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Mostrando entradas de mayo 13, 2007

Busco un refugio donde llueva constantemente.

A Alejandra Pizarnik le daba miedo de que se fuera el invierno [“Afuera hay sol. / No es más que un sol / pero los hombres lo miran / y después cantan. / Yo no sé del sol. / Yo sé la melodía del ángel / y el sermón caliente / del último viento. / Sé gritar hasta el alba / cuando la muerte se posa desnuda / en mi sombra. / Yo lloro debajo de mi nombre. / Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad / bailan conmigo. / Yo oculto clavos / para escarnecer a mis sueños enfermos. / Afuera hay sol. / Yo me visto de cenizas.”]. A mí me da pavor que llegue el estío con su tiempo de luz que me hace cerrar los ojos [tener los ojos claros es una enfermedad que no tiene cura], con ese calor que me transforma en un ser pegajoso y lento y me deshace como poeta hasta que vuelven las lluvias y el frío. Me desespera la idea de verano, que es para mí como una eterna idea de vacío. (18:34 horas) Si ‘busco’ con seriedad, todo se me aparece trágico y terrible. Mi mar de dudas se hace peso mu

Entomología.

Ya he aislado el problema, mi problema con la escritura, y lo he aislado después de muchos meses de buscar en vano la razón de mi sequía. Después de “Esa intensa luz que no se ve”, un poemario en el que me sentí vivo y atinado, tome hacia la palabra cierta actitud entomológica [aquí está el término clave que me ha solucionado las dudas y seguro que me llevará a poner soluciones], de tal forma que tomaba [tomo] las palabras como maravillas coleccionables para clavar con sumo cuidado en la pared de mi estudio y deleitarme mirándolas. No caí en que las palabras, así usadas, están muertas, son carcasas incapaces de contener alma. Me pudo la estética por primera vez [que yo recuerde] y he ahogado en ella toda mi capacidad creativa. Me da rabia haber caído en la trampa de la entomología poética, y me siento vulnerable, porque siempre me afirmé en la poesía viva, en el indicio y en la claridad. Todavía hay esperaza, porque un problema deja de serlo cuando lo localizas. (21:56 horas) Entiendo

Czeslaw Milosz

Leo el poema ‘Encuentros’, de Czeslaw Milosz, y me quedo embobado: “Estuvimos paseando a través de los campos / en un vagón al amanecer. / Una herida rosa roja en la oscuridad. / Y de pronto una liebre atravesó la carretera. / Uno de nosotros la señaló con la mano. / Eso fue hace tiempo. // Hoy ninguno de ellos está vivo, / Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán. / Oh, amor mío, ¿dónde están ellos, a dónde han ido? / El destello de una mano, la línea de un movimiento, / el susurro de los guijarros. / Pregunto no con tristeza, sino con asombro.”. Nunca estuve tan cerca de este poeta como ahora. Ya cuando lo leí hace cinco o seis años me impresionó vivamente [dejé nota encendida de aquella primera lectura de descubrimiento], pero no como ahora, pues yo siento que fui quien señaló con la mano a aquella liebre que fue el tiempo y es la perdida razón de lo real difuminada en el recuerdo. Así estoy y así siento, asombrado y sin tristeza, vencido y añorando constantemente otro lugar, o

La derecha minada [no miniada, ojo].

Anoche, charlando con mi hija sobre la idea marxista y sobre el monto actual de la democracia española, improvisando, me salió sin querer de la boca una idea brillante. El asunto iba de que en el sistema capitalista que tenemos como nicho, la izquierda sólo puede aspirar a meter pequeñas morcillitas que mejoren la calidad de vida [el estado del bienestar] de los ciudadanos obreros. En ese justo punto se me ocurrió como una premonición luminosa que la corrupción ideológica de la derecha procede principalmente de que poco a poco se está apropiando de ella la clase obrera [de momento vamos a llamarla la de los ‘obreros con ínfulas’], de tal forma que lo que antes se componía fundamentalmente de burgueses de clase, grandes empresarios tradicionales, cantamisanos y familias militares, ahora ha venido a poblarse de funcionarios mediocres, tenderillos, administrativos medios, obreros desclasados y curritos sin memoria. Tal circunstancia viene cambiando las bases y las formas, de tal manera qu

A veces atino a despertar entre sonrisas.

Medio me desperté con un café en el bar de arriba mientras charlaban los colegas de siempre de sus cosas y yo no era capaz de atenderles ni un segundo [mi poder de concentración matinal está cada día más mermado]. Unas crías del instituto –las de todos los días a la misma hora– jugaban a ser mayores en una supuesta [por mí] fuga de matices funcionarios. Se incorporó a la hora cafetera el grupo de trabajadores de la obra aneja [carpinteros, pintores, electricistas y un ingeniero técnico] y la charla se multiplicó como un bullicio. Yo seguí medio dormido [o medio despierto]. De pronto, sin atinar a saber de dónde llegaba la petición, oí cómo una voz femenina medio susurraba: “Por favor, me pones un bollito de crema”. Y ahí desperté del todo. El camarero, que estaba boquiabierto mirando una de las pantallonas de teúve en la que ponían una peli de terror, pilló un plato con una mano y con una pinza en la otra atrapó el bollito [todo con la mirada fija en la pantalla y la boca entreabierta]

El 'otro' me está venciendo.

Soy yo y un ‘otro’ que me gusta menos y cada día emerge más. Ese ‘otro’ es práctico y más frío, también es algo diletante, como yo, pero muy incoherente con mis verdaderos planteamientos éticos. Me gusta y no le soporto, me puede y yo me dejo, me elimina poco a poco y yo apenas hago nada para oponerme. Ese ‘otro’ ha crecido forzado por las circunstancias y ejerce de superviviente, adaptándose a cualquier situación y sin detenerse a valorar más aspectos que los que le lleven a dar pasos hacia delante. Me humilla, me veja, me deja desnudo ante la verdad y ante las máscaras. Me tiene atado por las muñecas y se está convirtiendo en mi peor obsesión. No sé si seguir viviendo con él a medias o dejarme vencer y ser él para los restos, pues le va mejor que a mí, bastante mejor, mucho mejor. (21:18 horas) Anoto recibí del libro “Cien días de mayo”, de Uberto Stabile, editado por Homo Scriptum, y de una hermosa selección de blues bajo el título “Blues del gato” [gracias, A.]. También un cuadro h

Yo también hago planes para la nada.

Cada día hago cien planes de futuro para intentar salvarme y cada noche se han frustrado todos y cada uno de ellos. Hago planes para dormir menos y escribir más, para obtener ese dinero que me falta a todas horas, para comer lo justo y no inflarme a magdalenas con leche, para conseguir que mis hijos vean su formación como yo la percibo, para llenarme de enconada voluntad, para no caer en los engaños diarios que me hacen más miserable y adormecen mi frágil conciencia… Pero todo se viene abajo con la noche, justo cuando hago balance y percibo netamente que no he conseguido mantenerme ni un minuto en los presupuestos del día. Todo se solapa y cada pequeño acontecimiento modifica sin piedad el orden prefijado para destruir el futuro que busco como una sed. Intento sacarle partido a este desastre [fracaso] y a veces lo consigo. Es como un enfoque de cámara subjetiva, un enfoque de lo que es el mundo que juega a la proporción inversa: enfoco el mundo y se me desenfoca el ‘yo’. Lo más curioso