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Mostrando entradas de 2017

60 COMO 20 (II)

Ayer vi a mi madre postrada por una caída, con su sonrisa eterna en la boca y una carita preciosa de mapache (tiene un derrame enorme alrededor de los ojos) y le dije:  – Mamá, debes pensar en usar bastón, que ya es la segunda caída en dos meses. Me miró sin perder la sonrisa mientras sujetaba un capacito de hielo contra su frente y me contestó: – Lo que tengo que hacer es tirar a la basura estos zapatos, que son los culpables de que me caiga. Luego pensé en mis años y en los suyos, pensé en cómo me sacó adelante con dos cojones cuando no había casi ni para comer en casa, cómo luchó junto a mi padre para hacernos la vida fácil a mí y a mi hermana bonita, cómo supo siempre inculcarnos dos cosas fundamentales, que hay que sonreír ante la vida y echar una mano siempre al otro y que no hay problema que no tenga una solución si la acometes con tranquilidad. La miré a los ojos –lindos, pero relindos, eh– y, sin pronunciar palabra, nos entendimos perfectamente, porque yo soy como

60 COMO 20

No estoy tan mal si me miro hacia abajo, y estoy mejor si miro al otro y pienso. Tan solo algunas taras por el uso ponen el justo aroma a este cuerpo inconsciente que me hace un tipo extraño enfrentado al espejo: Algunas canas nuevas en el pelo enredado, la rodilla latiendo como un corazón par al que llevo en el pecho, los riñones casi al jerez, la espalda en sus meandros, la tripa con su fragor constante –que es musical a veces–, las manos como cuando era niño –son mi mejor valor, lo sé y lo siento–, la vista con dioptrías que crecen por segundo, el centro a lo que caiga –que aún es centro– y el oído justito de impresor –oigo tan solo lo que quiero–. No estoy tan mal, ya digo, para aguantar un par de lustros más en este cuerpo, y hasta tres si se tercia. Todo lo que me pasa, lo he vivido; todo lo que me duele, lo he buscado; todo lo que me hace feliz es un regalo que llega por azar, que no por méritos… 60 como 20, ya os digo, y he perdido… He perdido a amigos especiales que

NO SEAS NUNCA COMO YO

Casi cinco meses de vida tranquila juntos, Mario. Yo viéndote crecer y adquirir pericias y tú mirándome, a veces perplejo y a veces encantado de verme (porque los abuelos hacemos cosas que no hacen los padres, como sacarte del carrito y achucharte cuando lloras y hay que dejarte tranquilo para que encuentres el sueño).  Casi cinco meses y ya me has llenado de endorfinas (porque el abuelo canilllas blancas es pura química orgánica), me has perfumado de ese olor tuyo a bebé, que es el único que en mi mundo supera al olor del tabaco, y te has hecho centro de todo, pues te veo y me olvido del banco que me tiene medio asesinadito, de los clientes que están esperando en la puerta y hasta de este dolor cabrón que llevo en la rodilla desde hace unas semanas. Y lo mejor, lo mejor de todo, es que, cuando llegas, te miro y sonrío, y tú me devuelves enseguida una sonrisa a medias con hoyuelo  al ladito derecho de tu boca. Entonces te cojo y te achucho, te acerco a mi mejilla y siento ese la

Mirar a los ojos del otro y hablarle con ellos de verdad.

Que venga un amigo a compartir su nada y te nuble el día mientras te ciscas en todo lo que se mueve, porque no es justo que los buenos tengan esos jodidos castigos microscópicos que te dejan out . Y yo no supe más que abrazarle, coño, porque me quedé parado y atónito, sin comprender nada de nada. Fue entonces, en el abrazo, cuando me di cuenta de que también hay que estar ahí, en el puñetero sufrimiento del cercano, en ese sufrimiento que es más soledad que biología o que pobreza o que hambre y sed. Hay que estar para el abrazo, para la conversación serena, para apoyar con lo que sea y como sea..., y sobre todo para entender juntos que todo es pasajero y, ante lo inexorable, solo hay que dotarse de actitud. Todo va a suceder con independencia de que sonrías o llores, de que estés alegre o triste. Todo seguirá su curso y se debe aprovechar cada minuto en positivo, paladearlo y sentirlo como si fuera el último. Yo sé que esto que digo no es fácil, precisamente porque vivimos en un mundo

