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Mostrando entradas de diciembre 9, 2007

Esperar como una novia

Material fungible para matar mi tiempo: Esperar como una novia a que algo suceda termina siendo el arte y la literatura para mí. Que algo suceda sin que yo lo motive ni tenga la necesidad de hacerlo, sin que me forme y me vista de campaña para la búsqueda, sin que sistematice mis horas de percepción, sin que le ponga plazos a la palabra ‘entender’ ni límites al sentimiento ‘gozar’. Esperar en cordialidad con el tiempo, aceptándolo. Esperar al estupor en la esquina, junto al portal de siempre, para besarlo en la boca al anochecer. Esperar con pasión, conformando una pequeña mística de la espera. Esperar a que todo se organice y se desorganice ante mis ojos quietos y ávidos. Esperar sin fatiga, sin estar alerta, presintiendo lo abstracto en lo más común. Esperar a que los sucesos se acoplen a mi modelo estético o lo hagan estallar en mil pedazos. Esperar sin que la espera sea profesión… que sea solo actitud. Esperar sin buscar exclusividad en lo que llegue [esperar para compartir, coño].

Día agotador

Día agotador de rotulación Covatilla al raso, libros ateneos y volúmenes Gamarra, calendarios a miles y torcidas bohoyas. Disfruté por lo menos del paisaje mientras se me congelaban las meninges y los muñones. La vida también es este prosaísmo de altura y sin nieve. Pues vale… No doy hoy para más. De FUMADORAS

Paréntesis con COdos

Hace un par de semanas se intoxicaban con monóxido de carbono cuatro miembros de una familia vecina, justo en el edificio donde resido. Tal circunstancia me ha traído una serie de consecuencias puñeteras que hasta el día de hoy estoy sufriendo y que relataré ahora porque estoy muy cabreado, pero mucho, mucho, mucho. El principio, que es por donde hay que empezar, se fragua en la compra de mi piso hace ya la friolera de 26 años, con la jodida mala suerte de que caímos en el exacto momento en que la empresa constructora, propiedad de la familia Matas [creo que la empresa se llamaba ESMASAN], se fue a pique. De aquella circunstancia nos vinieron mil problemas debidos a la baja calidad de los materiales y al desastroso trabajo constructivo del edificio. Para empezar, los cimientos están bajo el nivel freático, por lo que tenemos una pequeña laguna que precisa el uso constante de una bomba que extraiga el agua de escorrentía a las canalizaciones públicas [esta circunstancia es también provo

Cómo saber qué es mi esencia

¿Cómo saber qué es mi esencia, eso que soy yo y no es de los demás? Está chungo averiguarlo, pues todo lo que digo, lo que hago, mis gestos, mis apuestas, mis resultados… ya fueron de otros antes. ¿Soy lo que aprendo o lo que desaprendo? Ni puta idea. Ya me está exasperardo el jodido y constante cielo azul. Necesito nublados y lluvia y hermosas ventoleras que me lleven a empujones por las calles… una meteorología propicia par escribir con esa tranquilidad de encontrarse refugiado de algo. Me indica un comentario del blog que por qué no hago un taller de escritura on line… pues porque no creo en ellos [todo a pesar de que los hay majos y llenos de gente muy interesante, que si no se enfada conmigo Marisol]. No puedo pensar en que la creación sea una materia para ser enseñada, impartida [otra cosa muy distinta es que se aprenda a crear, pero siempre por uno mismo]… ni me gusta nada esa historia de que existen diversas técnicas narrativas y poéticas… eso es poco menos que admitir que el a

¿Cómo son mis pensamientos húmedos?

¿Cómo son mis pensamientos húmedos? Fundamentalmente de lencería posada sobre piel abultándose en una geografía sinuosa y escondida, en blanco y negro con un efecto flou… una colección de medias negras, braguitas mínimas de un blanco inmaculado, sostenes que permitan adivinar cómo crece lo que contienen, bocas con un gesto en el labio superior derecho, ojos entrecerrados, cuellos dispuestos, nucas limpias, cabello derramándose sobre los hombros. Resultan particularmente enervantes una mano posada con elegancia sobre el cuerpo, un mohín vergonzoso, una mirada con la cabeza en escorzo, la lluvia mojando, las sombras que ocultan y a la vez enseñan… y una espalda en torsión, como buscándome. No acostumbramos los hombres a expresar este tipo de pensamientos y gustos para una estética erótica, y nos equivocamos. Nos equivocamos al dejar que la mujer imagine y recorra caminos incorrectos hacia nosotros, nos equivocamos por dejarlas llegar directamente a su forma de ver el juego sin mostrarles

Aprender a desprenderse.

Lo peor de la edad es ese sentimiento de estatismo que termina haciéndote un conservador constante de todo lo que has adquirido, lo que lleva después a pensar de forma conservadora y, por tanto, a un mundo cerrado y hostil donde cualquier novedad termina siendo distorsión y, por tanto, objeto vivo de descarte. Siempre odié ese cambio en los hombres y aún me parece un pecado mortal contra uno mismo. Quizás, para que eso no suceda, haya que aprender a desprenderse de cada cosa en el justo momento en que la tomas, pero no para tener buena conciencia, sino para mantenerse vital y alarmado y evitar acabar siendo un mero personaje de tu historia, un personaje falsificado por artificial y absurdo por apegado a las cosas. ‘Desapego’. Este quizás sea el término a perseguir desde ahora con vehemencia, desapego por las cosas, por los espacios, por la gente… justo hasta lograr acercarme a esa individualidad que quiero. No me gustaría terminar siendo una caricatura de mí mismo… pero de lo que hablo

Mixtura de nublado y cielo raso.

Huele a ajo rehogado en la calle y hay como una mixtura de nublado y cielo raso que me gusta [aunque no las luces navideñas horteras que hacen de barrera entre la calle y el cielo] La vecina rijosa vacía cubos de agua desde su portal a la calle mientras farfulla esas frases de odio celular y montonero que vienen de la edad aburrida [hay que follar, señora, aunque sea con el dedo índice de una]. Un camarero esconde su cansancio en los bajos de cochera y se fuma un pitillo con los ojos revueltos. Suena un móvil a Mozart. Los madrileños hacen las maletas con ojeras y yo sonrío mientras se apuran en llenar sus coches de trastos y viandas serranas. El ciego que ve quiere venderme un par de cupones [yo no juego] y la lunática le sigue como si estuviera en celo [hoy me ha sonreído al verme… ¡milagro!]. Una pareja se besa en la sombra de mi puerta… se creen solos, pero yo los miro relamiéndome desde adentro… él aprieta sus manos sobre las nalgas jóvenes de la virgen inversa y coloca su lengua