19 de diciembre de 2008 Fuiste a ver a tu hija, viejo, y te jodió un montón mirarla a los ojos, porque en el fondo eres un cobarde para los hijos. Supiste enseguida que está feliz e ilusionada, pero la camiseta pistacho que le sirve de uniforme “Imaginarium” se te clavó en la espalda como una daga retorcida y oxidada que te dejó una herida que habrá de sangrar durante largo tiempo. ¿Por qué no la recogiste y te la trajiste a casa?, ¿no era eso lo que te pedía el cuerpo entero?... pero no, la dejaste seguir en la cabrona lección de vida, atada a un trabajo esclavo y miserable, explotada por menos de quinientos euros al mes en ese centro comercial de mierda donde el oropel esconde la oscura necesidad de todos. No tienes cojones, viejo, para reconocer en voz alta que la juventud debe vivirse y beberse sin esos golpes bajos que hoy le llegan nítidos a tu hija... no tienes cojones para gritar ¡basta ya! y traerla a tu lado sin medir el absurdo futuro y esa tonta ambición de que termine sien...
Bitácora de Luis Felipe Comendador