Amigo Alberto, a veces me levanto con prevención porque en ese estado de lucidez de la mañana, cuando los ojos apenas pueden despegarse de los párpados, presiento que algo va a cambiar en mi costumbre, en mi normal trasunto diario. Y no es que no quiera cambios, Alberto, que los quiero y grandes, pero tengo cierto temor a que las cosas no se desarrollen en el justo entramado que he edificado con el paso tedioso de los años. La tranquilidad es campo abonado para la cobardía y el temor. Y yo juego a querer tranquilidad y a romperla, pero me gusta que esa ruptura sea controlada por mí, que no me vengan los cambios dados. Lo peor de todo esto es que ya no somos niños y la rabia sólo puede llevarnos al ardor de estómago; no como antes, Alberto, cuando cerrábamos los puños y salíamos adelante con sonrisas, porque la juventud te permite cambiar sin más, ya que ella es estación de cambios. Ahora sé lo que me gustaría ser y lo que me gustaría hacer, lo sé con seguridad; pero esa seguridad tambi...
Bitácora de Luis Felipe Comendador