FRAGMENTO DE UN RATO SIN NADA QUE HACER El ropavejero llegó a una piel bañada por el Moche y sintió que un seísmo le quebraba el espíritu. Las yemas de sus dedos apenas discernían entre la seda virgen y la imposible naturaleza de aquel hermoso vellocino posado entre sus manos. Buscó una teología de la carne en los raros archivos de la Casa Ganoza Chopitea y se acercó en actitud penitente hasta Huanchaco para trabar la gracia de aquella piel que era a la vez veneno y alimento. Dicen que los hombres que pernoctan una noche en la ciudad de la eterna primavera, ven cómo de sus pies crecen torcidas raíces que se acoplan a la tierra… y el ropavejero, abrazado a su piel como a una hembra, hizo noche en el sitio y trocó en árbol nítido: un naranjo de olor. Hoy encontré, entre los escombros de una casa en ruina, los papeles gastados en los que el ropavejero dejó escritos sus últimos días como hombre y cada una de las sensaciones que le acuciaban mientras se convertía en vegetal. ••• Sé que está...
Bitácora de Luis Felipe Comendador