Leo el poema ‘Encuentros’, de Czeslaw Milosz, y me quedo embobado: “Estuvimos paseando a través de los campos / en un vagón al amanecer. / Una herida rosa roja en la oscuridad. / Y de pronto una liebre atravesó la carretera. / Uno de nosotros la señaló con la mano. / Eso fue hace tiempo. // Hoy ninguno de ellos está vivo, / Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán. / Oh, amor mío, ¿dónde están ellos, a dónde han ido? / El destello de una mano, la línea de un movimiento, / el susurro de los guijarros. / Pregunto no con tristeza, sino con asombro.”.
Nunca estuve tan cerca de este poeta como ahora. Ya cuando lo leí hace cinco o seis años me impresionó vivamente [dejé nota encendida de aquella primera lectura de descubrimiento], pero no como ahora, pues yo siento que fui quien señaló con la mano a aquella liebre que fue el tiempo y es la perdida razón de lo real difuminada en el recuerdo. Así estoy y así siento, asombrado y sin tristeza, vencido y añorando constantemente otro lugar, otra gente, otras circunstancias.
De todo ello me llega una extraña confusión que actúa como la adormidera, me detiene, me deja reposado mientras siento cómo me quedo rezagado del grupo en el que iba. Otros ya se detuvieron y nunca he vuelto a verlos.
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Tremendo poema el de Czeslaw Milosz. Es un placer que me descubras nuevos poetas.
ResponderEliminarUn abrazo colega.