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Mostrando entradas de mayo 20, 2007

Crónica social a bote pronto.

Sarao arquitectónico para inaugurar el nuevo estudio de José Luis R. Antúnez, y a lo grande, que el niño ha hecho ya empresa con fundamento y estas cosillas hay que concelebrarlas porque sí, porque la vida debe tener estos ratinines para empujar los próximos empeños laborales. Hasta se mereció un soneto savonarólico. Y nada, que el anfitrión se avino emocionado con un dos piezas cremita atusado con corbatón bluesero [estaba como más alto el jodío, y que no era para menos] para hacerle contraste a su musa, de elegante oscuro [preciosa]. Y para la crónica social, queden los contrastitos republicanos castañocanos frente a las premoniciones quenoganamos del diestro Riñones, el porte mexicano de corrido y Lucero junto a la camiseta marinera milrayas de un Garrido de calle, la sonrisa contenida y contusa más Hernández frente al look neoaznar de la postcultura, dos mohínes Mercedes conteniendo la seriedad Molina, merienda presociata de calderas y anas frente a danzas Segade de Gecobesa y ques

Censuralia. [entrada rectificada]

Me llega vía mail el artículo de Juan José Millás que fue publicado por Èl País' ayer. Transcribo: ••••••• “El hombre” JUAN JOSÉ MILLÁS 25/05/2007 El hombre en cuyos mítines se gritaba Pujol, enano, habla castellano. El hombre que enseguida comenzó a hablar catalán en la intimidad. El hombre que casó a su hija en El Escorial. El hombre que se fotografiaba con puro, copa y pies encima de la mesa al lado del emperador del universo. El hombre cuya mirada competía en penetración, agudeza e ingenio con la de Bush. El hombre que al dar una rueda de prensa en tejano inspiró la mejor campaña antidrogas de la historia (así te ves tú, así te ven los demás). El hombre que al alba, con viento favorable, conquistó heroicamente la isla de Perejil. El hombre que se apuntó a una ocupación ilegal. El hombre que mirando a los españoles a los ojos aseguró: créanme, hay armas de destrucción masiva. El hombre que profetizó que aquella invasión criminal pacificaría la zona. El hombre que el 11-M, tras

Cuarenta para la lírica.

Fue perfecto. Unas cuarenta personas encerraditas en La Alquitara con Javier Ruibal… “ya sabes que no te olvido, Habana mía…”. Sigue siendo minoritaria la sensibilidad, y eso lo sabemos aprovechar unos pocos para nuestro gozo [a pesar de las pérdidas –hermosas pérdidas– de nuestro Miguel Ángel Sánchez Paso]. Cuarenta para la lírica y un ‘Havana 7’ con cola y el zumito de medio limón… cuarenta para la lírica sencilla y perfecta de un Ruibal como de calle y ‘Chester filter’… cuarenta para una lírica de hermosos vencidos [otra vez la casta Antúnez y su gente, los brotes Cosco, las tomas falsas de Luis ‘el médico’ y su santa, la pasión electrosana a los mandos, la cosita turriona, el boom hervasino –qué chavales, qué chavales–, las mediomaduritas mujeres que aún se saben alimentar de sensibilidad –las adoro aunque nunca hayamos cruzado una sola palabra–, algún despistado de copita y venga… y la gente Paso. Javier, sencillamente magnífico, con esa voz que otros sería forzada y en él es natu

Me encantan los banquetes de carroña poética.

Últimamente le he pillado el gustito a una hora del día que jamás me fue propicia, las diez a.m. Es la hora común del café con leche acompañado por Ríchar y Josema el bancario, como fijos, aunque cada día se van anotando nuevos añadidos que le ponen porritas al café y más de una sonrisa. Entre los itinerantes están el jefe de la guripa munícipe, un inefable empresario de pompas y sepelios, algún que otro funcionario de la casa grande, varios profesionales de sectores tan claves como el eléctrico, el de la construcción o el del gotelé y a veces mi arquitecto favorito, el niño Antúnez. El ratito de las diez se me hace ya casi obligatorio para contar con la sensación de que el día empieza en condiciones. Me gusta, coño. (15:27 horas) Leo un ratito a W. H. Auden y no resulta muy de mi gusto en este momento [algo parecido me sucedió hace unos meses con Francis Ponge]. Por lo menos me ha dado tiempo a rescatar uno de sus poemas con el que me gustaría experimentar cuando llegue la tranquilida

la serenidad es la astucia de los lúcidos.

