vida es para vivirla y el dinero para gastarlo –¿o era al revés?–. No le daré muchas más vueltas, estrenaré mi coche y disfrutaré de él lo que pueda. (22:16 horas) Esta noche he vuelto a leer un poquito después de unas semanas sin poder hacerlo por causa del trabajo y del blues. He retomado la «Meditaciones metafíscas» de don René Descartes en una edición de Vidal Peña-KRK, ese servicio inteligente a la omnipòtencia de un Dios perdulario –qué inocentes y bellas diatribas– o la inseguridad sobre el pensamiento y la existencia... en fin, esas cositas con las que yo disfruto tanto enredando y enredándome. Mi lectura la cortó una llamada de mi hijo Felipe para contarme llorando de rabia las diferencias con su herman

Tongxiang

Me llegó esta mañana «La Aldaba» del amigo Marciano y me encuentro –después de varios años sin colaborar en prensa– con que el artículo que le envié sobre el festival de blues aparece sin los guiones que llevaba el original, por lo que algunas ideas se descontextualizan y otras no se entienden, lo que me indica que el tema de colaborar en prensa es igual en todos los tiempos. Lo dejé, entre otras razones, fundamentalmente por eso. Y ahora no sé qué hacer, me había animado a lanzarme de nuevo a ese ruedo de palabras, pero esto me va a hacer pensármelo dos veces. En todo caso, estoy muy agradecido a Marciano por el espacio prestado y por el ofrecimiento generoso de las páginas del periódico que dirige. (23:01 horas) Ya voy comprendiendo que soy un virtuoso de lo inacabado y me voy a instalar definitivamente en esa casa común habitada por tantos tipos raros. Lo haré dándome una fiesta a mí mismo y comiéndome un helado de nata con chocolate para engañar al calor.

Mao Dun

Acabó el blues y Béjar ha dejado de pronto de ser Chicago para volver a su cosita ibérica de miserias políticas y paro a ciencia cierta, de calles oliendo a alquitrán electoralista y cerdos chillando en el matadero ilegal de Palomares un olor infecto a muerte y a sangre podrida, de especulación urbanística menor (comparada con Marbella) y de pueblo/pueblín con ínfulas y madrileños por las cuatro esquinas. Agosto es perro en Béjar porque lo hacen perro los políticos gobernantes con sus obras a destiempo y los turistas de baratillo con su ocupación masiva y destructora. Pero a mí no me importa, pues persevero en mi soledad y me encierro hasta el olvido –sólo me joden el café y alguna cena prevista que no se puede realizar por «comedor completo». Ayer, sin ir más lejos, con la voluntad de invitar a cenar a Mar y a Antonio Orihuela –que se vinieron desde Helmántica a ver el festival de blues–, tuvimos que conformarnos con unos bocatas de pollo con pimientos, pues no hubo forma humana de en