Sí. Ya estoy convencido.
Yo descubrí el mar en Aveiro y mis ojos vieron por primera vez la Falla del Riff en una tarde roja y tanzana. Yo descubrí la soledad abierta en Ngoro-Ngoro y el poder de la naturaleza en una noche de abril con aguacero. Yo descubrí la capacidad del hombre para complicarse la vida en el aeropuerto de Ámsterdam y la luz virginal de un atardecer en el Sahara. Yo descubrí solo la poesía de Gilbert Keith Chesterton y hasta llegué a pensar que era mío el poema ‘The sword of suprise’ [‘Separado de mis huesos, ¡oh!, espada de Dios, / hasta que ellos permanezcan de pie y ajenos, / como los árboles; / yo, cuyo corazón sube volando hacia los bosques / y puede maravillarse tanto como ellos…’]. Yo hice existir al cielo que me hace cada día y construí la palabra ‘muslos’ en una tarde gris de plomo. Yo convoqué la piel que cubre a las mujeres que siento e inveté los besos más dulces. Yo creé al tirano y pienso destruirle cualquier mañana de invierno, distraído, como si no quisiera hacerlo. Yo supe matar un llanto y alumbrar una sonrisas en los mismos ojos. Yo calciné lo que era y volví a hacerme exactamente igual en un minuto. Yo adoré a Luis García Montero como a un ídolo con los pies de barro y termine amparado en una melopea Buck y roja. Yo supe el carmín posado en el vientre un día de todos los demonios y pronuncié la palabra ‘árbol’. Yo perdí todo y volví a tenerlo…
Ya estoy convencido de que uno es capaz de crear cada instante suyo, de que la vida es absoluta creación de lo que te rodea y de lo que eres y sientes. Nadie antes lo hizo como yo ni nadie lo podrá hacer igual después de mí. Todo me pertenece porque yo decido nombrarlo.
Y ahora debo apreder a nombrar solo lo que me conviene, y no me importa que ya sea tarde, porque mi equivocación radicaba en que vivía recreando el mundo, cuando la realidad absoluta es que lo creo a mi imagen y semejanza, a mi tonto antojo, a mi forma vulgar, a mi manera torcida.
Yo os he nombrado a cada uno de vosotros y por eso os hablo, os escucho, os silencio, os doy vida y os la quito.
Dadme soledad y cambiaré el mundo… por lo menos el mío.
De FUMADORAS |
Así sea, hermano.
ResponderEliminarGracias por la palabra "muslos": sé cómo adoro los de la mujer.
ResponderEliminarCon ésto te has superado a ti mismo, Luis Felipe, es lúcido y profundo. Como siempre, pero más. Habría en el mundo millones de seres que te regalarían su soledad, o te la darían a cambio de una pizca de lo que tú tienes para llenarla. La soledad es buena sólo cuando se desea, de otra forma hiere, a veces se clava como un cuchillo afilado. En pequeñas dosis te da la libertad, en grandes te esclaviza.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo escrito por Guadalupe.
ResponderEliminarMuchas gracias por darnos el placer de leer estas palabras.
Es cierto lo que dice Guadalupe,yo me alimento de tus palabras como laudano ante el dia a dia,si circunstancialmente no puedo leerte,busco desesperadamente la oportunidad de hacerlo,porque puedo coger un libro y evadirme o involucrarme en su lectura, pero tu diario refleja la lucha interior que sostenemos en el proceso vital,la sensacion de fracaso, de lucha ,de superación de emoción,de ternura ,de pasión.Es el ratito diario de pararse a meditar, a disfrutar con tus palabras o cabrearse con ellas, pero es un ratito diario de interiorización del cual no pienso prescindir (anónima).
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