En Horcajo Medianero, hasta donde nos llevó Antúnez para entregar unos planos por una carretera terrible, ya estaba mi cuerpo pidiendo manzanilla –el curveteo y el jodido aire acondicionado me dieron un directo al estómago–... pero no pasa nada, que con el primer sorbito de manzanillita empecé a entonarme y ya a la altura de Las Rozas Village estaba preparado para lo que cayese. Allí, en Las Rozas, repusimos calzado para el verano a unos precios extraordinarios [Pedrito se acabó comprando dos pares del mismo modelo] y también repusimos fuerzas en forma de cervezonas [éstas, carísimas, no te digo]... pero se estaba bien en el sitio y se nos pasó casi la hora del concierto de Paquito Ortega. Llegamos apuraditos gracias al Tomtom de Ricardito, pero llegamos. Del parking donde dejamos el auto, hasta el Teatro Lara, atravesamos con los ojos abiertos como platos toda la zona de Montera... lumpen a gogó, prostitutas jovencísimas con aire decadente por todas las esquinas, más chinos que madril...