Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de enero 20, 2008

Quizás estemos empezando ahora.

Quizás estemos empezando ahora, quizás estemos empezando y todo lo que ha sucedido hasta este minuto no sea más que murmullo, preparativos, listas de invitados, acumulación de viandas/experiencias para la fiesta que viene. Quizás estemos empezando… y ahora es el momento de poner la mesa para el banquete que viene a destruirlo todo. Sería bonito conocer a la novia y tirársela antes de los fastos, penetrando en su traje de ceremonia y dejando manchas de semen pegadas a la gasa y a la seda. Sería bonito meter una bomba en la bolsa del arroz y orinar en la ensalada de pescado. Ando hoy con un collage gigantesco y me puede el cabrón, me puede porque he estado echándole un vistazo aL universo de Chema Madoz [lo hablé ayer con Alberto] y me ha dejado seco y lúcido a la vez. Después de ver la obra de un artista de verdad me quedo chiquitín y mimoso, aunque debieran darle bien por el culo por haber propiciado este atasco que tengo ahora, que no sé por dónde salir ni por dónde entrar. ••• Siempr

Lo que nos estamos perdiendo…

Hay una estética de la corrección que siempre ha pertenecido a las clases medias con ínfulas [los ricos de verdad siempre han hecho lo que les ha salido de los cojones] y a los tipos mediocres de la cultura oficial… americana entallada, pantalones con raya marcada y recta, corbata impoluta de paramecios, camisa blanca replanchada, ‘siéntese-usted-por-Dios-faltaría-más’, todo por favor, siempre gracias, sonrisa forzada y seca, corte de pelo clásico, agua de colonia peleona, maletín… y esa otra corrección pseudocultural de poner cara de pito mientras se nombra a La Galatea, a Lord Byron o al perplejo mondongo del lucero del alba…Y de esa ficción meona se pasa al rato a la carita de tripero comiendo garbanzos con la mujer echada a perder en lavadoras y comidas urgentes y camas por hacer… Tedio antes y tedio después [antes y después de la corrección, claro]. Es otra parte del asqueo que llevo encima y que me pide reacción: los miserables mediocres investidos de corrección mientras caminan

Tengo los ojos verdes... [2]

Desde unos ojos verdes terminas mirando como si estuvieras deslumbrado aunque no haya exceso de luz, y, de eso, los fulanos que venden bebidas frías detrás de una barra encerada sacarán conclusiones y se las contarán a sus clientes, a las zorritas de mediodía y a los pellejos reunidos por la tarde junto al chocolate con tarta, a los borrachos taciturnos que acompañan al cierre y a los representantes de cerveza o de servilletas de papel… “No finge el tipo –dirá–, es tan auténtico y extraño que me encanta tenerlo como cliente… es una rareza por aquí”. ¿Y toda esa gente? –me pregunto a veces mientras me miran como si vieran al diablo. ¡Bah!, lo demás es facilidad… escribir, pensar, hacer… todo facilidad. Lo realmente difícil es conseguir la mirada correcta, el gesto de los ojos cuando los diriges como un coito hacia otros ojos… eso sí que es difícil de conseguir, un buen gesto de ojos en el que se expresen odio, rencor, cuchillos… que te respeten solo con mirarlos… es un juego al que hay

Tengo los ojos verdes...

Ezra Pound y Charles Bukowski tenían los ojos verdes, como yo. Mira por dónde… ya somos tres… pero a mí nadie me entiende como los entienden a ellos… o nadie hace un pequeño esfuerzo por entenderme… ni puta falta que hace. Aunque, la verdad, ayer leí de corrido un par de libros viejos, de mi primera época, y me pareció que quien los escribió [yo] era un imbécil que aún andaba a gatas con treintaitantos años. Debí tener alguna crisis de identidad para publicar aquella podredumbre o lo mismo estaba loco por ver mi voz atildada en letra impresa. Me pregunto cómo me tomaré dentro de diez años las palabras que escribo ahora, cómo me avergonzaré de ellas, cómo las negaré. Escribir es un insulto hacia mí mismo… pero tengo los ojos verdes, como Buk y como Ezra, aunque no me sirven para demasiado.

Descubriendo a nuevos poetas mexicanos.

Gracias a Antonio Orihuela estoy descubriendo con asombra la pujante poesía nueva mexicana, que hoy me está cargando las pilitas gracias a nombres que hasta hoy eran para mí desconocidos y que dejo anotados bajo el epígrafe de un buen día de lectura [Karen A. Villeda, de Tlaxcala; Lorena Saucedo, de Ciudad de México; Omar Pimienta, de Tijuana; Carla Faesler; Rocío Cerón, de Ciudad de México y Cosme Álvarez, de Ahome]. Es fantástico que Antonio haya sabido aprovechar su reciente visita a México para apiñar todas estas voces [y las que me irán llegando] y animarme –no hizo falta que insistiera el colega– a publicar una antología capaz de dejar señales de esta nueva mirada poética que pestañea con brío en Latinoamérica. Agradecido, como siempre, con mi Antoñito… y absorto de esa gente de verso bueno que estoy descubriendo a base de correos electrónicos de mi colega. ••• Es trágico ver cómo la gente se muere frente a su pantalla plana o mirando cómo la comida se calienta en el microondas o

No sé hacia dónde voy.

Vivir esta extraña repetición de horas y de cosas, de sucesos y de pequeños fracasos, a veces se me hace duro y tedioso. Hoy tengo un día entre anodino y amargo mientras Mª Ángeles acaba de notar los primeros indicios de sus cincuenta zancadas por la vida. Todo llega inexorable y acabamos coincidiendo como en una salida de embudo, apretados y empujados hacia fuera como con una prisa que no queremos ni necesitamos, una prisa de otros. El día en Béjar es absolutamente luminoso y me duelen los ojos de mirarlo como me duele que mis hijos no hayan aprendido aún a entender que hay que aprovechar el tiempo con inteligencia [quizás aún son demasiado jóvenes para eso y yo pido imposibles]. Y me lleno la cabeza de tareas pendientes, de proyectos nuevos desde los que olvidar el paso que voy dando: collages impulsivos, poemas visuales, aforismos cabrones, algún poema triste, fotografías extrañas, autorretratos rápidos haciendo el gilipollas… todo para olvidar y para dejar señales urgentes de lo qu

Es la hostia....

Desde el punto de vista gnoseológico, Dios es un absurdo que excede a la calidad humana, pues su definición [definir como acotar, marcar, señalar y limitar] resulta imposible sin más, ya que no se basa en un soporte material y, por tanto, no admite definición ni valor de ‘existencia’. Claro que podríamos pensar que en la percepción del mundo desde el punto de vista de una bacteria, el hombre tampoco admite definición, aunque sí la misma posibilidad de existencia que los planetas, las estrellas o las galaxias [no son susceptibles de ser poseídos por la mano, pero sí por ‘la razón de la lógica’, circunstancia que tampoco le cabe a una improbable definición de Dios]. Así pues, el hecho de plantearse una definición de Dios y arbitrar su existencia carece en sí mismo de sentido, ya que el hecho ‘Dios’ no existe como tal y, por tanto, no admite ser materia de conocimiento [anoto aquí el error de Nietzsche en su afirmación de que la muerte de Dios significa la liberación del hombre… Dios no p