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¿Por qué no echamos de menos las uñas cortadas?...


¿Por qué no echamos de menos las uñas cortadas, las lágrimas, la saliva gastada, el cabello que quedó en el suelo de la peluquería?... ¿por qué no echamos de menos el tamaño antiguo de nuestras manos o que en nuestra barbilla creciese un día la barba rubia y suave?... ¿por qué no echamos de menos todo lo que fue algo de nosotros y ya ha muerto?... ¿por qué no estamos tristísimos por todas esas pérdidas pequeñas y diarias que nos van deshaciendo?...
La trenka azul sabía de mi tiempo sin paraguas y olía a un no sé qué muy especiado... me acompañaba siempre en los días de frío... a la facultad, al neto estar con todos mis amigos, a aquel beber sin más en las noches entradas... aquella trenka azul recogía muchachas o escondía botellas de ‘gafa’ recién sacadas de Simago... llevaba libros viejos en esos bolsillones interiores y bolígrafos negros que perdían la tinta... ella era mi sudario, mi manta, mi cojín preferido... con ella fui un pirata y toreé unos años a esa vida que embestía, con ella amé y fui amado y grité en la calle por esa libertad que aún no ha llegado... mi trenka azul oscura, con su botonadura de madera y cuero, con su capucha enorme...
¿Y mis tejanos Marithe Francois Girbaud?... los compré en los setenta como un capricho caro y me acompañaron durante más de quince años, siendo mis piernas largas y el orgullo de mis ojos... se adaptaban al tiempo y a mis cosas... y llegaron a ser mi piel entera... que hasta me cabreé muchísimo el día que decidí darles final para ser durante un par de años trapos de andar por casa... con ellos viajé mucho y me sentí en el mundo terco e inadaptado, con ellos escribí y me comí las noches como cuerpos, con ellos fui capaz y también desgraciado algunas horas, con ellos jugué al basket o me bañé en una fuente grande de una plaza lejana, con ellos parecí más delgado y me pasé las noches estudiando Botánica, con ellos fracasé y sentí cada ardor de la entrepierna... con ellos fui Felipe, así, sin más ni menos... mis tejanos MFG fueron más yo que yo bastantes veces.
Hoy llevo unos Lacoste negro parduzco que se asemejan mucho a aquellos MFG, y me los pongo tanto, que están deshilachados y van transparentando en las esquinas del cuerpo, pero persisto en ellos porque saben de mí más que cualquiera... y que yo mismo.
Me arrepiento de no haber enterrado todas mis cosas cuando muertas, de no haberles dado ese final solemne que debía... mi 600 azul, el polo negro del setenta y tres, el chándal Dunlop gris, mi fiel Werlissa, la pipa de raíz, la pluma Parker de plumín plateado, los Sebago corinto del ochenta, el tocadiscos Kolster de madera, mi colección de insectos, la bufanda Burberry’s, el póster viejo firmado por Buscató, las Converse primeras y el protector bucal con el que jugué cientos de partidos en los que casi me iba la vida...

* La fotografía es de la Travesía de Santa Ana y está tomada desde la ventana de la cocina de mi casa.

Comentarios

  1. Hay dias, en que escribes como lluvia en tierra seca, uniendo todas mis grietas.

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  2. ¡Ah! la foto muy chula, pero ¿como has conseguido un paraguas blanco?.

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