En este tiempo de alertas amarillas y naranjas [por frío, nieve, viento, lluvia...], en el que tomar más de tres huevos a la semana es pernicioso, en el que todos sabemos que hay un colesterol malo y hasta se canta como si nada el ‘me sube la bilirrubina’, de pronto, sin más, con Aloe Vera y todo, se caen todos los palos del sombrajo y se nos queda cara de ganso... un leve eructo telúrico, un deslizamiento chiquitín de placas tectónicas, una marea gruesa [algo que perfectamente puedes simular en una pecera sin ser Einstein] nos pone al día de cómo son las lágrimas y de que no hay poder humano capaz contra una brisa que cambia de dirección... eso es la inexorabilidad, el factor azaroso que no podremos controlar jamás... y ante él solo cabe quedarse quieto o caminar, según te pida el cuerpo, que te dará lo mismo tengas o no tengas, sepas o no sepas, hagas o no hagas. Lo asombroso de este último tacto rectal telúrico, por lo menos para mí, es la impresionante lección del pueblo japonés,...