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Mostrando entradas de abril 18, 2010

Palabras a la Tierra [texto ecogástrico].

¿Qué quieres que te diga, Tierra?... si no soy caballo que paste tu manto verde, ni baya madura a la que acojas para hacer esa cópula del humus... si no soy el topillo que te horada ni el cóndor que se te precipita en el abismo... si ni siquiera sé ser el eco que devuelves a mis oídos breves cuando grito... ¿Qué quieres que te diga?... si ni charco siquiera puedo serte después de los monzones pequeñitos de cada primavera... pero estoy sobre ti constantemente, telúrico animal casi sin sombra que a veces se arrodilla para escuchar tu ser voluptuoso... Me enseñaron a negarte demasiado temprano, a ser de lo banal con reincidencia, a no tenerte en cuenta, equivocado, para creerme inmortal sobre tu cáscara... y fue más importante el vidrio recién soplado que el cuarzo cristalino, los metales fundidos que tu lava, el plástico sintético que la aérea piedra pómez... fue más importante la mano que el poderoso rasgo de tus fallas... ¿Qué quieres que te diga, madre Tierra?... si ya sé que yo apena

El Club Bosco.

Los domingos íbamos a jugar a baloncesto al pórtico de los salesianos y los curas no querían abrirnos el portón que daba acceso a las canastas, entonces empezábamos a gritar... ‘¡ya se ve la caridad cristiana!’... y entonces bajaba alguno de los curas jovencillos a abrirnos la cancela para unirse a la pachanguita que montábamos, todo después de echarnos una bronca soberana sobre el color de nuestros gritos. Siempre quedábamos a las diez y terminábamos el juego a eso de las dos, cuando bajaban ‘El Mona’ o ‘El Chover’ a echarnos de aquel patio cubierto en el que pasamos los mejores días de nuestra adolescencia. Ya entonces había algún curilla al que se le notaba cierta caída de ojos y algún otro que se pasaba con las manos [tanto para sobar como para dar buenos capones]... Los críos vivíamos bastante atemorizados con el general de la congregación, pero eso no quitaba para que entre nosotros les pusiéramos motes bien cabrones a nuestros torturadores de bajo tono... ahora recuerdo al ‘Masc

Gústate, mujer...

¿Por qué no desnuda?... sin los engaños en el pecho, sin las presiones de la muda y sin el vuelo del vestido para ocultar tus posturas... enséñate a los ojos como eres, sin el musgo de las cosas cubriendo tu piel, sin el truco en las colinas y en las blondas del cuerpo... sé el tapir en los juncos y deja que mis ojos sean manos para lo de verdad... que me admire de todo tu desastre y te contradiga, que me deje goloso el caucho que derramas y me mate todo lo pálido... Gústate hasta que te ciña tu desnudo y se desate... gústate de la nube que eres hasta en la borrasca... gústate en la porcelana que levanta polvaredas en tus iris... en el brío de tus gestos, en el aire que agotas al girarte... y quiérete comer a dentelladas como en un adulterio con tus formas... y luego ese olor a mandarina de tu vientre, la desazón que lleva... que entre por tu nariz y te deje agotada. *Fotos realizadas en la Plaza de José Lidón.

¿Por qué no echamos de menos las uñas cortadas?...

¿Por qué no echamos de menos las uñas cortadas, las lágrimas, la saliva gastada, el cabello que quedó en el suelo de la peluquería?... ¿por qué no echamos de menos el tamaño antiguo de nuestras manos o que en nuestra barbilla creciese un día la barba rubia y suave?... ¿por qué no echamos de menos todo lo que fue algo de nosotros y ya ha muerto?... ¿por qué no estamos tristísimos por todas esas pérdidas pequeñas y diarias que nos van deshaciendo?... La trenka azul sabía de mi tiempo sin paraguas y olía a un no sé qué muy especiado... me acompañaba siempre en los días de frío... a la facultad, al neto estar con todos mis amigos, a aquel beber sin más en las noches entradas... aquella trenka azul recogía muchachas o escondía botellas de ‘gafa’ recién sacadas de Simago... llevaba libros viejos en esos bolsillones interiores y bolígrafos negros que perdían la tinta... ella era mi sudario, mi manta, mi cojín preferido... con ella fui un pirata y toreé unos años a esa vida que embestía, con e

