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Mostrando entradas de noviembre 18, 2007

El amor es una traición hacia uno mismo.

Sábado de pasión con urgencias PMM y destartale municipal MGP. Algo así como diez horas tiradas a la mierda, diez horas de mi tiempo personal para tapar los agujeros que otros crearon, y todo con carita de imbécil y con espaldas anchas. Solo un paquetito especialísimo vino a alegrarme el día: la edición de ‘Apócrifos’ de mi queridísimo Ángel García López, dedicada con el afecto de siempre. Sus palabras y el rostro del amigo en tercera me llenan de satisfacción. Gozo que diera cuando viniera. Gozo que dio cuando se huyó. Gozo que daba cuando me amaba. Gozo que hallé cuando se fue. La vida aún late en la frente de la ‘Generación del Cincuenta’, una generación brillante y esponjosa, de tipos entrañables y de poetas absolutamente sobresalientes, de amigos sobre todas las cosas. Yo he tenido la suerte hermosa de pasar tardes y noches deliciosas con Ángel García López, con el último Claudio Rodríguez, con Ángel González, con Jesús Hilario Tundidor, con Joan Margarit… y puedo decir que todos

El tiempo se solapa con el tiempo.

A veces me lamento de no tener días demasiado desdichados, y lo hago bajo el pensamiento de que la poesía brotará de ellos. Y quizás me equivoco [Albertito Hernández siempre me habla de que no hay dolor creativo]. El caso es que cuando me llega un buen día, un día alegre, termino lamentándome porque no tengo la sensación de que haya sido un día productivo. Sé que todo esto es una tontería, una pose más para sumar a la estatua falsa de mí mismo. La realidad, la justa realidad, es que las cosas mejor trazadas son las que llegan sin buscarlas, sin forzar nada, de tal forma que hasta lo más despreciable, cuando llega con naturalidad, puede convertirse en materia poética. También es bueno aprender a confiar en que las cosas llegarán de una forma… ¿misteriosa? En esa espera se disfruta mucho, sobre todo porque de esa situación acaba salvándose uno de los propios defectos mientras se amarra a lo inconsciente como a una balsa. ••• Recibí desde la generosidad del colega Antonio Reseco unos cuan

Quiero un día.

Un día sin hacer nada, ¡hum!. Levantarme de la cama justo cuando me apetezca y salir al mundo sin peinar, un baño caliente con aromas escuchando el ‘Viatge a Ítaca’ de Lluis Llach y media hora para mirarme el cuerpo ante el espejo y sentir cómo la piel va recogiendo sus meandros, una hora desayunando en albornoz sintiendo el cuerpo desnudo por dentro [leche fresquita con Nestquik y unas magdalenas de aceite de oliva]… Y luego vestirme despacio con mis calzoncillos de Lucky Luke, con mi camiseta blanca de tirantes [justito realismo italiano de los cincuenta con cierto revenimiento 2000], con mis calcetines montañeros, con los pantalones negros de pana vieja, con la camisa verde seco, con la chaqueta grandona gris marengo… y limpiar con grasa de caballo mis botas de andar antes de calzármelas. Un jodido día sin hacer nada… solo quiero uno. Un día para ver tres veces ‘2046’, de Wong Kar Wai, y buscarle el latido al comienzo de mis muslos, para sentir en silencio cómo se me blanquea el cab

Horas de otoño.

Hay horas que debieran tener como mucho un par de segundos para luego irse al campo y hacerlas largas, largas, entre las hojas secas y mojadas por la lluvia reciente. El cielo vuelve a ser de plomo esta tarde. Anoche me sentí muy feliz al ver a mi hija y a mi madre juntas. Acababan de salir del cine y habían asistido al pase de ‘Las trece rosas’ justo en esa fecha tan emblemática para mi familia [imagino que también para muchas familias]. Mi madre salía encendida y rabiosa, con una sensación durísima de haber vuelto a aquellos tiempos de asesinos fascistas que le tocó sufrir en sus carnes. Mi hija salía con los ojos enrojecidos y firmemente amarrada a su abuela, entendiendo [otra vez] que la verdad fue dura y que hay que estar unidos en el recuerdo. Las quiero a las dos a rabiar. (20:53 horas) Sé que estoy solo, absolutamente solo, y todo a pesar de que sé también que tengo padres, hijos, esposa, amigos… Ellos también están absolutamente solos aunque aún no lo hayan percibido de fo

20 N

Oye, medio que van sanando las heridas. Hoy es 20 N y hasta las 19:48 horas no me he percatado del valor de esta fecha, ni me he acordado de la promesa que hice el año 1975 en Salamanca, estando como testigos algunos compañeros que estudiaban biológicas conmigo. Prometí entonces que cada 20 N me vestiría de gala para celebrar al muerto y para hacerle un homenaje a mi abuelo Felipe. Empecé poniéndome una corbata delgadita y roja [de paramecios] con un blazier azul marino y, a los cuatro años, acabé comprándome una pajarita roja que solo he lucido en esta fecha, año tras año. Hoy me la puse justo a la hora marcada y pienso estar con ella hasta que me llegue el sueño. HACIA MI MEDIO SIGLO (II) [Relectura de Diario de un Savonarola] 18 de enero de 2003 Mientras el cáncer social de nuestro tiempo se centra en la política, con un duro y alarmante proceso extensivo de tipos sin sustancia que sólo miran por sus intereses particulares, los jóvenes –los que quieren buscar salidas, que no son muc

El frío prometido

Llegó el frío prometido y he tenido que desabrigar el armario para abrigarme yo. Han vuelto a ponerme apellido los forros polares, las bufandas, el chambergo de cuero, las camisetinas interiores, los calcetines gordos, las botas abrigadinas y mi palestina blanquinegra… otra vez a lo gris mientras el campo ya pardea y la sierra empieza a pillar su tono más blanco [hasta puede que se arregle un poquito la temporada de nieve covatillera]. Y que estoy alegre, alegre de ponerme ropa sobre ropa, de sentir sobre mi rostro el frío cortante y la deliciosa sensación del agua helada que cae como una bendición. Han sido demasiados días sin lluvia para un lechuguino huertano como yo. Y con el frío me llegan unas hermosas ganas de sentarme a escribir sobre, por ejemplo, por qué no sirven los muertos, sobre el arma que termina siendo la moral contra el hombre, sobre cuál es la mejor compañía de un solitario, sobre el estremecimiento del amor, sobre la opacidad de los días en blanco, sobre la fascinac

Hoy sufro un prurito social.

Quitando que Guille no duerme por las noches, que mi banco me envía cartas de amor encendido y que el fascista Aznar vende más libros que yo, todo va bien… las diversas generaciones van envejeciendo y hasta es posible que algunos de sus componentes desaparezcan para dejarnos asomar un poquito la cabeza a los que perseveramos desde hace el nisesabe [cuando digo ‘asomar’ estoy hablando de ‘vidilla’, esa cosa que consiste en pillar algún extra fruto del turismito cultural tirado en ponencias, lecturas y mesas redondas]. También es cierto que me he abandonado demasiado en los últimos tiempos y eso hace que no esté referenciado en las listas de tipos con voz y dietas… tampoco debo estar ya en la de poetas, y eso, la verdad, no me desagrada del todo, pues mi tono es otro y mi camino es muy otro que el de la poesía oficial de estos días [no digo que mejor, pero sí digo que otro]. La verdad es que ya voy necesitando salir un poco de esta prisión autoimpuesta para abrazar a mis amigos, para cha