29 de agosto de 2008 Vengo cansado de los minutos laborables y me dirijo a transitar la noche como un cebú que se apartó de la manada hace días. Me duele el cuello aún, aunque ya es familiar su torcedura y su abrazo dañino, y me parece menos [la costumbre es aroma sedentario y termina acallando la reacción]. De camino a la noche, sujeto entre mis manos los hermosos regalos que me ha hecho Ana porque sí, porque le apetecía: una moto antigua de latón con sidecar que pondré a presidir mi escritorio, una colección chic de diapositivas de Palermo, palitos de olor ‘Hari Om’, un folleto del Museo Picasso de Málaga [que me trae a la memoria al amigo Rafaelito Inglada, al que no veo desde hace ni se sabe… mis últimas noticias le ubicaban dirigiendo no sé si el Museo o la Fundación Picasso en Málaga], una bolsa ‘sickness bag’, unas etiquetas del Museo Interactivo de la Música, un abrebotellas de Coke, los útiles de aseo del hotel Melilla Puerto y un llavero con una babucha malva. Ana sabe que es...
Bitácora de Luis Felipe Comendador