3 de enero de 2009 Ayer le prometí a Guillermo que iríamos todos a desayunar juntos a la pastelería Italia, que mi chico flipa con los desayunos pantagruélicos [igualito que yo, a qué negarlo], y quedamos en madrugar para que no tuvieran atascado el lugar esa horda de madrileños y portugueses que vienen al mochileo o al esquí proforma. A primera hora de la mañana ya estaba mi Guille en pie esperando como un campeón a que yo saliese de la ducha [Felipe se rajó por ardor de cama y Geles dijo que desayuna mejor en casa, por lo que la cosa se quedó en dos, los dos glotones de la casa]. Nos manducamos colacao con bollería y un enorme zumo de naranjas recién exprimidas... mmmmm... y compramos unas palmeritas de huevo y unos donnuts para que los desayunaran en casa Geles y Felipón [el secreto del paquete es que también había goloseo para Guille en su interior]. Dejé a Guille en el portal de casa y me fui hasta mi viejo estudio de Colón en busca de una preciosa edición de “El Parnasillo”, con ...
Bitácora de Luis Felipe Comendador