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Mostrando entradas de noviembre 25, 2007

Paseo iniciático por la calle Alcalde Juan Belén Cela.

*[Trabajo dedicado a mis amigos Javier G. Riobó y Pedro Ojeda] Ayer, aprovechando una salida de trabajo, pillé mi cámara sin otra intención que la de que me acompañara [fue una intuición pillarla y meterla en la furgoneta]. Nuestro trabajo se demoró por falta de unas piezas que no estaban terminadas y ello me permitió dar un paseo por la calle Alcalde Juan Belén Cela. Toda una experiencia moral, cívica y casi política… La calle estaba desastrada y yo enseguida percibí la calidad del ‘homenaje’ que el Partido Popular le había hecho al primer alcalde democrático bejarano [aunque la verdad es que el homenaje diario se lo hemos hecho todos los bejarananos, día a día, destruyendo la placa con su nombre y llenando de porquería todo el lugar]. Aquello es una metáfora viva del ‘agradecimiento’, una metáfora que pide a gritos ser llevada a un poema largo sobre la capacidad humana de destruir. Sin embargo, entre toda la mierda que compone aquel paisaje, si miras con ojos lúcidos, puedes encontra

Sobre el 'hombre hecho'.

Hace unos días hablaba con un amigo escritor sobre la incidencia del ‘otro’ en el proceso de creación y me quedé sorprendido ante una de sus frases: ‘trabajar el arte como lo hacemos nosotros no merece la molestia de pensar en el otro ni antes, ni durante, ni después…”. El colega trababa todo su discurso en la seguridad de que él es ‘artista’ y hace ‘arte’. Qué equivocación la de mi amigo [no voy a decir su nombre aquí, claro, pues ya le va a joder bastante –o no– que reproduzca sus palabras y las comente]. Decía Pavese que ‘Un artista verdadero habla en sus obras de creación lo menos posible del arte… Quien tiene solo como contenido el trabajo del arte no ha salido todavía de la preparación de las herramientas, todavía no está habilitado para para hablar en el mundo como un hombre hecho.’. Autopronunciarse como artista es ya en sí mismo un acto de negación de esa calidad, y a mí me gustaría que mi colega, al que aprecio de veras, no patinase de esa forma con sus interlocutores, además

Dadme soledad y cambiaré el mundo.

Sí. Ya estoy convencido. Yo descubrí el mar en Aveiro y mis ojos vieron por primera vez la Falla del Riff en una tarde roja y tanzana. Yo descubrí la soledad abierta en Ngoro-Ngoro y el poder de la naturaleza en una noche de abril con aguacero. Yo descubrí la capacidad del hombre para complicarse la vida en el aeropuerto de Ámsterdam y la luz virginal de un atardecer en el Sahara. Yo descubrí solo la poesía de Gilbert Keith Chesterton y hasta llegué a pensar que era mío el poema ‘The sword of suprise’ [‘Separado de mis huesos, ¡oh!, espada de Dios, / hasta que ellos permanezcan de pie y ajenos, / como los árboles; / yo, cuyo corazón sube volando hacia los bosques / y puede maravillarse tanto como ellos…’]. Yo hice existir al cielo que me hace cada día y construí la palabra ‘muslos’ en una tarde gris de plomo. Yo convoqué la piel que cubre a las mujeres que siento e inveté los besos más dulces. Yo creé al tirano y pienso destruirle cualquier mañana de invierno, distraído, como si no qu

Hoy solo me da para un poema de Frank O'Hara.

