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Mostrando entradas de febrero 22, 2009

En ruta [Almendralejo].

28 de febrero de 2009 Con Youssouph de copiloto, tomé a primera hora de ayer la ruta del suroeste para tramitar una charla de esas que promueve el Ministerio de Cultura para acercar a los autores a los centros escolares. Ahora da gusto ponerse en ruta por la N630. Nos acompañaron el mejor Leonard Cohen a todo volumen y el delicioso sonido del cantante senegalés Youssou N’Dour contrapunteado por mi You con una traducción simultánea absolutamente divina. Por el camino disfrutamos del vuelo de las cigüeñas, de algunas bandadas de gansos, de la majestuosidad de las múltiples rapaces con su vuelo sosegado haciendo tirabuzones en las térmicas, un par de garzas blancas como despistadas... y la esencia de la tierra negra que por allí se llama Tierra de Barros... Los viñedos, que flanquean la carretera en el tramo que corre desde Mérida hasta Almendralejo, sugieren una riqueza nueva abrigada al amor del vino cuidado. Llegamos a Almendralejo casi sin darnos cuenta. Aparcamos junto a la plaza de

Desde el espejo empañado.

25 de febrero de 2009 Vuelan furtivas las tórtolas mientras espero desnudo en mi cuarto de baño a que algo suceda. El espejo se empañó hace dos horas y no da señales distintas a ese repetir mis movimientos brumosos [me encanta mirarme en el espejo empañado y pensar que esa mancha deforme de enfrente es otro ser humano que quiere comunicarse conmigo]. Me muevo para ver sus movimientos. Me toco para ver cómo se toca. Recuerdo de pronto cómo mi amigo Gerardo me contaba ayer su percepción de la edad, cómo me explicaba agarrado a una botella de litro de Solán de Cabras que habían tenido que llevarle en ambulancia a urgencias por un intenso dolor de riñones que acabó quedándose en mal de edad, solo en eso. Sus ojos mostraban preocupación mientras yo le lanzaba carcajadas [yo ya sé lo que le espera, eso que él no había podido imaginarse hasta ahora]... pensando en mi amigo, me senté sobre el mueble del lavabo y empecé a escudriñar en mi cuerpo las señales: la uña rota del dedo pulgar de mi pi

Reivindicación de Francis Bacon.

24 de febrero de 2009 Parto de la verdad tangible de que no tengo ni puta idea de Arte, pero también de mi preocupación constante por mirar y por hacerme un criterio personal que camine hacia una estética. Soy mal escritor y peor pintor, soy un diletante mediocre y un tipo gris que intenta procesar lo que ve como intento de camino de conocimiento... con poco éxito, por supuesto. Pues bien, desde estas premisas, me considero deudor de Picasso y de Otto Dix, de George Grosz y de Klee, de Eduardo Arroyo y de Rothko, de Oskar Kokoschka y de Luis Gordillo... y también de Francis Bacon. Ayer leí una entrada en el blog de la coleguilla Adu en la que mi amiga comienza así: “Francis Bacon mejor se hubiera dedicado a jugar al criquet después de un generoso desayuno a base de huevos con su apellido. Mucha boca abierta sin ser el grito de Munch (flies don´t go into shut mouth, Mr. Bacon) muchos flemones, alguna persiana, y poco rasgo he visto del que se pueda deducir que dominaba la técnica. Recon

El bombero torero.

23 de febrero de 2009 Jodido día apagafuegos otra vez [hoy con algo más de éxito]. Salí a la calle carnavalera como con ganas, que ya llevaba todo el fin de semana preparando estrategias cobrantas y ensayando discursos cobrativos [llevo fatal lo de cobrar lo que me deben, pues siempre tiendo a comprender a mis deudores, quizás por aquella cosita padrenuestro que me enseñaron a palitos los padres salesianos]. El caso es que salí a comerme el mundo... A la primera, calabazas. El tipo de turno –funcionario– me dio largas contándome historias de firmas, ausencias y esos tiquitiquis funcionariales tan porompomperos... pero no me amilané y me fui a buscar superiores directos a los que contarles mis cuitas... y salió bien, coño; así que pillé el botín y me fui raudo y veloz a la Hacienda Pública para contarles que había llegado a meta con el tiempo justo [no haber llegado me habría supuesto un recargo cabrón del 20% sobre mi deuda, y eso hubiera sido medio mortal de necesidad tal y como están

Como aquellos días en El Raval.

22 de febrero de 2009 Salí a la mañana como a aquellos días en El Raval en los que me levantaba tarde y bostezaba sin camiseta en la terraza de tender, mirando cómo unos albañiles rumanos rehabilitaban un edificio que se elevaba majestuoso frente a mi amanecida. Había gatos junto a las antenas y una mata hermosísima de romero se cimbreaba sobre su receptáculo [una tinaja antigua que había pillado un día la función de maceta]. Barna era todo tejados y una bruma lejana que sugería lumpen y algunos paraísos artificiales. Me aseaba en un cuartito destartalado que contenía un viejo aguamanil y un retrete con tapa de madera, me vestía deprisa con la misma ropa del día anterior [no llevaba otra], me peinaba mirándome en un antiguo espejo desconchado [hoy querría volver a tenerlo frente a mis ojos] y me tiraba a la calle precipitándome por la escalera oscura e interminable. Al salir, siempre me encontraba con las últimas putas [o las primeras, que nunca lo supe] y los cuatro locos fijos que pe