Atávicos, los pájaros establecen en mí su delirio genético y me inflaman de vuelo, me penetran las manos con sus picos de cráneo y me insuflan en vértigo de saber desde arriba... los adoro y los temo como a dioses chimúes o a vestales romanas que en su célibe hacer mantenían el fuego... me penetran los ojos con sus alas de látigo y son yo si se tercia algún vuelo pendiente... cuando caigo agotado, los escupo en las láminas de papel satinado con la tinta que sobra y les doy vida estática desatando mi muerte mientras gasto latidos. Los supongo venidos de un allá de desiertos o de las selvas vírgenes que en un mar son frontera, los averiguo ‘lucho’, ‘mzwngu’, ‘gringo’, ‘míster’... y los supongo abrazos, cuando no cruz o espada. En su vuelo traen régulas de países cinábricos, eloísas de aire con olor a otras lluvias, beatrices bellísimas con cabellos de fango, ginebras entre tules hechos de pastos verdes, lauras con ojos claros para alumbrar las noches, medeas sin sus pantys de salir a las...
Bitácora de Luis Felipe Comendador