Cuando la insatisfacción llega a un vínculo

Yo, que siempre he sido un solitario visceral en lo relativo a ciertos aspectos de mi vida, no acabo de entender bien que, cuando la insatisfacción llega a un vínculo, no seamos capaces de mirar con simplicidad y tendamos a hacerlo todo complejo. La vida no es bonita si no nos dejamos querer por ella, si nos enredamos en poner tropiezos donde no existen más que voluntades simples y capaces de la sinceridad. El amor, por ejemplo, es absolutamente cabrón si no has madura, es capaz de destruirte y destruir todo lo que tienes alrededor si no tienes el temple de respirar y ver con tranquilidad lo que tienes, lo que das y lo que se te está dando. Lo demás es accesorio, un accesorio jodidamente puñetero y capaz de romperlo todo para dejarlo en nada. Amar es darse y saber recibir, entender al otro y saber buscar siempre el término medio capaz de la satisfacción común. Pero, equivocadamente, todo se plantea como una guerra en la que alguien tiene que salir como vencedor con esos yo te quiero

Suicidas

No sé por qué, esta tarde me dio por pensar en todos los suicidas que pasaron cerca de mi vida. Haciendo memoria, me salen dieciocho desde aquel primero de los tiempos de la discoteca Alekos hasta estos casi sesenta años que cabalgo. Pensándolo bien, son muchos, muchísimos suicidas cercanos para un tiempo tan corto y en un espacio tan pequeño (los dieciocho doblaron por su voluntad entre Béjar y Salamanca). Ésos, los que me tocan y recuerdo, que habrá otros muchos que se me olviden o que no me llamaron la atención en su día. Hace años indagué con cierto encono en el trasunto de los poetas suicidas (fruto de aquella preocupación extraña nació un poemario que titulé ' Paraísos del suicida ' y que tuvo su tiempo con buena aceptación y hasta con confusiones casi panegíricas –panegíricas para mí, claro–) y recuerdo que mi conclusión entonces fue que la mayoría de los poetas suicidas tomaron una decisión valiente, cuando no de una estética casi gloriosa hacia el después. Muchos de

Escupiré sobre vuestra tumba

Ayer volvi a leer Escupiré sobre vuestra tumba , de Boris Vian, y enseguida se me vino a la cabeza la imagen del 'buen negro', ese tipo servil que profesaba admiración por sus amos blancos, y el enorme parecido con este 'buen blanco' de hoy, tan despreciable, que sigue aupando a sus amos mientras le humillan y le roban todo, absolutamente todo. El acierto de Boris Vian en esta obra, bajo mi humilde punto de vista, no es otro que el de tratar un tema digno del asco, cuando no del horror más insoportable, con un lenguaje que toca el sadismo para desconcierto del lector y que está exactamente a la altura de los sucesos reales que, aún hoy día, son de uso corriente. Me gusta mucho esa franqueza literaria de Vian, esa sinceridad lingüística y el enorme valor de utilizar un correlato par a la asquerosa realidad que se recrea. Leyéndolo, pensé enseguida en esa venganza que el pueblo tiene pendiente con los banqueros, con muchos políticos y con todos esos ladrones de vidas que

Todo fluye al ritmo exacto que marcan quienes no tienen conciencia.

No hay remedio. Algunos encuentran la dignidad en un acto final y otros, siempre dignos, viven un desencuentro por minuto. También hay quien jamás sabrá qué es eso (la dignidad). El caso es que discurren los días y todo fluye al ritmo exacto que marcan quienes no tienen conciencia. En lo general, les tocan los cojones el cambio climático, el hambre, la sed, las enfermedades venidas de la pobreza, la dolorosa diferencia en cualquiera de sus aspectos negativos..., y se creen inmortales porque sus monedas los hacen creer inmortales. Oye, que muere un rico y todo es perplejidad, llantos y loas, mientras que en el mismo instante han muerto mil pobres que a veces no merecen ni una lágrima cercana. Nacer es un azar bastante cabrón, sobre todo si naces donde no hay ni va a haber nunca, y morir termina siendo un jodido descanso. Me duelen esos padres que se empeñan en que su hijo sea médico o dentista y les soportan veinte años de carrera (porque pueden) y esos otros padres que, sabiendo que s

