Hojas secas alfombrando este otoño hasta el gris pasajero de mañana, hojas secas con ese olor a laca de las peluquerías en los sábados, con ese fulgor siena de las hojas premuertas y un puntito Topor en la mirada y en ese hangar del bosque despojándose, con ese azar de antro entre las sombras, con ese viaje al púrpura que me trae el rouge fundido en las mejillas… hojas secas que son como unos cromos repetidos de nostalgia, con su ignición de rojo en los bordes dentados, con su falta de viento y ese ahogo de las nieblas pendientes y borrascas con su lluvia de espejo y su filtrado ambiguo del paisaje… hojas secas y ser el capitán de quince años de este barco varado tierra adentro, y ser Nemo o sencillamente el fulgor y un beso suave en las manos que esperan, abiertas, las primeras gotas de una lluvia perlada de visillos y ojos… y luego Billie Holiday disolviéndome adentro con esa mermelada vibrando en mis oídos, Billie haciendo un deseo en mi cabeza y una pipa de kif entre las manos, un sebsi capaz de ardor o calma, e incluso de veneno… hojas secas en Exeter o New Hampshire, en Untermhaus o en Dresde… como cuadros de Conrad Felixmüller o tragedias de Dix, como gestapos mudas de este infierno monóxido… hojas secas como la vieja oscura de la esquina con su fragor de muerte, como la última esquela en la pared, como el hambre sencilla… hojas secas como algas Gimferrer o versos Hugo Izarra, tristes y preciosísimas, dulcemente tiradas a la nada del suelo oceanándolo todo, restos sin más de los arces sublimes y los álamos altos, de los castaños de indias, de los tilos más altos, de los sauces llorones, de los cerezos lánguidos… hojas secas tan Faulkner, tan alzheimer, tan banjo, tan de los Apalaches y tan de lo Doyle Lawson… hojas que son tan yo, que son como este ramo de dedos de mi mano, como este andar cansino, como este fumar lánguido, como este ardor de huida que hierve patizambo, como esta piel blanquísima de mi pasar caucásico, como estas ganas quietas que empujan al desánimo, como mi gris perfume, como mis dientes falsos, como mi barba blanca, como mis ojos gálibos, como mi mente inquieta, como mi sexo estático, como el dolor chiquito de la rodilla a ratos, como el sonido hondo de mis fluidos gástricos, como mis ganas negras de destruirme a trancos, como mi miedo a todo, como mi sed de pájaros, como mi nada estética, como el Nesquik goloso que tomo como un sátiro, como el tabaco amargo que cicuta mis labios… hojas secas malditas, divinas, estuario del verano reciente, aviso de ese charco que ha de llenar mañana el hueco de mis manos.
Viendo los sucesos trágicos que atraviesan el mundo del hombre en estos días, me apetece dejar una breve reflexión sobre ello para que no me quede la vergüenza propia de haberme callado… Las religiones son profundamente dañinas en lo individual y en lo colectivo, en lo cercano y en lo lejano. Siempre basadas en el miedo, en el temor, en la búsqueda constante de un estado de tristeza marcado a fuego en todas sus pautas morales, dirigistas, sometedoras de pensamiento, acodadas con fuerza al dinero y a los grupos de poder que emponzoñan las sociedades desde hace siglos… Por ello, no es peor un cristiano que un judío o un islamista, que son todos malos de raíz, perversos y fieros estabuladores de grupos humanos… Ordenan el odio y la agresión, las más bajas pasiones y la aniquilación de quienes no comulgan con sus mandatos morales. En periodos de paz penetran sibilinamente en las conciencias y procuran que en los poderes políticos y económicos estén sus fieles ordenándolo todo a su ex...
Primer mercadillo de Candelario.....qué bien salió!
ResponderEliminarY que rico el nesquik (hace años que no lo pueblo), y que bien (que) le entra la asonancia al ritmo mantenido; no le quita gravedad a los recuerdos y sus caidas (hojas secas), pero le pone una banda sonora parecida a la que suena en la foto. Sinestesias. Y buena conversación.
ResponderEliminar