Cuando se sostiene el deseo como pulsión hacia lo irracional es exactamente cuando funciona como detonante humano y es capaz de llevarnos a los terrenos abstractos en los que nos hacemos y deshacemos, consiguiendo ser camino de sufrimiento o de gozo [da igual, pues ambos caminos son perfectos para conseguir un hombre creativo]. Y con el deseo viene su gestión y su uso, ya que podemos tramitarlo desde la visión aristotélica como una parte de nuestros apetitos, siendo fruto de una elección previa y consciente… o convivir con él desde una visión platónica, sintiéndolo como una pasión que se sale de la razón, pero que le da motivos para crecer y desarrollarse… o sentirlo como aquella ‘aspiración a algo más’ expresada por Tomás de Aquino… o notarlo como la ‘agitación’ cartesiana que te dispone a querer mejorar… o derivarlo a la propuesta hegeliana de conformador de la ‘conciencia de sí mismo’ en su estado normal, el de infelicidad… o, lo que más me gusta, ese ‘ir hacia algo’ para quien dese...
Bitácora de Luis Felipe Comendador