Jesusito Urceloy siempre llega rodeado de gente maja, y esta vez ha vuelto a hacerlo. Ayer me salvaron del rollo currero de los libros de fiestas y ferias para sacarme a tomar unas copas y me divertí hasta que el colega cayó fulminado por el atrevido Morfeo –tiene cojones ponerse a lanzar flechas hacia el cuerpo de Urceloy a eso de las dos de la madrugada. Una faena–. Y mi floja memoria –otra faena– no me permite esta mañana recordar los nombres de sus acompañantes, un joven con vocación de hombre tranquilo y con un prometedor futuro literario y un soltero estupendo con cara de póker y sonrisa blanca en los ojos, una sonrisa llena de buenos augurios que espero se hagan realidad muy pronto. Gracias, colegas, por arreglarme el día... y disculpas por esta memoria que recuerda las mil nemotecnias bachilleras y es incapaz de recordar vuestros nombres, coño. (12:48 horas) Ya dejé escrito hace unas semanas que había encontrado el diario manuscrito de mi viaje africano con Juanito durante el m...
Bitácora de Luis Felipe Comendador