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Mostrando entradas de enero 13, 2008

Primeras impresiones sobre Manuel Pizarro.

Acabo de leer un largo cuestionario que los lectores de ‘El Mundo’ le han hecho a Manuel Pizarro [que, por cierto, tiene el tipo cara de Rouco Varela] y se me ha quedado en la cabeza la constante utilización del término ‘competitividad’ en sus respuestas junto a un olorcillo morcillero sobre la alta opinión que el colega tiene de sí mismo y el alto valor que se otorga en una perorata en la que parece estar por encima del bien y del mal. No me ha gustado nada su forma de expresarse y menos el nivel de importancia que le da a la sociedad como cuenta general de resultados frente al hombre como individuo con problemas diarios que resolver y que sufrir. Me temo que su mirada es más la del agente de bolsa en busca de beneficios, caiga quien caiga, que la del político con una preocupación social en la que el bienestar de todos prima sobre la imagen y el éxito personal. Ya veremos qué nos depara este doble de Rouco con corbata. ••• Tristemente no estamos viviendo un periodo excepcional del hom

Unos jodidos días para borrar.

Días de hospital con mi padre tendido y totalmente vulnerable ante el bicturí [nada del otro mundo… una operación pequeña y muy común]. De la espera como acompañante de paciente han quedado tres dibujos toletes, conversaciones y tiempo compartido con mi hermana… y la cosa dura de ver a mi padre tendido y desnudo en una de las situaciones que menos soporta… Mi padre, siempre sumo hacedor, conseguidor de todo, perfecto en cada cosa que acomete, cabezota, soporte siempre de la familia, fuerte como ninguno, con el tiempo medido al minuto y con la mano siempre dispuesta para apoyar a quien lo precise… y me lo han dejado postrado y como vencido… es lo peor del mundo hospitalario, esa sensación de hombres vencidos que deja en la gente. Y ya en casa, por si no fuera poco esa visión tremenda de mi padre con gotero y cara triste, recibo un mensaje de Ricardo para ir inmediatamente a realizar un trabajo de los que odio: montar tres enormes rotulaciones en altura colgados en una cesta a bastantes

¿Se romperá la derecha?

A esta hora algo está sucediendo en la derecha española, algo que no había sucedido desde el hundimiento de la Unión de Centro Democrático. Entonces se aglutinaron todas las facciones del multicolor espectro que va desde la golosería liberal con máscara de centroderecha al más recalcitrante fascismo tradicional español, desde la pseudotolerante democracia cristiana hasta el barbarismo integrista más Rouco Varela… todos eran uno para lo que fuese, todos eran uno con tal de merendarse a esa mayoría [si se cuentan los votos de uno en uno] de la izquierda tranquila y nerviosa española. A esta hora ha sucedido de puertas afuera en el Partido Popular lo que llevaba escondiéndose desde hace veinte años a los ojos de topo del ciudadano: hay división patente y rechula. Por un lado anda la bicha del ladrillo madrileño jugando a que es la reina de los mares [amparada en el viento vertical de sus lobby’s del dinero negro, la especulación descarada y los medios de comunicación ultratodo] y por otro

Una fotografía con mi hija y Ángel González.

A la hora de la comida se acercó hasta mí mi hija Mariángeles para darme un besote y entregarme una de las fotos que tiene pegadas en la pared de su habitación. Me emocioné, pues la imagen es una obra del amigo Luis Rodríguez en la que estamos juntos y abrazados Ángel González, mi hija y yo. Recuerdo perfectamente que la fotografía la tomó Luis en La Alquitara bejarana un ratito antes de que Ángel comezara su lectura emocionada y emocionante [yo tengo mi mano pintada de tinta china, pues acababa de realizar un dibujito en un ejemplar de ‘Travelling’ con el fin de regalárselo a ese pedazo de poeta. Recuerdo de aquel día que comimos en La Venta del Bufón junto a un numeroso grupo de amigos entre los que estaban Fernando Rodríguez de la Flor, José Luis Morante, Javier Sánchez Paso, Antonio Gutiérrez Turrión, Francisco Jiménez y Luis Rodríguez. Ángel, agotado de la noche anterior –bebimos como cosacos– se disculpó para echarse una siestecita en su hotel –el Hotel Colón– y Fernando R. De la

Generar dopamina.

El hombre se torna infeliz por la angustia de Dios, esa cosa traída envuelta en miedo y sufrimientos por la que se considera que los dioses –cualquiera de los que imaginemos– tienen en su mano la posibilidad de castigo… Esto para los creyentes, claro. Para todos, incluidos los no creyentes, hay una circunstancia común que pone dolor y temores. Esa circunstancia es la muerte, que siempre viene acompañada de un sentimiento negativo que nos hace rechazarla como idea de normal pertenencia a lo vital. Tal percepción viene siempre traída junto a la consciencia de la fragilidad humana, junto a la inexorabilidad y junto a lo irreversible… Si embargo, el valor máximo de la muerte es que jamás admite dudas, pues contiene la calidad de certeza, y quizás de ahí nos llegue el mayor de los temores, de que es la única certeza que el hombre tiene desde que puede razonar, de que no admite dudas ni posibilidades, de que es el tiro hecho en el que no podemos influir de forma alguna y, por tanto, no nos

Carta a José Luis Morante.

Querido Luis: Te he llamado a la imprenta, pero hoy no he podido hablar contigo; me hubiera gustado charlar un rato de la muerte de Ángel González, de ese poeta grande que se fue suicidando poco a poco de escepticismo, noche, alcohol y soledad. Nos quedan sus poemas y los días comunes que ya forman parte de lo mejor que tenemos. Un abrazo fuerte, Luis, y mi mejor aprecio porque estamos más solos. José Luis Morante ••• Querido José Luis: ¿Estamos más solos o siempre estuvimos solos? Cuando me paro a analizar nuestra situación, nuestro camino juntos por las trochas oscuras de la poesía española, solo comprendo que nuestro camino ha sido un camino ético, igual que lo fue el de Ángel. En ese camino nos cruzamos con mil narcisos, con tipos indecentes que se llamaban a sí mismos poetas y no eran más que la escoria de nuestro tiempo, con buscadores de un asqueroso petróleo hecho de prebendas y dinero regalado. Tú y yo, amigo, dimos siempre todo lo que tuvimos y solo hemos recibido sombras, un