Han pasado ya dos semanas y sigo sin llorar, con la sonrisa de mi madre colgada de los ojos y con toda una serie de gabelas devenidas de la desaparición. Debo contar algo al respecto, porque me consta que le sucede a mucha gente que ha pasado por un proceso similar. En noviembre, después de mucho papeleo, logré enviar la solicitud de ayuda a la dependencia para mi madre. Me contestaron a los tres meses de que había sido aceptada y que en breve recibiría la visita de un trabajador social para valorar a mi madre. El tiempo pasó y la dependencia de mi madre era cada vez mayor, por lo que realicé algunas llamadas, tanto a la oficina de Diputación (que siempre me indicaban que era cosa del servicio municipal por la zona en la que habitan mis padres) y a los servicios sociales municipales, de los que solo recibí promesas y jamás pisaron la casa de mis padres. Al final, justo tres días antes del fallecimiento, se presentó un trabajador social de Diputación (un buen tipo, amable y comprensivo ...
Bitácora de Luis Felipe Comendador