Y que a primera hora de la tarde me dio por rebozarme en el primer nublado de este otoño, y fui al viaducto por el lado de los muertos... y el cielo se mostró como de promesita chica, y me tumbé para verlo mejor... y más que de algodón, era de gasa levantada... debe ser el dolor de estos días... y allí, tumbado, mirando la estructura gigantesca recordé, no sé por qué, las pastillas Juanolas y mi primer paraguas autómatico, el ruido de turbinas en el río, la mirada serena de Zenobia en la fotona grande que hay en la Fundación JRJ, un día de circo y manzanas de caramelo... y me di cuenta sin más de que todo fue para nada... una vida inerte, como una mole de hormigón para sostener algo que ni siquiera existe... Quizás mañana llueva.
Bitácora de Luis Felipe Comendador