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Mostrando entradas de junio 7, 2009

Voy a ser suegro putativo.

Jo, que se me llena el disco duro del coco y empiezo a necesitar resetear un poquitillo. Paso por la Plaza Mayor y aquello parece una plaza de Nácar Colunga, como las bíblias de antaño, mezclado con cierta cosinina de exaltación del espíritu nacional catolico... banderas de España en todos los balcones unidas a trapitos con el hostiero sagrado impreso a cuatricromía, cestitas de flores colgadas de todos los lugares que permiten colgajos y pancartonas enormes allá por donde mires en las que pone “DÍA DE CARIDAD”... cualquiera diría que nos gobierna un equipo de pretendida izquierda moderada que se muestra partidario en voz baja de la separación Iglesia/Estado... ya digo... el disco duro petao, sobre todo porque no hay güevos para recuperar lo que antaño fue el Corpus, una procesión profana en la que se exponían los gremios sociales por las calles en una suerte de carnaval divertidísimo... a más de ser la expresión primaria del cambio de ciclo estacional con su consecuente de acabar en t

Cada poema que escribo me deja más desnudo.

Como escribió Tadeusz Ròzewicz, “yo me quito la poesía para ver más claro” [la cita encabeza, más completa, un poema muy hermoso de mi amiga Belén Artuñedo]... y yo también. Me quito cada poema como una laja que va dejándome purificado y liso. De cada desprendimiento poético voy aprendiendo algo, pero ese algo queda en mí, mientras que el poema es el pétalo caído, lo que muere y se hace objeto para el desgaste, lo decorativo que se hace sobra... Así, yo soy mejor en la medida en que me desprendo de mis poemas [mejor para mí, entiéndase], quedándome con el conocimiento que los propició y soltando el lastre de las palabras imperfectas para que rueden solas al soplo de cualquier viento, y se interpreten sin que yo ya tenga nada que ver en su juego de ensalada. Yo siempre sé lo que me lleva al poema, lo tengo muy claro cada vez que la llama se enciende... luego puedo frustrarlo por incapacidad expresiva o simplemente por mi falta de técnica o de estro... pero la idea cobra fuerza en mí y m

Día de las letras salmantinas [“Vísperas poéticas”].

Llegué a Helmántica con mi mariangelona guapa –que siempre sabe dar conversación por el camino– y estaba la ciudad un poco maripili con sus lacitos rosas y sus manequins del mismo tono por todos los balcones [nada parecidos al de mi cielo raso]... íbamos a participar en las “Vísperas poéticas” del “Día de las letras salmantinas”, al que estaba invitado por el ayuntamiento salmantino y la Fundación “Salamanca ciudad de cultura”. Mi encargo consistía en leer un poema inédito sobre la noche a los pies de la estatua de Fray Luis de León y otro de un autor que yo escogiese [decidí que leería “Canción para Billie Holiday”, de Pere Gimferrer, un poeta muy de mi gusto en los últimos tiempos]. Quedamos bajo el reloj de la Plaza Mayor con Adri, que se presentó con un excesivo pantalón culobajo [y apretao, que ya es difícil] y nos fuimos a tapear los tres juntitos, y a reírnos, que la pareja Adri/Gelona son de traca. Como había sido citado en “Las Caballerizas” [la cafetería de Anaya] una hora y

Primer viaje iniciático con mi nuevo maniquí.

Me dejé caer hacia atrás en mi sillón, como fulminado por la necesidad de verte medio naciendo del cielo raso [llevaba varias horas de escritura y eso me hace alucinar], y te presentí como la Marzella de Kirchner mirándome desde la playa de Ostende [aquella que pintó Ensor en 1890... en la que imitó con mucha gracia a Pieter Brueghel]. Estabas justo detrás de la mujer con sombrilla que tiene las nalgas al aire y delante del tipo que está haciendo el muerto sobre las aguas tranquilas con un bañador a rayas enterizo... sí, estabas entre ellos, como asomada detrás de una ola que iniciaba una espiral de espuma. Luego te imagine colgada de las cúpulas de la catedral de Amberes, boca abajo, tal como estás ahora en este cielo raso, mirando a la muchedumbre que se prestaba a recibir las bendiciones más vulgares bajo el flujo de tu nata profunda... y se escandalizaban de ver tu desnudo poniendo un orden cenital sobre sus cabezas huecas. Pestañeé... y ya estabas en los pastos de Irlanda, corrien

¿Lo nuevo es mejor que lo que había?

Yo qué sé... lo tengo poco claro, sobre todo porque cada uno de nosotros vino de la mano de varios profesores [los profesores son moralistas, que lo dijo don Domingo Ynduráin en 1989, y yo comulgo siempre con lo que venga de ese señor], y cada uno estropeaba en nosotros lo que le venía en gana [esa es la mierda de los malos profesores, que son casi muchos]. El caso es que no sé si lo nuevo es mejor o peor que lo que había. Sí sé, y seguro que no caben muchas dudas en esta afirmación, que prácticamente todo lo literario (?) que nos llega desde el decenio de los setenta, viene con el valor (?) añadido de una incultura generalizada que se ha plantado en la raíz de casi todo lo creativo... eso, y la falta de sistemas afinados [por llamar de alguna forma a esta jodida falta de sistemas y sus antecedentes utópicos]. Ya nadie define y toma camino, pues nos encanta decir que estamos abiertos a cualquier cosa, que no es más que otra forma de afirmar que somos oportunistas [como las cigüeñas o l

Huir para dar testimonio de la huida... o mi maniquí.

Dediqué la mañana a colocar un poco las cajas con los objetos del mercadillo y a descargar todo lo que había dejado en la furgoneta por la jodida lluvia... un palizón de domingo, coño, que ahora me duele todo... pero sigo feliz. Al terminar, me fumé un cigarrito resollando y me bebí una coke que me supo a gloria bendita. Cuando me quedo exhausto, me dan como ganinas de huir y cierro los ojos para ver si se completa la huida... pero nunca pasa más que lo que la imaginación quiera. Hoy, después de agotarme y de buscar la huida imposible, me puse a pegar en el techo de mi estudio el maniquí que me regaló Urceloy [ya es la tercera vez que lo pego, porque el jodío cacharro se cae por su peso, pero no importa, que soy cabezón]. Tenía yo intención de vestirlo con unas braguitas negras, pero justo en el momento en que quedó sólidamente pegado al techo [he usado un nuevo adhesivo potente], me di cuenta de que ya no podía ponerle las braguitas deseadas [¿por dónde cojones se las coloco yo, si ti