Hoy solo hay tiempo para leer un poema de Frank O'Hara, 'A step away from them'. Y ya me parece suficiente para un día tan largo y tan sin usar. A UN PASO DE DISTANCIA DE ELLOS Es la hora de comer, así que salgo a pasear entre los taxis pintados de ruido. Primero, por la acera donde los obreros alimentan sus sucios y brillantes torsos con bocadillos y Coca-Cola. Llevan cascos amarillos; supongo que los protegen de los ladrillos que caen. Luego por la avenida donde las faldas se arremolinan sobre los tacones y se inflan encima de los enrejados. El sol calienta, pero los taxis remueven el aire. Miro ofertas de relojes de pulsera. Hay gatos que juegan en el serrín. A Times Square, donde el anuncio humea sobre mi cabeza, y más arriba mana suavemente el agua de la cascada. Un Negro de pie en un portal con un palillo se mueve lánguidamente. Chista una corista rubia: él sonríe y se frota la barbilla. De pronto todo es claxon: son las 12:40 de un jueves. El neón de día es un gran

Porque me conviene.

Una de las máximas de la individualidad bien entendida consiste en no culpar a los demás de nuestros fracasos ni de nuestros errores. Así, yo me entristezco o me alegro porque me predispongo a ello, decaigo o me crezco porque así lo decido… y sufro porque me apetece… porque me apetece escribir de puta madre, claro, y no encuentro otra forma de hacerlo que no sea el golpe interior de algo que me haga saltar y sentir. La verdad es que los momentos orgásmicos, que los tengo, no me llevan nada más que a descansar con satisfacción y a olvidarme de mis plumas y del teclado de mi ordenata. ¿por qué, si quiero escribir, tengo que olvidarme de ese poso placentero y buscar el dolor de las preguntas? No lo sé, coño, no lo sé… pero es así, así funciono y no tengo ya remedio. Si anoto ternura ante la visión de un niño o de una mujer en actitud de madre, me siento melifluo en su acepción más peyorativa. Si siento compasión por mí mismo, noto el fracaso más humillante sobre mi sien y me dan ganas de

Me jode lo que tengo, pero me encanta tenerlo.

¿Podré alguna vez trabajar desde la serenidad que pronuncia Pavese?, ¿podré escribir sin sufrir o alegrarme, huyendo de esa ‘parte inferior’ a la que alude el maestro suicida?, ¿podré hacer algo que no sea fin en sí mismo? Si consiguiese alguna vez rodar en esa noria, creo que me sentiría muy satisfecho. (20:44 horas) Cada día comprendo mejor a la gente que vive en el límite y corre riesgos para sobrevivir [no hablo de los vividores, sino de la gente con necesidades reales]. Ante uno solo de esos tipos me siento pequeño y miserable con mis jodidas y absurdas preocupaciones… que si me piden un aval para poder realizar un trabajo, que si no me ha pagado A y le debo a B, que si no tengo para comprarme este mes el ‘i-phone’ que tanto deseo, que si a ver cómo consigo pillar esa primera edición de ‘El cementerio marino’… aunténticas naderías de payaso del primer mundo si se comparan con esos ‘¿tendré algo para comer mañana?, ¿me detendrá la guardia civil y me devolverán a mi país?, ¿me pagar

Dios también es un culo femenino embutido en un ajustado pantalón negro.

Dios se imagina justo en la necesidad de dar significado al dolor, en el miedo futuro y presente… no en la belleza ni en la armonía. Dios se imagina como una necesidad del que sufre o del que comprende que va a sufrir, y se imagina como un placebo sicológico contra el abismo del fracaso vital… También se imagina Dios desde un punto de vista espurio, para dominar y obtener, para doblegar voluntades, para sojuzgar, para hacer un ejército endiablado de locos. Dios se imagina para salvarse. (16:10 horas) La mujer que caminaba por la acera sabía perfectamente cuáles eran sus poderes y hacía ostentación de ellos: un culo magnífico y un movimiento acorde y maravilloso del mismo. Llevaba un pantalón negro ajustado que marcaba perfectamente los cortes y las simas, unas botas altas hasta el bajo de la rodilla y una cazadora muy ajustada a la cintura para marcar mejor la frontera de lo goloso. La miré caminar mientras esperaba mi turno en el despacho de pan y me quedé tan absorto que hubieron de