¿Por qué ha de ser difícil cada día, si llevo doce lustros ensayando este papel de hombre adocenado, si ya sé qué conviene o no conviene, si sé quién es el turbio o el castrado, si conozco al dedillo cada acción/reacción, cada exacto “ya es tarde”, cada barrera y foso…?, ¿por qué ha de ser difícil cada día si sé cada “tendríamos”, si recito al dedillo las leyes y los salmos que no fueron escritos, si el bancario diario no pasa aún de los treinta y yo soy un mordaz quincuagenario, si sé lo que me gusta y no me gusta y ya me da lo mismo la rima consonante que el verso libremente desquiciado?… ¿Por qué cuando amanezco, después de tantos meses respirando, me tropiezo a la mínima con el aire que sopla justo al salir de casa… y caigo, y quedo oscuro como un nublado viejo, y me siento más nada que la nada, limitado por todo, distinto –muy distinto– del sueño que soñé hace diez minutos?… ¿Por qué, si sé quien soy –que llevo conociéndome nosecuantosmil días–, dudo al pisar la call...
Bitácora de Luis Felipe Comendador