Soy yo y un ‘otro’ que me gusta menos y cada día emerge más. Ese ‘otro’ es práctico y más frío, también es algo diletante, como yo, pero muy incoherente con mis verdaderos planteamientos éticos. Me gusta y no le soporto, me puede y yo me dejo, me elimina poco a poco y yo apenas hago nada para oponerme.
Ese ‘otro’ ha crecido forzado por las circunstancias y ejerce de superviviente, adaptándose a cualquier situación y sin detenerse a valorar más aspectos que los que le lleven a dar pasos hacia delante. Me humilla, me veja, me deja desnudo ante la verdad y ante las máscaras. Me tiene atado por las muñecas y se está convirtiendo en mi peor obsesión.
No sé si seguir viviendo con él a medias o dejarme vencer y ser él para los restos, pues le va mejor que a mí, bastante mejor, mucho mejor.
(21:18 horas) Anoto recibí del libro “Cien días de mayo”, de Uberto Stabile, editado por Homo Scriptum, y de una hermosa selección de blues bajo el título “Blues del gato” [gracias, A.]. También un cuadro hermoso venido de la generosidad de José Luis Rodríguez Antúnez, y todo a cambio de un soneto.
(21:22 horas) La otredad, qué palabreja para nombrar la falta de unidad en mí o en los demás.
En el fondo no hay otro, porque el otro también soy yo, hasta el otro exterior, ya que lo modelo a mi antojo y lo despiezo desde mis mediciones.
Hoy volví al rol de todos los días, a escribirlo [describirlo] y a intentar comenzar por el primer punto de mi lista, pero todo se acaba en preguntas que no sé responder:
1. ¿Debo comenzar una novela o debo revisar la que ya lleva escrita cuatro años y anda olvidada en uno de mis cajones?
2. ¿Dejo de fumar o sigo en la brecha del humo?
3. ¿Hablo claro de una vez con todos o me quedo en este cómodo silencio de máscara?
4. ¿Me meto en un nuevo poemario o sigo simplemente con los días escritos?
5. ¿Dejo de quemarme en el trabajo o aguanto hasta que todo estalle?
6. ¿Quiero a mis hijos como son o como me gustaría que fueran?
7. ¿Escribo lo que pienso sobre la educación o guardo un educado silencio absoluto?
8. ¿Me apunto a aprender blues o sigo con los acordes de siempre, improvisando?
•••
Hoy vino a verme el señor de las moscas. Dejó las moscas esperando fuera de mi casa –no le gusta demasiado molestar, aunque siempre molesta–. Me pidió que mediara en su caso [una afrenta entre clases de insectos] con los seres de abajo –donde las moscas no llegan porque no sobrevivirían–. Dijo que aún no era tarde para mí si le solucionaba un engaño que sólo me afectaría en positivo. Le respondí que hoy no, que quizás otro día. Me ordenó que bajase hasta el fango y lo hizo con malas maneras. Yo bajé, pues le temo. Fui su ángel caído y seré su derrota.
Tengo miedo de que vuelva mañana.
•••
Si mis hijos supieran lo que tengo que ser para que coman cada día y lo que dejo de ser para que tengan lo que quieren…
Ese ‘otro’ ha crecido forzado por las circunstancias y ejerce de superviviente, adaptándose a cualquier situación y sin detenerse a valorar más aspectos que los que le lleven a dar pasos hacia delante. Me humilla, me veja, me deja desnudo ante la verdad y ante las máscaras. Me tiene atado por las muñecas y se está convirtiendo en mi peor obsesión.
No sé si seguir viviendo con él a medias o dejarme vencer y ser él para los restos, pues le va mejor que a mí, bastante mejor, mucho mejor.
(21:18 horas) Anoto recibí del libro “Cien días de mayo”, de Uberto Stabile, editado por Homo Scriptum, y de una hermosa selección de blues bajo el título “Blues del gato” [gracias, A.]. También un cuadro hermoso venido de la generosidad de José Luis Rodríguez Antúnez, y todo a cambio de un soneto.
(21:22 horas) La otredad, qué palabreja para nombrar la falta de unidad en mí o en los demás.
En el fondo no hay otro, porque el otro también soy yo, hasta el otro exterior, ya que lo modelo a mi antojo y lo despiezo desde mis mediciones.
Hoy volví al rol de todos los días, a escribirlo [describirlo] y a intentar comenzar por el primer punto de mi lista, pero todo se acaba en preguntas que no sé responder:
1. ¿Debo comenzar una novela o debo revisar la que ya lleva escrita cuatro años y anda olvidada en uno de mis cajones?
2. ¿Dejo de fumar o sigo en la brecha del humo?
3. ¿Hablo claro de una vez con todos o me quedo en este cómodo silencio de máscara?
4. ¿Me meto en un nuevo poemario o sigo simplemente con los días escritos?
5. ¿Dejo de quemarme en el trabajo o aguanto hasta que todo estalle?
6. ¿Quiero a mis hijos como son o como me gustaría que fueran?
7. ¿Escribo lo que pienso sobre la educación o guardo un educado silencio absoluto?
8. ¿Me apunto a aprender blues o sigo con los acordes de siempre, improvisando?
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Hoy vino a verme el señor de las moscas. Dejó las moscas esperando fuera de mi casa –no le gusta demasiado molestar, aunque siempre molesta–. Me pidió que mediara en su caso [una afrenta entre clases de insectos] con los seres de abajo –donde las moscas no llegan porque no sobrevivirían–. Dijo que aún no era tarde para mí si le solucionaba un engaño que sólo me afectaría en positivo. Le respondí que hoy no, que quizás otro día. Me ordenó que bajase hasta el fango y lo hizo con malas maneras. Yo bajé, pues le temo. Fui su ángel caído y seré su derrota.
Tengo miedo de que vuelva mañana.
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Si mis hijos supieran lo que tengo que ser para que coman cada día y lo que dejo de ser para que tengan lo que quieren…
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