Saber tu infinitud oscura en alguna sala hipóstila de hoy y ocultarme en tu longitud y en sus columnas para ser un acecho, sin permitir la entrada de Amaterasu Omikami más que por un resquicio de la piedra y así ser la justa sombra… o pasear Tikal y tumbarme en lo alto del templo del Gran Jaguar esperando el rito del puñal en las entrañas y apretando la sangre en un vaso votivo para guardar en la nevera de mano… o ser un monje calvo en Ise Jingu y en un tantra sentirte más adentro que adentro… o ser las manos del matrimonio Arnolfini mientras Van Eyck nos mira con envidia… o gritar tu nombre desde el tercer alminar de Santa Sofía como una blasfemia… o saberte golosamente explícita en el templo lascivo de Kandariya Mahadeva, esculpida y mojada en sus sólidos muros… o siendo ángulo justo y contrapeso mío en la Torre de Pisa como una virgen gótica… o mirándote mágica y hermética desde una saetera del Krak des Chevaliers… o profanarte en Silos, junto a su ósculo clásico… o robarte el pudor...
Bitácora de Luis Felipe Comendador