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Mostrando entradas de febrero 17, 2008

Una de Aníbal...

Hermoso el viaje a la biliosa Helmántica para presentar los ‘Cartapacios’ de Aníbal Núñez. Hermoso porque pude abrazar de nuevo a Gonzalo Alonso Bartol y a Yolanda Izard, porque disfruté como un enano de la mimosa minusvalía de Fabio R. De la Flor y de la mirada a sus chicas guay, porque besé a Ana, a Amelia Gamoneda, a Nona y a Marina, porque sonreí junto a Paco Novelty, porque volví a admirarme escuchando a Fernando R. De la Flor y a Germán Labrador, porque charlé un ratito con el radiólogo de mi Mª Ángeles [me encantó cómo sentía el tipo y me llenó de orgullo que recordase como recordaba], porque una moza hermosísima me habló de Abraham Gragera con mucho cariño, porque me colgué del hombro de Marino González para reír juntos, porque volví a encontrarme en un ‘deprisa’ con Manolo el de Morille [qué tipo], porque me descojoné de ese Cid Lanzarote con cruz y espada… porque paseé –en fin– Salamanca a solas durante una hora mientras recordaba a Juanito Montero, a Iche, a Manolo Díaz Luis

Los poemas muertos

Llega el día cargado de proyectos nuevos, esas cosas que salen de pronto y sin querer [historias que siempre llegan a la vez]: posibilidad chula de gestionar unos encuentros literarios, proposición de formar parte en una magra antología de poesía española, llamada del ayuntamiento de Salamanca para participar en un libro con otros once poetas con el fin de glosar el Palacio de Anaya, propuesta de exposición [me da miedo]… y todo ello sumado a que estoy metidito en editar una antología de poesía mexicana. Estas cosas me dan un poquito de oxígeno. Gracias a quienes las propician. A mí, lo que más me gustaría ahora sería hacer un largo viaje a Perú, un viaje en solitario para perderme entre sus ruinas. ¿Será posible? ••• Ya tengo claro que ‘yo escribo poesía’ [es una claridad tranquila], y si alguien quiere tomarla para utilizarla, pues estupendo… me da igual quién y cómo [antes me mordía las uñas por estas cosas, pero ya no, ya me da absolutamente igual. He madurado en eso]. Mis poemas d

Sobre cierto derecho señorial.

Hoy me volví a levantar asténico. La falta de curro –estos días del año son terribles en el mundo imprentero– y el tener que sujetar la situación económica en un ‘mientras tanto’, me dejan tiradito y se me viene a la boca cierta sensación de moral laxa… siempre acompañaron a mis momentos de tedio unas hermosas ganas de gritar o de hacer el amor sobre el lavaplatos [he dicho ‘unas hermosas ganas’, solo eso]. Y que me intento quitar el picor leyendo un ratito y escribiendo otro ratito, que en ese lugar común de intimidad encuentro siempre cuerpos mágicos en los que arder y situaciones en las que desnortarme un ratinín. Hoy volví a meterme en Nietzsche. Lo busqué justo cuando andaba sintiendo que hoy estoy algo más allá del bien y del mal, y lo busqué con complicidad y con la mirada pícara de quien sabe cómo desubicar soluciones dadas para lo aristocrático y llevarlas al terreno de la carne normal y corriente –que hoy es la mía–. Y me llegó esa cosa de que ‘el auténtico derecho señorial e

Mañanita descojonante de moral salmanticense.

Me hizo gracia leer hoy en el “Compendio moral salmanticense” que ‘la deleitación grave será cuando excita una vehemente conmoción en la carne, como la fornicación, la polución o la sodomía’; mientras que la deleitación leve consiste, por ejemplo, en ‘dar de pronto un pizco, pisar el pie, o retorcer los dedos, y semejantes…’. Y que me lo estoy pasando de puta madre con esta zorolada llena de párrafos deliciosos como los que siguen: “Decimos pues, que es pecado grave. Pruébase esta resolución lo primero con la autoridad de Clemente VIII, y Paulo V, quienes mandaron fuesen delatados a la Inquisición los que afirmasen, que los ósculos, abrazos, y aspectos torpes tenidos por sola deleitación venérea, y sin peligro de ulterior consentimiento era sólo pecado venial; en lo que manifestaron, que en materia de lujuria no se daba parvidad; pues los ósculos en el ser físico son cosa leve, como también la deleitación tomada en ellos, no habiendo peligro de ulterior consentimiento. Lo mismo se pru

Horaciana.

Cuando la voluntad de acabar algo se patentiza, no se debe luchar por lo contrario. Hay que saber terminar y vencer así a la voluntad humana de posesión, esa voluntad que termina haciéndonos infelices por empecinamiento. Y junto a lo que finaliza siempre asoma la lumbre de lo que nacerá. Y es que me estoy haciendo ya más horaciano [mi venita Propercio murió hace mil años y el tono Catulo anda medio expirando]… “Después de tantos días, oh, Venus, otra vez soplas el fuego de tus duras porfías; no más, por Dios, no más por Dios, te ruego, que no soy cual solía, cuando la hermosa Cínara servía. No trates más en vano –¡oh de amor dulce cruda engendradora!– rendirme, que estoy cano y duro para amar; vete en buena hora, revuelve allá tu llama sobre la gente moza, que te llama. Si un corazón procuras, cual debes, abrasar, y si emplearte debidamente curas, con Máximo podrás aposentarte; has allí tu manida, que de nadie serás tan bien servida… // … A mí ya no me agrada ni mozo ni mujer, ni aqu

Desear, desear, desear… ¿qué daño puede hacerme?

Es difícil sobrevivir sin ubicarte en el mundo, sin conformar cierta noción de tu propia importancia entre la gente con la que convives, singularizarte para quebrar la línea recta –por arriba o por abajo– que supone la media de todos. Y en esa singularización es donde sientes tu capacidad o tu incapacidad y, con ellas, te sientes lanzado a la vida, a su aventura; te sientes lanzado a continuar y continuarte, lo que supone el necesario no adjurar de la vida y de su azar. Desde este punto de vista, la singularización por la individualidad termina siendo latido, un latido que nos aparta de esa cosa de genética social que tienen las comunidades marcadas biológicamente para un destino exacto [véase, por ejemplo, el comportamiento genético/social de las hormigas, individuos marcados desde su nacimiento para una misión concreta]. El hombre necesita indicio y posibilidad para seguir, distinción del otro y conciencia de ser diferente y capaz de plantearse metas personales e intentar llegar a el

Poema y yo.

Os dejo en este "Slide" cinco meses de trabajo creativo que cierran la serie de los 55 collages que componen "Poema y yo". Ha sido un verdadero placer trabajar todas estas imágenes y poder quitarme la tensión acumulada a base de tijera y adhesivo. El método seguido parte de la búsqueda de imágenes en internet, optimización de las mismas, adaptación a los tamaños que iba necesitando, impresión en una máquina Xerox, recorte con cutter y tijera, composición y pegado sobre soportes muy dispares (cartón, madera, lona, metacrilato y cartón pluma... todos reciclados). He digitalizado todas las imágenes para compilarlas con la posibilidad de publicación y he vendido ya cuatro obras (¡) y he regalado dos. Espero que os guste. Salí a la calle a eso de la 8:40 y parecía nuestra señora del pitiño, sin lavarme, sin peinarme, con el pijama debajo de la ropa de calle y bostezando como una cebra… y todo para nada. Mi hija había llegado tarde de una fiesta y perdió el transporte q