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Mostrando entradas de febrero 1, 2009

Hogueras y vanidades.

7 de febrero de 2009 Uno, que toca casi todos los palos y aprendió a sonreír en cualquier sitio, pasa del frío al calor con la facilidad de los ángeles y consigue volatilizarse en una suerte de sublimación personal que alcanza límites insospechados. Ayer, por ejemplo, me tomé unas cervecitas en mesa chica junto a mi Fabio querido, junto a Carlos Therón [goyeado dos veces hace unos días por la Academia de Cine], junto a la niña Mombaça [le di un traguito a su cerveza sin querer... lo siento, hermanita, y estaba rica], junto a un tipo estupendo que conocí en Morille y del que no recuerdo el nombre y junto a mi Mariangelona [estaba feliz, pues había venido todo el camino hablándome de la obra de Carlos, de que lo había conocido en Béjar durante las jornadas de cine español, de que había visto su peli y le había encantado, de que le encantaría coincidir con él y hacer amistad... y se lo encontró de sopetón como un tipo encantador y normal, cerveceando y riendo... así que disfrutó mi chica]

Como un crío chico, coño.

6 de febrero de 2009 Me despertaron bien temprano los gritos de Guillermo: “¡está todo blanco, papá!”, y me tiré a la nieve como con hambre, bien pertrechado, eso sí. Tomé mi cámara y dediqué la mañana a captar la belleza blanca de mi tierra helada [también hice un muñecote de nieve en la muralla y le tiré unas bolas apretadas a unos críos que jugaban entre risas]. Ya en el parquecito de La Antigua, me pegué dos costaladas que me han dejado algo repercutidos los lomillos. Hacía años que no veía nevar así y he disfrutado como un crío chico, coño. Ahora me pondré en carretera para ir a Salamanca [toda una aventura espacial como está el día] y ver a Fabiete y besar a mi Mariangelona... y presentar el libro que le he editado a Paquito Novelty [“Haceros cargo”]... me encantará también abrazar después de muchos años a Paco Castaño y saludar a José Antonio Pascual, al que aún no conozco en persona. Hasta mañana.

Que se me muestre o que se me dé la muerte.

5 de febrero de 2009 No es este galopar, que son las huellas de la herrumbre anterior las que detienen... no es el alimentarte entre los sobresaltos, que es el vómito sepia y las arcadas... no es siquiera escapar, que es esa cruz de víctima que llevas en los ojos... Y encuentras en la vida esa preñez de gatos interiores que maúllan y atinan a arañar mientras te encojes... y hay que tomar partido y ser determinado en ocasiones... y hay que demostrar todo a cada instante. Paseé el cementerio y sentí una intención irrefrenable de echarme a reír a carcajadas... tantos cadáveres de hombres que reprimieron su voz y sus acciones, que guardaron sus ganas para días postreros que nunca les llegaron... hombres desvanecidos por esa brusquedad que corta todo cualquier mañana limpia. Habría que salir a cada día para resolverlo todo, a hacer que se sublime el hombre que quieres ser, a decir con la lengua desatada, a desmayarse por la falta de aire, a masticar ese salir como un resucitado de cada leta

Verdes, hombres verdes.

4 de febrero de 2009 Leo a primera hora en ‘El Adelanto’ el artículo del colega Manolillo Ambrosio y sonrío. “La Alquitara, el Café-Blues emplazado en la calle Gerona, número 10 de Béjar (en la que alternan casas de arquitectura típica y extraños edificios nuevos) y regentado por Miguel Ángel Sánchez Paso, no es el Guggenheim ni ninguno de esos modernos centros de cultura o arte de extraños nombres bisílabos y atrevido diseño, sino un modesto local que abre todo el día, en el que, con pretexto de servir tapas y copas, se montan exposiciones y conciertos, se discute y se filosofa o se queda uno en silencio. Como la limitación en recursos económicos de esta institución bejarana parece haberse suplido toda la vida con el esfuerzo y las ganas de quienes trajinan detrás de la barra y de los muchos amigos que pululan o se aposentan delante, aquí no se nota demasiado la crisis, circunstancia de la que habría que tomar nota. En miércoles alternos se desarrolla en La Alquitara un magnífico cicl

Rabos de pasas.

2 de febrero de 2009 Crepita en la fragua política un ser que no entiendo. Un partido de pretendida ideología socialista dándole pelas a la banca mientras los obreros inician la caída a todo trapo... y todo se traduce en nada, o en demasiado, que solo hace falta echarle un vistazo a las cuentas de resultados de esos vampiros para darse cuenta de que hay que ayudarles, claro, coño, joder. Para ser honestos y un poco más socialistas, lo primero que habría que hacer es escuchar a Jesús Caldera [que está pensando y sabe de lo que habla] y aprovechar esa recomendación suya –que ha sido tomada como un exabrupto... nada más lejos– de nacionalizar la banca entera y dar salida a la financiación de la pequeña y mediana empresa con dos cojones. Yo haría lo que sigue y por este orden: 1. Sí, nacionalizar la banca enterita. 2. Obligar a las administraciones a realizar compromisos de pago en fecha, admitiendo libramientos de letras. 3. Dar trabajo a los parados en función de lo que cobren, es decir,

Pétalos incompletos.

Aún andan cayendo los pétalos incompletos de la flor de Tomas Moro, aquella que tomó el nombre de utopía [luego existió como Ìtaca] y que nos ha servido para seguir andando, a pesar de que cada paso que das hacia ella te separa otro paso más. Yo siempre fui seducido por su eco, captado por su promesa y muerto de fe. Hoy vuelvo a necesitarla, vuelvo a necesitar que me impela su potencia y que me ilusione su consecución, vuelvo a necesitar su pulsión y esa tensión que siempre va pareja a ella. Ahora quiero ‘intención’, la necesito para empezar de nuevo, y la tendré. Necesito idear una alternativa rebelde para creer y crecer en ella, trabajar ya en el ‘podría ser’ para que mis músculos pillen de nuevo el tono... y es que siento insatisfacción por todo mi cuerpo, insatisfacción y abulia [solo debe servirme la insatisfacción, solo ella]. Debo buscar lucidez para imaginar una realidad nueva, y ponerme a trabajar en ella como un jodido poseso, caminar, no parar nunca hasta conseguir un sueño

La ciudad concisa.

Hoy, el viento hace de Béjar una ciudad concisa para el paseante, que se mueve a escondidas o a tirones sorteando las ráfagas mientras busca el refugio siguiente. Acechan las tejas como francotiradores y la enorme banderola de la Hospedería Real me lleva a un tiempo de lepantos... Béjar es así todos los días, aunque no sople el viento con esa avaricia de llevárselo todo, y hay que vivirla a escondidas y a tirones, sorteando las ráfagas de insanía mientras buscas el refugio siguiente. Cada bejarano es un francotirador esperando a su víctima... y hay una calma chicha infinita que ha dejado los velámenes como sexos ancianos. Y del parte de guerra diario... hoy queda el vómito que me hizo saltar a media noche de la cama con un ardor de estómago insoportable –con la edad, las resacas se hacen largas de cojones–, los dolores comunes –soportables–, las calles desabridas conteniendo esta crisis que aquí ya es infinita... y un olor a que nada es fiable ni contiene futuro [lo decía siempre don A