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Mostrando entradas de octubre 12, 2008

La vida es una cosa de primates…

FRAGMENTO DE UN RATO SIN NADA QUE HACER El ropavejero llegó a una piel bañada por el Moche y sintió que un seísmo le quebraba el espíritu. Las yemas de sus dedos apenas discernían entre la seda virgen y la imposible naturaleza de aquel hermoso vellocino posado entre sus manos. Buscó una teología de la carne en los raros archivos de la Casa Ganoza Chopitea y se acercó en actitud penitente hasta Huanchaco para trabar la gracia de aquella piel que era a la vez veneno y alimento. Dicen que los hombres que pernoctan una noche en la ciudad de la eterna primavera, ven cómo de sus pies crecen torcidas raíces que se acoplan a la tierra… y el ropavejero, abrazado a su piel como a una hembra, hizo noche en el sitio y trocó en árbol nítido: un naranjo de olor. Hoy encontré, entre los escombros de una casa en ruina, los papeles gastados en los que el ropavejero dejó escritos sus últimos días como hombre y cada una de las sensaciones que le acuciaban mientras se convertía en vegetal. ••• Sé que está

Es una lírica.

Ayer me preguntaba un amigo que por qué escribo como escribo ahora, que por qué me engolfo en los últimos tiempos en un chorro de palabras que a él le vienen dejando frío y que dicen poco de lo que yo soy, porque lo esconden –él me conoce desde hace muchos años en carne y escritura–. Yo solo pude contestarle: “es una lírica”, y me quedé tan fresco. La verdad es que siento cómo algunos de mis amigos y colegas me buscan en el tipo de aquellos días frescos, recién destetados todos en la literatura, en los que había un fragor por el decir que espantaba al cómo decirlo. Pero aquel tipo ya no está en mí desde hace tiempo, ni con sus énfasis ni con su vehemencia. Estos años me han traído al encierro en mí mismo como desde el convencimiento de que no puedo hacer nada para poner un poquito de arreglo al mundo; desde el no creerme equivocado, pero sí vencido; desde el convencimiento de que debo ser para mí por fracaso de mi consideración hacia los demás. Y así he pasado de ser un escritor reivin

Soy absolutamente anafórico.

Aún contienes la mirada del fauno, aunque no la presión de su sangre en el palo mayor, ni esa ciega sinrazón de acometer… se te van los ojos justo allí donde no llega la lluvia, donde el lirio se abre para recibir lo convexo [reza la matemática… “en un conjunto convexo se puede ir de cualquier punto a cualquier otro en vía recta, sin salir del mismo.”], donde los mudos excesos de la carne hacen montículo, donde el ansia juega al candor y es universo, donde las sombras monocordes hace fulgir el nácar, donde el rayo abermeja y se afila… Te mereces la cal por ello, viejo, pero también que te corone la sombra del sauce con su borbotón de hojas. Miras el negro y ves la tempestad fluyendo, revirándose en sí; las ganas de entregarse bajo un techo o sobre una cornisa… intuyes en él que hay algo que quiere prolongarse hasta la presión, que quiere hacerse plumas para ti. Los años te enseñaron a asomarte detrás del mechón y ver el gesto escondido en el gesto, a encontrar la gema entre la escoria,

Sigue, viejo F., en tu alcanfor...

Es alcanfor lo que averiguo en tus axilas y retuerces en mueca la sonrisa que derrumbaba antaño, viejo. Hoy amaneciste oxidado, con los ojos hinchados por esas seis horas de sueño cortísimas, escasas… horas que taladran y que pesan como fardos enormes. El gusano te acecha, viejo, y toda esa familia de himenópteros gustosos de cadáveres y restos putrefactos… pero tú te refugias en pensar Estrasburgo o en esos cuadros flamencos de van Eyck o de Brueghel donde la muerte triunfa sobre los cuerpos desnudos o la vida se riega con aspersores por la esfera de la más plástica locura; te engolfas en vivir arropado por los endemoniados de Líbano o los harapientos mensajeros africanos que llegan desde el sur sin nada más que nada, te deleitas en las mujeres como yemas de Santa Teresa de Ávila o en el apremio del miembro acostado en la entrepierna. Te acecha el marabú, viejo, y la corneja desde su negro irisado de invitación al banquete… y tú te pertrechas de añonuevos en Lucerna o El Cairo, te esc

Estoy realmente absorto por lo que está sucediendo...

Estoy realmente absorto por lo que está sucediendo en la actualidad política y económica. El mundo se me da la vuelta y no soy capaz de entender nada. Veamos, me pasé más de treinta años de mi vida ideológica de izquierda pensando y reclamando que ciertos aspectos económicos y de gestión de materias primas debieran ser solo potestad de los gobiernos de las naciones, entre ellos, y fundamentalmente, la banca [su nacionalización], y el personal se reía de mí cuando lo explicaba con parámetros de lógica allí donde me encontrase [incluso compañeros de militancia sonreían por lo bajo mientras me explicaban que mi visión de la jugada era poco menos que vehemente y partía de una mirada utópica al mundo, que la sociedad reclamaba moderación y que al capitalismo había que vencerlo desde dentro y poquito a poquito, que tenía sus cosas buenas y había que aprovecharlas]. Bueno, pues estos días está en la boca de todos, y con naturalidad, la intervención de los gobiernos en el sistema bancario y la

No es ‘excelente’ el que lo busca, sino el que lo merece.

La vanidad es una fiesta de canapés envenenados… pues no que me entero de que un destacado bejarano aforado está jodiendo todo lo que puede porque no le pusieron su nombre a unas instalaciones de la ciudad, y nos odia, y nos maldice, y nos denosta… Bien es cierto, en su descargo, que esta ciudad no es dada a reconocer a su gente destacada ni a darles cariño constante y calor, que más bien es lo contrario; pero no es menos cierto que el personal se forja por empeño y voluntad propios, pudiendo triunfar o fracasar, ganar o perder, ser todo o la mismita nada… y todo por su cuenta y para su cuenta. Y luego está el carácter de uno, la simpatía y el agrado o la rijosidad y la repelencia. En principio, nadie es deudor de nadie si los asuntos corren por veredas normales [ésas en las que no hay interés de por medio], y es por ello que una ciudad puede o no reconocerte, aunque siempre lo hará en detrimento de otros y poniendo pesitas falsas en la balanza de la justicia transversal. ¿De qué sirve
Mientras las palomas cagan paz sobre la puerta de mi estudio [debo tener una nidada encima de palomas diarreicas] y el cielo se cae encima de los hombres a base de aguacero, he tenido que volver a las cerillas, pues mis mecheros se han quedado secos como árboles partidos por un rayo. Me encantan estos días oscuros, porque me hago contraste con el nublado y encuentro claridad en mi interior. Y durante el café, monográfico de la doble moral de los patrones que aceptan las reglas de una sociedad avanzada con una hermosa dotación de derechos para los trabajadores, pero que se la pasan por el forro de sus santos cojones a la hora de ponerla en práctica en el diario devenir de los días, y lo hacen sojuzgando, amenazando, sugiriendo males devenidos de no cumplir sus normas ilegales de explotación. La sociedad capitalista es una mierda pinchá en un palo y ya viene necesitando un proceso de eliminación directa propiciado por la gente amedrentada que se somete entre sonrisas y lágrimas al sueño