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Mostrando entradas de febrero 4, 2007

El círculo se cierra sólo si tú lo decides.

Mañana chuli con regalón de mi sobrino Javier [el jodío me ha traído una máscara veneciana de la Venecia misma. Regalo carnavalero para imaginar. Gracias, tío]. La tarde, perdularia por azar: Café con Alberto tranquilo y segundo café con el mismo Alberto y con la salada suma de Vicente Manso y Mariano Cela [cuántos años sin echar un parlaíllo con esta gente]. Hablamos de los hijos, de la vida y del pasado [el barrio, las pandillas de Los Praos, el rascacielos y la plaza; de Javi Tapia y Angelito Bueno, del jodido perro Jano (encarnación fallecida del Diablo) y de otros asuntos tan baladiseros como entrañables. Pasé un buen ratillo. savonaroli a 1 [ortotipog rafía] (23:28 horas) Cuando el pocholo Baudelaire andaba a la greña simbolista metiéndole misterio a lo suyo, no sabía que un tal Moréas iba a definirlo como «Ennemie de l'enseignement, la déclamation, la fausse sensibilité, la description objective» en una suerte de manifiesto grandilocuente que poco tenía que ver con la justa

Una escalera a veces es más que un hombre.

No estoy hecho para subir escaleras; nunca participé de esa genética del riesgo y ahora me llega un jodido «a la vejez, viruelas». Hoy salí a hacer un trabajo de calle con Ricardo para el que tenía que subir a siete metros de altura con el fin de hacer una rotulación y me resultó imposible. Sentí pánico a esa altura pobre y miserable mientras él, Ricardo, hacía todo tipo de monerías en la cúspide de la puta escalera de tres tramos que se cimbreaba como su puta madre. Dejé el trabajo y me escondí en la imprenta, pero Ricardo no lo entendió [no lo entiende]. Cada uno está trazado en una genética que le marca profundamente y los usos de ella no pertenecen al mundo de la pericia, sino al de la posibilidad o la imposiblidad. A mí me resulta imposible subir a siete metros de altura en una escalera, y me gustaría hacerle entender a Ricardo que lo que para él nada en la facilidad, para mí es un jodido abismo. Supongo que si le propusiera asuntos para los que yo sí estoy genéticamente dotado y

Las aves son pensamientos sin vuelta.

No fui dado nunca a los signos ni a las premoniciones. Advierto y sigo. Hoy cumple ocho años mi niño Guillermo, ocho años que hace ahora de la noche bellísima y terrible en que su madre lo puso en el mundo. Guillermo se deslizó aquel día entre las piernas de su madre mientras paseábamos por los pasillos del pabellón de Ginecología/Obstetricia del Hospital Clínico de Salamanca obligados por la comadrona de turno para propiciar el parto. Guillermo cayó de pronto y sólo mis manos y las de Mª Ángeles evitaron que su cabecita se golpeara con el suelo. Todo fue mágico y trágico, pues mientras su madre se desangraba en una sala de partos que semejaba la escena de una película gore, yo me quedé una hora a solas con mi niño desnudo alumbrado por una lámpara azul que le daba calor y envuelto aún en el sebo amarillo que traía de abrigo. Nos miramos los dos durante una hora eterna. Él ajustándose a los rigores del mundo y yo temeroso por la vida de su madre. Hoy salí a las seis de la madrugada cam

Lo peor es que uno existe aunque no quiera.

Me llamó Juanjo Barral algo preocupado por mi silencio [le tranquilicé enseguida]. El hombre no sabe que ando huido de todo y de todos desde hace unos meses, que no me apetece comunicarme con nadie porque no quiero trasladar el mal rollo que llevo encima a mis buenos colegas. Seguro que lo entiende, como seguro que lo entederán también Jesús Urceloy, Marisol, Maite Iglesias, Morante y todos y cada uno de mis amigochos. Cuando tengo mal rollo particular me escondo, eso es todo. savonaroli a 3 [máscaras]

El hombre libre es un hombre solo.

Sólo me cabe la «posibilidad», pues estoy vivo en la medida en que encuentro abiertos sus caminos para hacerme [no para deshacerme], porque morir es estar hecho. Y vivo con intensidad porque soy consciente de que puedo elegir, es decir, porque me siento libre de poder elegir. ¿Cómo puede imaginarse un hombre que no sea proyecto hasta la muerte misma, un hombre sin posibilidad de elección? A mí me resulta imposible imaginarlo. Hasta el hombre privado de todo puede escoger entre reír o gritar, entre morir o sobrevivir... Hasta el hombre condenado a muerte tiene su mente para valorar posibilidades y escoger entre ellas. Y es de ahí de donde emana la libertad, que no es otra cosa que saber que cuentas con una baraja de posibilidades y puedes elegir entre ellas. Claro, esta valoración de la libertad no concuerda, si la miras bien, con ese ideal grandilocuente con el que todos gritamos la palabra «libertad». No existe así, no. Y luchar por lo que no puede existir es darse de narices con un m

Envejecer es esperar cada día un poco menos.

Llamada de José Luis Morante con el proyecto de acercarnos a los encuentros de Punta Umbría en Abril [¡¡¡Guay!!!], respuesta hermosa de Ramón H. Garrido [mil gracias, colega], invitación chuli de Isabelita Huete para verla en el Ateneo de Madrid y cierre de la exposición que coordina Marcela Lieblich para el CESIC [«Ciencia y Literatura» en el Espacio Sins Entido, que está en la calle Válgame Dios, nº 6, justo al ladito de Chueca], en la que participo cono autor junto a colegas como Luis Alberto de Cuenca, Santos Jiménez o Lara Cantizani. El resto del día, para olvidar. La felicidad se acerca más a quien es eficaz en lo suyo, pero también al que busca el vacío quitándole importancia a lo que no sea imprescindible para sobrevivir [en el fondo, este tipo también es eficaz en lo suyo]. Yo ahora me siento feliz despreciando al que considero que merece desprecio y queriendo con intensidad al que considero digno de aprecio. También soy feliz, profundamente, cuando intento pintar o cuando me

Cada hombre es un mundo por hacer que se va deshaciendo.

¿Cómo he llegado a ser profundamente ateo y gozosamente existencial? Sinceramente, negar la existencia de un dios es fácil y, además, los hombres de dios te ponen el camino diáfano. Otra cosa es demostrar y demostrarse que no hay un ente anterior y creador y, a la vez, posterior y destructor. ¿Cómo demostrar lo que no existe si no hay parámetros a los que atarse? En este caso sólo se puede argumentar en la demostración la idea que el hombre se ha hecho del concepto «dios», y desde ese punto también es relativamente fácil llegar a la conclusión deseada, la que se quiera, por supuesto, que es cuestión de retórica y no de «verdad». Ser ateo, en todo caso, es mucho más difícil que ser creyente, mucho más peligroso y mucho más incómodo. Mi ateísmo niega la existencia de un dios y se preocupa de forma individual por los negativos efectos de esa creencia en las personas de mi alrededor que, por ella, pueden inducir variables en mi existencia que no quiero. Es decir, dios no existe, pero su id