Ir al contenido principal

No es ‘excelente’ el que lo busca, sino el que lo merece.


La vanidad es una fiesta de canapés envenenados… pues no que me entero de que un destacado bejarano aforado está jodiendo todo lo que puede porque no le pusieron su nombre a unas instalaciones de la ciudad, y nos odia, y nos maldice, y nos denosta…
Bien es cierto, en su descargo, que esta ciudad no es dada a reconocer a su gente destacada ni a darles cariño constante y calor, que más bien es lo contrario; pero no es menos cierto que el personal se forja por empeño y voluntad propios, pudiendo triunfar o fracasar, ganar o perder, ser todo o la mismita nada… y todo por su cuenta y para su cuenta. Y luego está el carácter de uno, la simpatía y el agrado o la rijosidad y la repelencia. En principio, nadie es deudor de nadie si los asuntos corren por veredas normales [ésas en las que no hay interés de por medio], y es por ello que una ciudad puede o no reconocerte, aunque siempre lo hará en detrimento de otros y poniendo pesitas falsas en la balanza de la justicia transversal.
¿De qué sirve una gesta, un récord, un premio importante, si el tipo que lo hace o lo recibe es solo ejemplo de vanidad y purito egoísmo? ¿Eso hay que reconocerlo con algún laurel? ¿No es más digno de representar el nombre de una ciudad el que la lucha a diario, el que hace su trabajo en silencio y con honradez, el que pisa la calle cada día y no mira por encima del hombro a sus vecinos, el que invierte con riesgo para dar trabajo?… ¿Quién es mejor, el que entrenó o se formó y consiguió para sí un estatu para el pedestal de las vanidades o el que se juega a diario sacar esta ciudad adelante formando a sus muchachos, dando trabajo o trabajando honradamente, dirigiendo asociaciones vecinales y pequeñitos clubes deportivos, dando la cara en el estrado público pequeño –el más ingrato de todos– para intentar hacer futuro?
Pensándolo bien, creo firmemente que un ayuntamiento debe reconocer, antes que a este tipo, a todos los obreros fiables que cada día se dejan la vida en sus trabajos, a los que se implican en los asuntos de la sociedad echando horas en asociaciones de padres, de vecinos, deportivas, de jóvenes; a los que acogen sin mirar sus monederos a los que lo necesitan, a todos los representantes públicos pequeños que echan horas y sufren por casi nada [hay algunos que no, pero de ellos no hablo], a los que forman con responsabilidad a nuestros chavales [que los hay, aunque no demasiados], a los que te sonríen mientras te saludan… y no a esa pandilla de pavos reales que se creen más que nadie por haber conseguido algo devenido principalmente de sus potencias genéticas y de su calidad depredadora y competitiva… y no de su humanismo.
Yo creo que para ser un bejarano ilustre hay que vivir aquí todos los días, trabajar aquí a pesar de que resulte harto difícil hacerlo, quedarse aquí para sacar la nave a flote… y no ser una delicada mimosa de olor para ser esnifada y contemplada.
En todo caso, no es ‘excelente’ el que lo busca, sino el que lo merece.
•••

Dejar sordo el oído con un beso y apretar el abrazo para sentir cómo tropieza el cuerpo en los volúmenes tantas veces imaginados para la humedad a solas.
Hay selvas frente a mí que han hollado otras manos, pero resultan vírgenes si tramitas el tiempo con voluntad de ahoras. Así corre la mano como si fuera la primera vez, intenta deslizarse por el hombro, hace presión, despierta lo que estaba dormido.
Me gusta imaginar mil encuentros furtivos mientras me encuentro solo, darle esa rienda suelta al fervor por lo plástico que me deja harinoso, ser el alce mayor, la criatura que venció en la reyerta después de la berrea en campo abierto.
Nada poseo, pero todo es mío, porque aprendí a mirar hace ya tiempo con ojos que consumen y consuman, porque supe una noche que poseer consiste en destruir la magia, y eso no me interesa; porque es mejor no batir a la presa [ni abatirla], pero saber con calculada precisión cada movimiento suyo clavado en los instantes, llegar a ser su pensamiento adelantándolo, gozar de su albedrío sin que sepa.
Asciendo hacia la muerte [otros descienden], y no pienso quedarme sin el puro placer de imaginarme a cada diosa expuesta. No hago mal, pues no enredo lo que es física presencia, no influyo en el hacer ni en el ponerse, no edifico los vínculos en parámetros de hombres… pero miro con hambre y reconstruyo el rito del amor en las calderas químicas de adentro.
Tomar a una mujer sin poseerla, sin blondar el volumen de su estatura quieta con los pulpos, sin sopesar la física de la presión y el peso, sin engullir sus jugos, sin que ni ella lo sepa… es un valor que guardo y que alimento, un valor sin contrarios, sin ardides, sin miedos.
•••

Y que me vino a visitar Alberto, y que tomamos un café, y que me enseñó sus pinturitas pequeñas realizadas con pinceles chinos, y que me entraron ganas de pintar a todo trapo, y que lo hice como algo natural e inextinguible, buscándole a las manchas sus volúmenes y sorprendiendo e ellos a todos mis fantasmas.
El trabajillo me tranquilizó hasta el punto de dejarme blandito, mimoso, recogido en mí mismo, piporrillo, colimbo, desnudito del todo.
Me lo he pasado de puta madre otra vez, yo solo, solo yo… y todas vosotras, musas enredadoras que me tenéis hecho unos zorros y un pimpollo a la vez.
Después de la batalla, foteé mis dibujos y les di muerte eterna.
Así sea.







Comentarios

  1. Pandilla de pavos reales?
    Creo que en realidad continúas hablando sobre la nidada de palomas diarreicas...
    (jijiji)

    Es que tiene que haber de todo, LF, lo malo del asunto es que intenten "joer".

    ResponderEliminar
  2. Increibles tus dibujos. ¡Me han encantado! Siempre me sorprendes con estas cosas.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj