Las palmeras estalladas como fuegos de artificio en la noche de Mérida. Entré en Mérida por un acceso distinto al que utilizo normalmente y me perdí entre sus calles durante más de media hora intentando encontrar un aparcamiento [dejar el coche cerca del centro de la ciudad es poco menos que imposible] hasta que se me apareció Cervantes en forma de ‘parking abierto 24 horas: Libre’ [cada día flipo más con esta deriva que toma la convivencia entre los nombres de la Literatura y los usos a que los somete la sociedad de consumo]... y no empezaba mal la cosa, pues era un parking con dispensador automático de tickets que, paradójicamente, estaba atendido de forma manual por dos empleados amabilísimos [uno te sacaba el ticket y te lo entregaba en mano con una sonrisa de oreja a oreja y el otro levantaba la barrera y saludaba eufórico con la mano]. Desde el molón ‘Parking Cervantes’ fui caminando hacia la plaza mayor emeritense mientras el cuerpo se me alegraba de grados [había salido de ...
Bitácora de Luis Felipe Comendador