La soledad del corredor de fondo

Recibo sorprendido llamada de un buen amigo: - Felipe, no sé si sabes que por segundo año consecutivo se te ha propuesto para el título de ciudadano ilustre y se lo han dado a otra persona. - Muy bien –respondo–, siempre se agradece que alguien se acuerde de uno. - Ya, pero es que me parece que el asunto no resiste la comparación, amigo. Este año se lo han dado a una buena profesional, a tu amiga Teresa, que sé que la quieres mucho, y el año pasado al Centro de Alzheimer. – Mira, yo me alegro mucho por ellos, de verdad, pero el asunto me resbala totalmente, me da absolutamente igual. – Pero a mí me gustaría que la gente supiese lo que has hecho en Béjar, lo que has intentado y lo que has conseguido. –Yo creo que estás equivocado, colega. Lo que yo haya hecho con éxito o sin él, no lo he hecho por Béjar ni por los bejaranos. Faltaría más. Lo he hecho porque me apetecía, porque me lo pedía el cuerpo o porque me salía de los cojones y ya está. – Ya, si te entiendo, pero no m

16 días sin Mario

Otra semana más y me deshago mirando tus mohínes por el móvil (hasta whatsapp ya me parece humano), tus sonrisas dormido tomadas con amor por esa atrapasueños que es tu madre, tus bostecitos leves, cada después del baño o la comida, algún abrir de ojos que me hace escudriñar en tu futuro e imaginar que miran a los míos para decirme fijos que son tuyos. A ratos llega gente con regalos que son fruto precioso de amistad y de afecto. Te quieren, Mario, y aún no te conocen (hoy te llegó un chupete, que me encanta, en el que se te nombra 'humanista pequeñito'). Y yo me pongo triste porque no tengo tiempo para estar a tu lado, y luego me contento imaginando todo lo que podrás ser y hacer, tus manos primorosas aprendiendo a entregar y a recibir, tus ojos ávidos dispuestos a mirar con criterio al mundo y a sus cosas, tu posibilidad aún sin estrenar... Sueño que haremos algo juntos y te sentirás grande a mi ladito, que sentirás con ímpetu las ganas de vivir y pondrás en mi frente una di

Ocho días sin Mario

No sé cómo explicar que el decurso vital me sujeta al espacio que habito, que los proyectos urgentes me requieren al pie del cañón y que el trabajo de mierda que tramito a diario me impide hacer exactamente lo que debiera hacer. Cada día recibo fotos y vídeos de Mario: durmiendo, recién bañado, antes y después de la toma, tumbado como un rey con su pañal como único vestido..., y presiento a mi niño abrigado por sus padres, cuidado hasta el más mínimo detalle; pero me siento mal por no estar allí cada cinco minutos para contemplar su sueño, para asombrarme con cada uno de sus gestos o para colocar uno de mis dedos en su manita y sonreír mientras lo aprisiona levemente. En todo caso, pienso en que sus padres ahora necesitan espacio, que nadie los moleste, y eso me calma un poquito..., y también me calma el tener muy claro que todo lo que hago también lo hago por Mario, para que algún día sepa que ser humanista es el camino correcto, que trabajar para un futuro con dignidad es un buen pl

Mario

Mario fue un corredor de fondo que ha legado el nombre a mi nieto para perpetuar en él su memoria, y me gusta, me gusta mucho que mi bebé tenga en su nombre una razón y un contenido, que lleve el signo de una amistad indeleble y el valor hermoso del recuerdo. Mario, hoy mi nieto, es divinamente vulnerable, delicado hasta el suspiro, bellísimo en sus gestos y causa absoluta de orgullo personal. Su madre, mi hija, me ha hecho el regalo más precioso que se puede hacer a un padre, y lo ha hecho con valentía, sin miedos, siendo una mujer entera en todo el proceso y demostrándome que algo tuve que hacer bien en su educación y en su formación como persona. Jaime, el padre de mi nieto, es un padre ejemplar, preocupado, atento siempre a las necesidades de mi hija y de su hijo, y yo le estaré eternamente agradecido por su forma de ser hombre y por el amor entero que se percibe constantemente en su trato hacia mi niña y hacia mi bebé. Gracias a los tres por hacerme tan feliz. Por lo que a mí se

