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¿Lo nuevo es mejor que lo que había?


Yo qué sé... lo tengo poco claro, sobre todo porque cada uno de nosotros vino de la mano de varios profesores [los profesores son moralistas, que lo dijo don Domingo Ynduráin en 1989, y yo comulgo siempre con lo que venga de ese señor], y cada uno estropeaba en nosotros lo que le venía en gana [esa es la mierda de los malos profesores, que son casi muchos]. El caso es que no sé si lo nuevo es mejor o peor que lo que había.
Sí sé, y seguro que no caben muchas dudas en esta afirmación, que prácticamente todo lo literario (?) que nos llega desde el decenio de los setenta, viene con el valor (?) añadido de una incultura generalizada que se ha plantado en la raíz de casi todo lo creativo... eso, y la falta de sistemas afinados [por llamar de alguna forma a esta jodida falta de sistemas y sus antecedentes utópicos]. Ya nadie define y toma camino, pues nos encanta decir que estamos abiertos a cualquier cosa, que no es más que otra forma de afirmar que somos oportunistas [como las cigüeñas o los osos con los basureros humanos].
No se lee, pero se asume con altivez que se ha leído todo [porque si se ha escrito, se habrá leído]... y se pone carita seria mientras se pronuncia la palabra “ética” como un trofeo... porque ahora eso de ‘ética’ es la polla en verso.
Encima, para más inri, antes del setenta la cultura se movía fuera del poder, lo combatía o lo obviaba sin más [circunstancia que ponía a los escritores más cerca de la realidad]... ahora, no, ahora se está con el poder, mamando de él constantemente, adulándolo, dejándose llevar por su abanico de billetes. Así, lo que antes le daba funcionalidad a la cultura, un fin, ahora es pura disfunción donde la razón ya no es capaz de encontrar una sola esquinita en la que refugiarse. A esto lo llamaba Ynduráin, refiriéndose a la literatura contemporánea, “la entronización de la inutilidad como valor máximo”.
Otra circunstancia radica en que lo que era objeto de estudio y causa de conocimiento, ahora se ha convertido en pura mercadería, un objeto de consumo... pues ya solo se trata de meter por los ojos el producto ‘Literatura’ y venderlo a lo bestia.
De todo esto, nos ataca una pseudoliteratura que se hace desde la facilidad y con un prediseño mercantilista basado en la redundancia de mensajes [es más publicidad que literatura], en el paso rápido del producto, con su fecha de caducidad y todo, para así seguir en la puñetera rueda del consumo.
Y luego viene lo de epatar... para vender y que te vean, tienes que parecer distinto [pero sin plantear problemas], respetable [pero sin llegar a la herida] y ‘entretener’... esta es la jodida palabra de nuestro tiempo: ‘entretener’.
Los periquitos/as del siglo XXI solo entienden una cultura que les entretenga, que les gratifique, que los afirme en su pacata y cortísima percepción del mundo.
Así que no sé si lo nuevo es mejor que lo que había, aunque me parece que no, que lo que se nos ha venido encima es el jodido baratillo del todo a un euro... casi como cultura/literatura by Taiwan.

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