Que no me duela morir

Que no me duela morir es lo que quiero... y rimar perros con árboles o hacerme un harakiri en el pulgar cuando atardece... bailar como un poseso al ritmo del ‘Dough roller blues’ de Garfield Akers [bailo bien si estoy solo] y decidir si me muerdo una uña o me fumo el próximo cigarro como un suicida menor... pero que no me duela morir, porque no merece la pena que me vaya de aquí con un recuerdo amargo... y, además, me acojona el dolor insoportable... que no me duela morir, coño, y rimar las costuras de tu falda con los muslos o poner mantequilla en las galletas, y caminar toda una noche entera mientras llueve o simplemente dejarme caer en la cama como un fardo... Y que me canse de usar solo la mano derecha o que me olvide de que tengo un omóplato mientras miro tus senos de glicina a contraluz y con el filtro verde de mis ojos... y que siga deseando acariciar los meses como a tu vientre hecho de cutis fino y blondas suaves... y no sentirme indiferente como las reses en el paisaje, estan

Previo a un poema sobre mi cuerpo.

Me siento precipicio si me miro hacia abajo, un precipicio íntimo que no sigue los ritmos que le marco, y entonces me siento ‘tú’ más que ‘yo’, porque me miro como de lejos y me veo allí y no aquí, donde ocupan los ojos el juego singular de los puntos de vista... y así me quiero y me desquiero, me admiro de lo que soy y me amargo por lo que pueda ser... que este acá no es lo mismo que aquel allá del vientre redondeado, del sexo descansando entre su bosque, de muslos y rodillas que se doblan igual que las cartas que envío... me desencuentro así cada mañana, como en mitades raras, desnudo y tiritando... e imagino el atrás que los ojos no alcanzan como esos ‘porsupuestos’ de lo dado por hecho... Vivir entre estos huesos, que juegan a quebrarse sin hacerlo, a veces me resulta un contratiempo, pues me siento en mitades y no entero... otras veces me olvido del andamio y dejo que mis manos se acurruquen en el suave correr del entremuslo... y me acerco despacio hasta ese vértice que me engaña

Unas fotos de Sonia Luz y esta nostalgia...

Recibo correo de la inefable Sonia Luz, desde Lima, con unas fotos en las que aparece junto a mi Gabo peruano, su esposo [al que le debo una estatuilla de Cervantes... no me he olvidado, amigo], y con Anita y Eduardo, esos dos hermosos vencidos que me hicieron hueco en su casa de Lima a la vez que me abrían los brazos con verdadero afecto. Muchos días me viene su recuerdo a la cabeza, sobre todo al amor de las constantes noticias negras que la Iglesia Católica arroja a la prensa diaria en los últimos meses... me viene su recuerdo para pensar siempre en que hay cristianos hermosos que viven su religión con verdad y con auténtico compromiso hacia quienes sienten dolor y necesidades... aún llevo en mi cabeza las palabras de Eduardo cuando le expresé que no era creyente... su respeto hacia mi opción y su tranquila determinación por el camino de un Dios de la justicia y de la igualdad entre los hombres... Anita y Eduardo, Ricardo Falla [Gabo] y Sonia Luz quedaron en mi corazón como tipos en

Salir de viaje...

Salir de viaje me pone últimamente entre mimoso y medio roucovarela... tanto, que me corto el pelo y me arreglo la barba mientras me paso las noches próximas al viaje en un nodormir... la verdad es que desde niño ya fui un poco cagón para los viajes, me mareaba siempre y llevaba una bolsa a mano para el asunto de los vómitos, me salían granitos en el interior de los muslos y siempre volvía a casa con los calzoncillos llenos de frenazos y con algún regalo para mis padres y para mi abuela... luego aprendí a conducir [que no a aparcar] y parece que el síndrome viajero fue un poco a menos, aunque nunca soporté las grandes ciudades y aparcaba justo detrás del letrero de entrada de cada urbe... en esas condiciones puse distancia el viernes con mi querida ciudad estrecha, haciendo etapas en Madrid, Guadalajara, Zaragoza, Montblanc, Reus y Cambrils... diez horas de viaje tedioso lleno de paradas para reponer fuerzas y reponerme de la doblez de riñones que supone conducir tan de largo y ancho..