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Mostrando entradas de octubre 19, 2008

Hoy conocí a Luis Montes.

Arrodillarse hacia el agua que viene y hacer el gesto de beber… y no ese lupanar de vestidos y afeites por el que desciende el hombre hacia su nada. La piel es lo que importa, hasta sacar la sangre de su viva charada, hasta encontrarle el pálpito. Acabo de rematar mi texto para el acto de entrega del Premio Libertad 2008 al doctor Luis Montes y me he quedado como vacío. Fui un mar de dudas a la hora de escoger el tema sobre el que poetizar en ese acto… ¿la libertad, el dolor, la muerte, la calma…?, y me fui convenciendo poco a poco de lo que siempre acabo convenciéndome: debo hablar de mí, desde mí y para mí. Y así lo he hecho, indagando en mi yo más onírico y dejándome llevar por los parajes de la libertad, el dolor, la muerte, la calma, el cuerpo. No sé si, al final, mi texto estará en el tono de lo que pretenden los organizadores de los Premios Libertad, si llegará a la sensibilidad del galardonado o si estará a la altura de las circunstancias, pero sí sé que he escrito un poema sin

¿Quién me mandará a mí…?

Oigo estos días demasiadas burradas por los medios de comunicación [¿quién me mandará a mí…?] sobre la decisión del juez Garzón de tomar parte y poner tono en la lucha de los familiares de asesinados en la guerra incivil española. Ayer decía la nueva finalista del teatrillero premio Planeta [Ángela Vallvey], una chiquita de mirada rencorosa y lengua bífida, que todo está superado y debiera olvidarse de una vez… Que le diga esa fulana de ultraderecha a mi madre que olvide que vio a su padre por última vez con solo tres años de vida, que le explique lo de los tres agujeros en el chaleco con los cercos quemados, que le sugiera que olvide que el cuerpo de mi abuelo quedó tirado en una cuneta y aún no sabemos exactamente dónde se encuentran sus restos, que le espete que debe tener superados esos años de hambre atroz por la falta del padre y ese aferrarse a la vida de la abuela Antonia para dar ella sola de comer a cinco bocas mientras la querían someter a purgas y al escarnio público… que

Ahora que las alas van torciéndose ...

Ahora que las alas van torciéndose con los primeros amagos reumáticos y ya no hay ilusión por el bourbon o las herederas de los fabricantes textiles que intentan mantenerse a flote de su escurrida soltería, y van con el culo tirado, como dejando un rastro de ardor no satisfecho por los bares de Ribera de Duero y música de ambiente… ahora, que es la realidad [nunca antes ni después], y las bodas se tornan funerales con chistes a media noche en la postura incómoda del tanatorio más Houellebecq que pueda visitarse con los hombros caídos, y se ha incrustado un no saber volver a empezar en los talones… ahora que el primer hijo se despierta fuera de casa y sonríe y bosteza sin que yo pueda verlo al cantar de ese despertador barato que siempre se retrasa, que la incomodidad es algo práctico porque en ella no pasa nada, y llueve sin estrépito en la fuente como regando el agua, y miras los higos secos que quedaron olvidados en las últimas fiestas como si fueran lo que habrás de ser… Ahora es ju

Una mujer tendida sobre este otoño debe ser gloria pura.

Hoy salí un ratito al otoño bejarano para oxigenarme y quitarme los malos rollos con tres o cuatro respirares hondos. Ya están los castaños alfombrando el suelo de erizos amarillos y la fronda toma los colores de esa magia xantófila que tanto me gusta y tanto me eleva. Esto durará cuatro o cinco días y debo aprovecharlo hasta que se me ahoguen los ojos… es purita lujuria. ••• Y en la alfombra del campo hacer el engrudo y buscar el contrapeso, descalzarme y tomar mis pies entre las manos para sentirlos inembargables, y lanzar el boomerang del grito para que el eco administre y yo especule. Una mujer tendida sobre este otoño debe ser gloria pura, una mujer dejada de sí sobre el manto de hojas siendo la verdad y el pleonasmo, indiferente a los ojos, alzada como un panal sobre el mullido, muro de incontinencia y suelo mismo. Una mujer sin techo sobre sus senos, pura y blanda, ofreciéndose con mechones y muslos a las tres abubillas de los plátanos con su cuello de oca, una mujer como sin hu