En la medida en que el tiempo pasa sobre mí, voy notando que soy más capaz de controlarme en los asuntos de pasión. Tal circunstancia suele apartarme del placer, pero también me evita pequeños dolores que no necesito, entre otras cosas, porque el dolor me va endureciendo poco a poco y a mí me gustaría llegar a mayor bastante blandito. El problema fundamental de la pasión es que procede siempre de ‘la verdad’ vista como proceso de razón individual enfrentada a la visión contrapuesta del otro [que no tiene que ser necesariamente mentira]. De esa defensa de valores individuales ‘verdaderos’ [con calidad individual de ‘verdad’] y de su afirmación nace la idea pasional, que indefectiblemente lleva al enfrentamiento con el otro. Quien sabe mantener su ‘verdad’ en el terreno de la serenidad termina extendiéndola, además de conseguir evitar esas disfunciones que perturban y que no son otras que el ‘placer’ de hacer valer tu idea como la más correcta o el ‘dolor’ de ver cómo el contrario se car

Erudición de la culpa.

Es todo un arte el saberse sacudir la culpa de encima y depositarla ‘ingenuamente’ sobre los hombros de otro, sobre todo si la culpa sobreviene del roce de dos cuerpos y contiene un engaño [además del genuino engaño del amor]. Tendemos a evitar la vulnerabilidad propia cargando el peso de nuestra culpa en otros que apenas puedan esgrimir una contestación [por incapacidad o por perplejidad]. Tengo que afirmar ahora y aquí que, mal que me pesa, soy un erudito de la culpa ajena y un mago en soportar la propia. Es curioso que siempre que he atacado con vigor y sin mordaza a algún personaje o a alguna institución [anoto aquí los seis años y medio al frente del semanario ‘Béjar Información´ y mis antiguas y múltiples colaboraciones en prensa diversa, tanto provincial como nacional] he salido airoso acatando mi ‘culpa’ [entrecomillo el término porque todo es relativo] con la frente alta y rematando en la mayoría de los casos con cierta brillantez [vuelvo a explicar aquí que no tengo abuela].

Notas de experiencia.

Una cosa es el talento [mucho o poco] y otra es la utilización que se haga de él. El éxito está siempre en la mano de la segunda opción y difícilmente se sostiene en la primera. Por ende, ha de tenerse consciencia de que al éxito siempre le acompaña cierta turbiedad. Utilidad y turbiedad, dos conceptos inseparables del éxito que llevan a un buen escritor a sobreestimar su talento y a sobrevalorar su habilidad para vestir las máscaras. ••• Sólo se puede alcanzar la coherencia en la escritura cuando se ha completado la vida. Ya muerto quien escribió, su obra toma empaste y cobra sentido, nunca antes… Nunca antes. ••• Un escritor racial nunca puede ser un educado caballero, pues su talento le dicta que los buenos modales solo sirven para obtener buenas respuestas [farsa en ambas direcciones]. La calidad de díscolo va irremediablemente asociada a la de magnífico escritor. ••• La poesía pertenece siempre a la sociedad en la que crece el poeta, jamás al jodido poeta [siempre seremos testimon

La lluvia.

Qué grave error es suponer que la desgracia propicia inteligencia y el dolor da alas creativas. Un mediocre sigue siendo igual de mediocre después de que le ataquen ambas circunstancias. Sí es cierto que, en una mente preclara, la desgracia y/o el dolor pueden inducir al pensamiento profundo y llegar a obtener como resultado algún logro artístico, pero siempre como evasión y autoayuda, no como norma indefectible. (11:06 horas) De pronto, un aguacero. Suena el agua en los canalones y quito la música para poder escucharla con nitidez. Las tormentas me traen siempre días de septiembre, guarecido en el templete del parque, asombrándome de la fuerza de la Naturaleza mientras intentaba unir ese sentimiento de asombro con otro de amor juvenil hacia la chica que entonces me parecía inalcanzable y hoy es mi compañera. Pensaba entonces [lo recuerdo con nitidez] que el mundo era un espacio abierto a todas las posibilidades excepto a la de conquistar a esa chica que hacía que algo se removiera den