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Mostrando entradas de agosto 20, 2006

Tie Ning

Anoche llegarón Esther Muntanyola y una colega suya cordobesa. Nos encontramos en El Castañar y tomamos unas copillas mientras nos poníamos al día de cómo nos ha ido en este tiempo de distancia. Encontré a Esther muy delgada, sumamente feliz –ya es fucionaria y con destino donde ella quería– y con la misma mirada dulcísima del primer día que coincidimos hace ya unos seis años en Rivas Vaciamadrid por esas cosas de mi Morante. Me regaló un cuadro muy Sicilia de homenaje a Baudelaire y quedamos para vernos hoy y visitar Béjar con charleta chula. Echo de menos otra vez a mi Morante, pues cada amigo que viene a verme tiene siempre palabras para él y todas buenas. Es un tipo que convoca y contiene la mejor generosidad. ¡Ven pronto, colega! (12:03 horas) Los hermosos vecindos pasean por las calles con la mirada baja. No esperan nada, pero sostienen una belleza inigualable que produce destellos. Cuando los veo caminar hacia una plaza, quisiera ser como ellos, conocer con exactitud lo que no

Xu Fancheng

Cansado otra vez y con un catarro traído y pillado por ir a escuchar al colega Juanito Caldera –se lo pienso pegar a todo el mundo, coño–. Mocarrera, astenia, ganas de nada, dolor nebuloso de casi todo el cuerpo... Y encima con visita, que llega Esther Muntanyola y tendré que hacer los paripeses correspondientes... Menos mal que es buena gente y me entenderá si caigo derrotado. ¡Bah! (19:20 horas) Ayer tuve la oportunidad de despedirme, aunque muy de pasada, de Ramón, me apetecía. Andábamos ambos por El Castañar para escuchar al mentado Juanito y cruzamos unas palabras de despedida y buena suerte durante un ratito. Me gusta que la salida de Ramón haya sido digna, pues le ha tocado vivir momentos políticos muy duros junto a un tiempo desolador que seguro le ha modificado su forma de hacer y de pensar. Yo espero que su periplo luso le haga tomar distancia y ver el mundo con ojos anchos, fuera ya de la estrechez enconada que hay que soportar en esta tierra. Su salida, por otra parte, abre

Wang Shifu

Otra vez la madre puesta a secar al sol de agosto en una habitación de hospital, esta vez al lado de casa, que ya es suerte. Me voy haciendo mayor y el indicador lo llevan los padres en la mirada, en sus despistes, en sus enconos, en sus enfermedades, en sus rarezas... Me voy haciendo mayor sin madurar y con una pesada sensación de «lo que se me viene encima» que aún no sé procesar con otro aliño que no sea vinagre. Mi problema es que no me entiendo con los demás, que no comprenden que uno busque su rodar sin hacer sangre, pero rodando. Claro, cada uno ve sólo sus problemas y ordena el calendario como le place, y todo sin pensar en que los demás posiblemente tengamos otro ritmo y otros solucionarios. El caso es que entre los «ojos que no ven, corazón que no siente» y el «muertita en vida» hay términos intermedios que dejan vivir a todo el mundo sin tener que hacer aspavientos de amor u odio, y sin hacer sangre de lo que debe ser amor y elaboración de un buen recuerdo. Oye, y nada de cu

Mencio

Me llamó José Luis Morante y lo agradecí un montón, pues andaba con muchas ganas de volver a conectar con mi amigo del alma -yo le había llamado varias veces a su casa, pero andaba de vacaciones y fue imposible el contacto–. Le percibí con ganas, con muchas ganas, pero con el jodido peso de un montón de «demás» a cuestas. hablamos de la vida –de nuestras vidas–, del comienzo del curso, de la responsabilidad del enseñante y de cómo una decisión en los cursos menores puede truncar la vida de un chaval o cambiarla en un giro de 180 grados, de la cuesta familiar que son los hijos y los padres, del tiempo que nos queda, de los «amigos» que sólo resultan ser conocidos accidentales con un puñal en la mano, de buscar un día para vernos y charlar. También me recordó a Lara Cantizani, del que no sé nada desde hace un montón de tiempo a pesar de que tengo un libro de su colección listo para entrar en máquinas desde hace meses sin recibir el visto bueno –es un libro de Miguel D’Ors, un diario de c