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Mostrando entradas de octubre 26, 2008

Había que reponer vestuario...

Había que reponer vestuario de urgencia y monté expedición a tierra helmántica con mis tarjetas de crédito afiladas ante el entusiasmo consumista y frenético de los míos. Me olvidé de la crisis cabrona por unas horas y de que este mes tampoco he podido pillar mis honorarios… y abrí el cuerno de la abundancia en el ambiente más jálogüin que yo haya visto nunca en la capital salmantina [la invasión yankee es un hecho consumado]. El primer golpe de realidad me lo di sin querer en el jodido plateresco de la plaza lanzarota… había feria del libro viejo y yo no podía disponer ni de un puto céntimo para darme el gustazo de pillar ejemplares golosos de ediciones antiguas… miré el montón de libros con hambre, y me quedé con unas ganas que aún no me han salido del vértigo del centro y se han hecho pequeño enfisema para sumarse al que se está trabajando el tabaco en mis pulmones. Pasé el mal trago como pude [me costó no cambiar mi iniciativa de compra de vestuario por el de adquisición de libros]

Esta tumba se me va quedando pequeña.

Es rotundo el otoño si apareces y casi se hace obsceno si desistes de morder el dátil que te ofrezco. Esta tumba se me va quedando pequeña, pues desde ella se divisan las cúspides de miel y todos los canales que te desinundan… y la espuma que dejan las barcazas por tus ríos. Es estrecha, pues no cabemos juntos, y eso la hace inhumana. Tendré que ir escarbando galerías y túneles con mis dientes encogidos para que brote el lecho donde el ímpetu sepa profanar la ceniza. Se niegan los poemas mientras Fernando me prefiere editor [es triste gracia], y busco en la resina la palabra ‘laurel’ para que haga el amor con ‘sicomoro’… y me miro las manos [que están en estos días como invernaderos] como si mordiese un limón verde, y las hago descender hasta mis piernas como hojas cayendo mientras pienso que llueven sobre ti y te enjoyan filtrándose en el pecho. Soy un huerto sembrado con añicos de espejo, una cabeza frágil sin guirnalda posible, la ráfaga de viento de ayer que levantó una falda, ese

Noche en 'El Savor'

Acababa de nevar y había cuajado bien en la mismita falda de la sierra cuando salí de camino a Salamanca. Me había abrigado de puta madre [camisetilla de algodón, camisa blanca, chaqueta de lana con forro, calzoncillos limpios de cuadritos, unos tejanos, calcetines gordos, botas, mi chupa de cuero y una bufanda gris] y tomé la carretera como con ganas de huir [esas ganas que me llegan cada vez con más frecuencia hasta el centro del estómago]. El recorrido fue tedioso a causa de las obras de la nueva autovía, pues hice los setenta kilómetros detrás de una larga fila de camiones, sacando una triste media de 70 kilómetros por hora, mientras escuchaba a Leonard Cohen y fumaba un Chester detrás de otro. Llegué a Salamanca a las nueve de la noche y el termómetro del coche marcaba un grado de temperatura en el exterior. Aparqué cerca de la casa de mi hija y di un largo paseo por el centro de Helmántica para hacer tiempo hasta la hora de mi lectura en ‘El Savor’. La ciudad parecía desolada a e

La autoridad moral del pobre.

“… in casa senza bisogno / che di se stessi e nemmeno…” [Eugenio Montale] La autoridad moral del pobre, por ser pobre y atender a sus pagos, acusa con el dedo a ese prohistoricismo de los que hablan varias lenguas en los foros mundiales, esos ladrones de dialéctica enferma que juegan a que el rico acumule y el pobre sufra. Sí, viejo, el país es un caos porque el mundo es un caos; pero un caos con ganancias dirigidas hacia bolsillos crasos con el nombre bordado. Tú me decías ayer que el país no funciona porque hay intermediarios que ganan el 300 % sobre el valor en origen de las materias primas, y lo hacen con el único trabajo de rellenar sus pimporros albaranes de pedidos; que no tira adelante por la morbosa galbana de las clases funcionarias con sus sueldos asegurados de por vida; que no saca la cabeza porque no se detiene a los grandes ladrones del mundo [que se van de rositas y bien arropados en sus indemnizaciones después de hundir con sonrisas cómplices el capitalista sistema fina