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Mostrando entradas de mayo 14, 2006

Shiki

Me inquieta profundamente estar a solas delante de los dibujos de Aníbal. Los extiendo sobre la mesa de alzado de la imprenta y paseo despacio mirándolos, de la misma forma que se alza un libro a mano. Pasó una y otra vez la vista por los trazos y las manchas que un día hizo Aníbal y siento cómo su presencia invade toda la imprenta, una presencia que es como una pregunta trascendente: «¿Qué haces aquí, Felipe?, ¿para qué pierdes tu tiempo en medrar sobre lo inútil si tienes que crecer en la contemplación y en los sentimientos?»... y me siento diletante, y quiero imitar los trazos y las manchas de Aníbal, y tomo papeles y los derroto con tinta china, con acuarela y con pinturas pastel. Es inquietud y ansia, es ganas de dejarlo todo y abandonarme al trazo y a la palabra sin horarios. Lo que está sucediendo me perturba y me impide trabajar con serenidad en la revista del VII Festival de Blues de Castilla y León, pues cada vez que me pongo al tajo, decido dejarlo en pocos minutos para volv

Takako

Como violar a una muchacha virgen o como profanar un santuario ha sido el viaje de esta tarde junto a Antonio Garrido para visitar la casa de Aníbal Núñez. Habíamos quedado con Fernando R. de la Flor y Germán en El Pato rojo, se produjo el encuentro y, tras un café rápido, corrimos hasta la casa del poeta. Nos recibió Julia, su sobrina, que estaba con una amiga y tenía el mandato de la madre de Aníbal de vigilar nuestra visita y de anotar cuidadosamente cada uno de los objetos que nos lleváramos. Fue entrar en otro mundo penetrar aquella puerta, entrar en los años setenta otra vez, pero en unos años setenta de hambre creativa y delicias turcas, de querer saber y tener que hacerlo de forma semiclandestina... Libros antiguos por todos los rincones, primeras ediciones, fotos deliciosas realizadas por el padre de Aníbal –uno de lo más destacados fotógrafos salmantinos–, esculturas, imágenes de un mundo extraño y tremendamente cercano, paredes y techos negros, muebles ahogados por libros y

Sotooba

Estoy cambiando de estudio y cada día surge una sorpresa agradable, un encuentro con papeles perdidos y queridos. Entre los documentos que he movido esta mañana ha aparecido mi cuaderno de campo de Tanzania, un diario que escribí en 1999, durante mi viaje a ese país delicioso, y que en su día titulé «Días de África». Me he pasado un par de horas repasando sus páginas y recuperando la memoria de aquella felicidad, los detalles olvidados, las risas con Yuma, con John Fabino, la triste conversación con el Dr. C. K. Mvunta, la peligrosa visita a Mto Wa Mbu, las raciones monótonas de wali rosti con carne de cebú viejo, Gorfan, el presidente Abdul Barie, el encuentro con los iraqw, con los tatooga y con los hadzabe; la escuela de Barasani, el gobernador John S. M. Hussingu, los jodidos padres espiritanos del valle de Mangola, el lago Eyasi, los masaai, los baobabs al atardecer, Ngorongoro, los chagga, el reposo en los hoteli, el «castle milk stout» de Juanito, el sabor del pombe, la reunión

Wakaba-shuu

Confieso que no me gusta demasiado el fútbol, pero siento pasión por el Barça desde que era chiquitillo. Y vengo de ver la primera parte de la final de la copa de campeones y he decidido pasar, pues me pone muy nervioso que todo esté sujeto al fallo humano... al del árbitro. Sé que no es importante, que al lado de la dimensión que tiene el capitalismo fascista de Bush y sus sicarios, de las últimas declaraciones del «juijueputa» Aznar en el Reino Unido –afirmaba que «Europa debe ser católica y blanca»–, del hambre en el mundo y de todos los desmanes graves y mínimos de cada uno de los políticos de la Tierra.... el fútbol es una mierda miserable... pero yo aún sigo poniéndome nervioso con mi Barça. En fin... buscaré relax en el «Key to the highway» de la brutal Dinah Washington y empezaré la lectura sosegada del «Memorias de un revolucionario: Piotr Alexéivich Kropotkin» que me regaló Norio. (21:48 horas) Estoy ahora justo donde otros se detendrán más tarde, en un lugar que no sé concre

Seisensui

Acabo de conocer por una llamada triste de Nieves Salvador que el activista cultural y poeta concreto José Carlos Beltrán ha fallecido en Benicarló. Un sentimiento de tristeza me ha invadido por saber que esa enconada fuerza, toda hecha de ilusión y de afectos, se ha agotado. Para Nieves va mi abrazo de solidaridad y el deseo de que aquella fuerza le sirva para superar el vacío y crecer en él. Somos un no sin prisa, amiga Nieves, pero la nave sigue su errática singladura. (15:48 horas) Vivir de lo que fuiste es muy distinto que vivir por lo que fuiste. En todo caso, me gusta más pensar en vivir por lo que pueda ser, dejar el camino abierto a la sorpresa, al triunfo absurdo o al fracaso. Todo lo que queda por llegar será un don que ha de gastarse con la alegría de lo inexorable y con la estupidez del orgullo por lo conseguido. Malo o bueno, el camino ha de andarse para gastarlo, no para mirar atrás. (21:25 horas) La tarde, de morirse de buena, con paquete bomba de T. S. Norio (Braulio G

Kawabata

«Si el tubo catódico tiene vida, aún podemos salvar su televisor», son las palabras del técnico de Loewe que ha venido hasta mi casa para calibrar mi pequeño desastre y joderme la idea de pillar una tele planita de plasma a cuenta del seguro que vengo pagando religiosamente desde hace millones de años luz sin sacarle beneficio alguno. En fin, no soy un hombre de suerte material. El día, en todo caso, ha venido cargado de proyectos nuevos, de citas, de reencuentros y de posibilidades. S. G. me ha llamado para indicarme que me darán un toque desde «El Cultural» de «E. M.» para pedirme una foto que adjuntar a una reseña de mi nuevo poemario –Dios nos coja confesados–, Antoñito Orihuela me ha confirmado que nos veremos en la feria del libro de Mérida, Santi G. Valverde me ha llamado para llenarme de afecto y caricias auditivas, Manolo –el number one de Morille– me ha invitado a participar en unas joranadas internacionales sobre Literatura en Portugal, Fernandito R. de la Flor me ha avanzad

Onitsura

Oigo como embobado el «Let it rain» de Patricia Barber mientras degusto el regalo que generosamente me hizo ayer Alberto Hernández, un libro de Pippa Hurd, titulado «Erotische Kunst», que contiene –en una edición cuidadísima de Prestel– una selección de imágenes eróticas de la historia del arte. En él me reencuentro con el mejor Balthus, ése de las adolescentes sentadas en posiciones absolutamente relajadas y sugerentes; con Tamara de Lempicka y sus desnudos contrastados, precubistas y absoltamente modernistas; con el más explícito Jean Cocteau de trazo firme y seguro o con el Tom Wesselmann que más me llega. El libro es muy similar en contenidos al «Erotica Universalis» que editó hace unos años Taschen y que reposa en los anaqueles de mi biblioteca como uno de los libros más manoseados de mi estudio. Le agardezco a Alberto el detalle, con la consideración de que ha dado de lleno en el centro de mi gusto –¡gracias, amigo!–, pues no es demasiado conocido que llevo años coleccionando tod