LAS HERIDAS DE GUERRA DE UN IMBÉCIL INTEGRAL

Hace cosa de nueve años avalé el acceso a un hospital español de un inmigrante sin papeles que venía de Gambia en condiciones terribles, tanto, que se pasó seis meses hospitalizado hasta que pudo ver la luz del día con una sonrisa. La Seguridad Social española emitió una factura a mi nombre de algo más de 14.000 € (en pesetas de la época) que me dejó como moroso institucional, y dolió entonces. Entre medias de aquel ayer y este hoy, y todo por intentar echar alguna que otra mano donde se pudiese, me caí varias veces con resultados leves, me corté manos y brazos, se me jodió un dedo del pie por aplastamiento y me quedó una lumbalgia crónica que a veces se complica con el ciático, pero es la vida y ya está. Hace unos días resbalé montando un mercadillo y tengo una nalga negra (que es pa verla) y la muñeca abierta, además de un dolor trasero bien cabrón en una costilla, y mientras me dolía de mi imbecilidad, me llegó una carta con acuse de recibo del Ministerio de Empleo y Seguri

¡Qué guay!

A Melqui, mi peruanito preferido, se le ha antojado una tablet para Navidad. Ahora le recuerdo en las primeras fotos que me hizo llegar Lorena desde los cerros, agarrado de la mano de su hermanito Bruno, sucios los dos hasta el límite de la suciedad, con hambre, sin zapatos, sin casa (la familia vivía en un entresijo de plásticos). En aquella foto aparecían los dos hermanitos con la mirada triste, como desolada. Su mamá padecía problemas serios de salud y los niños vagaban por Alto Trujillo a lo que cayese. Con el tiempo fuimos echando una mano a Melqui y a su familia. Les compramos zapatos, ropita nueva, materiales para ir al colegio. Lorena sacaba de vez en cuando a los niños a comer rico en algún centro comercial de Trujillo (para ellos eso era un regalazo), luego llegó un carrito pollero para la familia y más tarde una casita nueva (que nos costó un montón sacarla adelante). Cuando viajé a Trujillo el noviembre pasado, pude estar con Melqui y ver cómo había cambiado aquel niño t

Ser solidario

Ser solidario una vez al año es una bonita anécdota en tu currículum personal (el que solo te interesa a ti) y te sientes bien. Ser solidario una vez al mes es una sana costumbre que te viene dejando la conciencia limpia el día que te solidarizas y te sientes bien. Ser solidario una vez a la semana dice mucho de ti y te deja muy bien. Ser solidario cada día es muy interesante, pues es indicativo de que la cooperación con quien lo precisa está metida en tu trasunto ideológico, y te deja muy bien. Ser solidario todo el tiempo es para nota y te suele dejar muy mal. Lo sé, es paradójico a primera vista, pero es la pura realidad. Veréis, quien se trabaja la solidaridad a tiempo completo (sin sueldo, por supuesto, que lo contrario no vale, por lo menos para mí) se encuentra con problemas diversos que terminan afectándole con verdadera intensidad. Por una parte, la solidaridad depende siempre de un 'otro' con el que compartir o contra el que pelear, de un 'otro' al que conven

UN MACONDO EN SALAMANCA : : Antología de historias SBQ : :

:: UNO :: Mi padre, que es un campeón, atendió a un señor que dijo ser coleccionista de vitolas. 
– ¿Tienen ustedes vitolas? 
– Ahora no, pero hemos tenido unas de juguete muy bonitas, pero se vendieron en Navidad. – Vaya, nunca había oído que hubiera vitolas de juguete. – Pues una de ellas hasta funcionaba con cascantes. Divino. :: DOS :: – Hola, Felipe, que dice mi hijo que si tienes libros de Gloria Fuentes. – ¿De Gloria Fuertes? – Lo necesita para el colegio, que no hacen más que pedir y pedir.

Le saqué un par de ejemplares infantiles de Gloria Fuertes.

– Yo creo que no va a ser esto, ¿eh?

– Yo creo que sí, pues andan ahora con homenajes a esa poeta.

– Espera, que llamo al niño y te digo... Hijo, que estoy donde Felipe y me saca unos cuentinos, pero pone Gloria Fuertes... Sí... Tienen muchos dibujines... ¿Le digo que sí?... Vale, un beso.

– Que dice el niño que sí, que aunque ponga Gloria Fuertes le vale, pues son para recortar.

Se l