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Mostrando entradas de julio 2, 2006

Etsujin

El que todo termine repitiéndose en la vida me resulta bastante inquietante, entre otras cosas, porque el pasado contiene una dimensión terrible y porque los medios humanos hacen que cualquier repetición sea mucho más perniciosa por la enorme capacidad de mal que maneja el hombre. Sí, también se repiten las cosas buenas y agardables, pero lo catastrófico anula cualquier sonrisa por amplia que sea. En este asunto resulta sorprendente el desarrollo tecnológico y de conocimientos que ha hecho la humanidad en los últimos ciento cincuenta años: hace poco menos de un siglo apenas se conocía la naturaleza de montones de animales superiores, se creía desde la ciencia en seres míticos como el unicornio, no se había explorado el 80% del continente africano, se conocía algo de la costa de Oceanía y los polos eran asunto de un par de pirados. Si hablamos de armas, las blancas y las de fuego más simples eran el no va más. Sólo la filosofía, el arte y la literatura daban tipos importantes para el de

Okanishi Ichuu

El precio que se paga siempre por separarse de la norma es el aislamiento y la soledad, y esto sucede en cualquier estadio vital en el que nos centremos. En el mundo de la poesía también sucede, por supuesto. Son aceptados los poetas de la remembraza –porque juegan con el elogio–, los que con más o menos conocimiento hacen una poesía recurrente adornándola con algunas flores de modernidad, los que trabajan al dictado de los críticos poderosos y los que cultivan la amistad de los «capaces» –entiéndase en este término a los grandes editores–. Quien estudia, trabaja y experimenta sin pararse en un prediseño de consumo en su poesía, apenas tiene una tronera por la que asomar su nariz al mundo. Ahora habría que analizar si el aislamiento y la soledad actúan como castigo o son, paradójicamente, un regalo del cielo para los que no quieren pasar por los jodidos aros sociales. Yo estoy convencido de que son un regalo, pero son un regalo cuando caen sobre un espíritu fuerte que es capaz de sopor

Kokinshuu

Mi dolor de riñones se ha convertido definitivamente en una lumbalgia de caballo que me tiene más tieso que un torero, pero apenas siento el dolor, porque mi cabeza se va constantemente a la última imagen que tengo en la cabeza de Javier Carretero, un chico que fue compañero de mi hija en el cole desde bien chiquitos y que hoy se pelea con la muerte en un hospital de Salamanca por el absurdo de una portería de fútbol que le cayó encima con muy graves consecuencias. Le visualizo enseguida en una obra de teatro escolar haciendo el papel de un alcalde gruñón y divertidísimo, o riendo por la calle con sus amigos... sólo le recuerdo riendo y jugueteando, con una inmensa bondad infantil y una actividad propia de los chicos felices... y con estas cosas vuelvo siempre a la idea de Dios, a la idea del Dios injusto que no existe y que muchos se empecinan en mantener como opción de poder para sojuzgar a los más pobres tipos de la Tierra. Mis mejores deseos para Javier y su familia y la convicción

Shingo Ogata

Ya en casa, después del rápido periplo portugués, persiste aún el dolor de riñones con el que partí de Béjar, pero con felicidad por un viaje estupendo con Juanito lleno de buenos ratos. En la ida, como siempre, el olfato de Juanito nos llevó a coincidir en un bar de frontera con la expedición de estudiantes salmantinos encabezada por el bueno de Manuel Ambrosio, a la sazón director del curso de verano al que íbamos a asistir. Café con charla y a continuar viaje hasta Guarda. Ya en Guarda, quedé vivamente impresionado por el crecimiento que ha tenido la ciudad desde mi última visita –puede hacer la friolera de 17 años–. Yo la esperaba en la línea de Béjar y me llevé una grata sorpresa –triste por lo que a Béjar se refiere–. Una brillante recuperación del casco antiguo, apuesta por la modernidad en sus polígonos industriales, mejoras muy bien adaptadas en sus calles, un comercio recoleto y pujante... vamos, que han sabido aprovechar muy bien el empujón europeo, cosa que en Béjar ha suce