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Mostrando entradas de septiembre 2, 2007

Sin sueño... eran las cuatro.

Otro día de palo con cabeza, de mantones bordados de oro y plata, de carísimas coronas sin espinas visibles, de gentío enredando en su doble moral, de misa con campanas sonando a mesa puesta, de luz como aturdida, de mirador y salve, de pijos entre andas y alzacuellos, de curas rebozados en esa orfebrería que hace exotérico el engaño más prosaico que es como el oficio más antiguo del mundo, de turistas risueños, de bejaragüis rimando en mamoneo y gasto, de vinorro y toritos, de agotar… Y yo escondido hasta que pase el temporal de gente y su calor artificial. Mi fiesta personal es la que está en mis amigos, y rediez que la tengo [la estoy teniendo]. Ayer llegaron a primera hora de la tarde Laura Granados y Jesús Vázquez con su santa de porcelana [yo estaba ya charlando con Albertito Hernández]. Tomamos un café destartalado por mi prisa y los noté seguros, metidos en lo suyo hasta las cejas y hasta la muerte. Charlamos muy poquito y los dejé atusarse para cumplir mi cita con Ramón y Anto

La noche en la que conocí a las hermanas Demartos.

Cada día suele acuñar en mí tantos arrepentimientos como claudicaciones. Los anoto, porque ya soy un tipo mayor y prefiero anotarlos que sufrirlos, pero, en suma, percibo que van haciendo mella aunque me resista a que sea así. Ayer por la tarde tomé una decisión absurda que en su momento me pareció pequeña: no asistir al espectáculo ‘Th’as Flamenco’ que el ayuntamiento bejarano había preparado en el Teatro Cervantes bajo el sabio consejo de Paco Ortega. Decidí no asistir porque andaba algo cansado de bullicio y decidí tirar la tardenoche en absoluta soledad, escribiendo, intentando en vano un poema imposible que persigo desde hace semanas. Cuando decidí salir de mi soledad, solo se me ocurrió acercarme a tomar una copita y a echar un vistazo al recinto que reúne las fiestas bejaranas. Me acodé en la esquinita caliente de la barra Alquitara y me pedí ese Havana 7 con cola y limón que llevaba pensado y repensado durante toda la tarde [antes saludé a Ramón Hernández Garrido, que andaba di

Carita Boronska.

Llegué a lo de Carita Boronska con el cuerpo machacado y la cabeza loca por esa gilipollez que se llama Historia [y] del Arte [en el IES Ramón Olleros debieran llamarlo ‘Histeria (y) del Arte’]… cuando quienes las imparten juegan a ser terribles gárgolas de catedral o esfinges tebanas que despeñan implacablemente a los viajeros [alumnos] más confusos por su abismo de rigor pacato. Carita se apareció bellísima, dulce, angelical… mágica en su traje negro y rojo de emocionada preñez. Cantó como una diosa sobre el decorado musical de tres instrumentistas geniales y dejó cierto sabor Céline Dion, un puntito afrutado del mejor ‘Tapestry’ de Carole King y una cosita Peyroux mezclada con ese ‘chassss’ rap-jazz tan sugerente en su versión divina del tema Beatles “don’t together”. Disfruté como un crío con ese directo y, a los postres, la besé entre bambalinas mientras me quedaba alucinado ante sus misteriosos ojos azules. Será grande Carita Boronska… porque ya lo es. PRECARITA Los prolegómenos

De mis humillaciones....

Hay algo preclaro en el aire: nuestro sistema de vida pasa por una fase de decadencia que es sintoma inequívoco de que el modelo social se está agotando. Los indicadores son diáfanos… Lo llevamos chungo. (11:39 horas) Acabo de hacer por mi hija lo que juré que nunca haría y me he sentido muy mal: mal por ver la cara de Julián, al que considero un hombre comprensivo, y mal por pedir una ‘injusticia’ con la cabeza bajada [pongo la palabra ‘injusticia’ entre comillas porque, si parto de mi idea de ‘enseñanza’, tal circunstancia no entraría en esos parámetros]. Ahora estoy ofuscado, muy enfadado conmigo mismo y desesperado por la toma de decisiones que ampara el sistema, dándole poder omnímodo sobre el futuro cercano de los jóvenes a personas que no tienen un criterio abierto y racional, a personas que ponen por delante la acumulación de conocimientos sobre el ‘valor’ potencial de los muchachos. Ese poder es devastador y debe caer inexorablemente sobre los hombros de la administración y de

La compleja simplicidad.

Hay una idea que me machaca sin descanso, aunque apenas escribo sobre ella. Es la percepción de que todo marcharía mejor si se adoptaran usos de vida simplistas. El mal del mundo radica en la complejidad que sumamos a la toma de cualquier decisión, por pequeña que sea. Tal complejidad viene, fundamentalmente, de la necesidad de ocupar nuestra mente con idea de ‘camino’ y, en un plano más prosaico, de esa otra necesidad de ocupar [hacerles sensibles y partícipes de una utilidad social, generalmente innecesaria] al número ingente de personas que componen/componemos el grupo humano. Si nos ponemos, por ejemplo, en el campo de la creación literaria, la proposición simplista se anudaría en el texto que escribe un autor y en las sensaciones que obtiene quien recibe la obra. No hay más… o no debiera haber más… Sin embargo, la realidad es muy otra, pues de la creación básica e individual de esa obra literaria comienzan a chupar las hormiguitas que componen el mundo complejo: llega un crítico y

Camino de reconocimiento.

Hay palabras que viven en un halo de positividad aceptado y que, sin embargo, contienen el mal del mundo… Moral, ética, bien, virtud, libertad, felicidad, paz… son términos que abundan en la codicia humana como configuradores de las máscaras que deforman el valor de ‘verdad’ individual y colectiva que responde a la exacta realidad de cada uno de nosotros. El mal a pecho descubierto es mucho más sano que todo lo positivo que enmascara y oculta la ‘verdad’ de un hombre. (10:37 horas) Escribió Paul Valéry que ‘sólo leemos bien aquello que leemos con un propósito personal. Puede ser para adquirir algún poder. Puede ser por odio a su autor.’, y es cierto en mi caso si miro atrás y observo el extenso cementerio de mis lecturas [aunque yo sumo más consideraciones a la atención del interés lector, como, por ejemplo, odiar a alguien con un gusto demostrado por un autor o una obra]: Leí a Nietzsche y me aprendí algunos de sus pensamientos de memoria para epatar y sentirme superior en las convers

Buen rollito....

Me lo dijo con insistencia y con convicción Paco Ortega, y yo le creí con ciertas reservas: ‘Felipe Benítez Reyes es un tipo entrañable y cercano, un amigo al que atender y al que querer’. Y me lo dijo sabiendo que durante años yo había estado enfrente de su postura literaria y paraliteraria, que le había castigado los riñones con dureza y que mis planteamientos estaban enconados. Me lo dijo Paquito Ortega y tenía toda la razón del mundo [y yo envainándomela con alegría]. Llegó Felipe B.R. con su pareja y, siguiendo la buena intención de Paquito [‘yo estaré en medio para haceros colegas’], me presenté de cara y le abracé [los abracé] a la porta gayola… El tipo, estupendo, educadísimo, en su exacto lugar de invitado a una fiesta distante. Los prolegómenos fueron prolegómenos, con sus preguntas sociales, sus estados de situación, su cosita graciosa para romper el frío y esos lugares comunes a los que todos acudimos para pasar los tragos. Leyó Felipe su pregón y yo no pude escucharlo, por