No hay remedio. Algunos encuentran la dignidad en un acto final y otros, siempre dignos, viven un desencuentro por minuto. También hay quien jamás sabrá qué es eso (la dignidad). El caso es que discurren los días y todo fluye al ritmo exacto que marcan quienes no tienen conciencia. En lo general, les tocan los cojones el cambio climático, el hambre, la sed, las enfermedades venidas de la pobreza, la dolorosa diferencia en cualquiera de sus aspectos negativos..., y se creen inmortales porque sus monedas los hacen creer inmortales. Oye, que muere un rico y todo es perplejidad, llantos y loas, mientras que en el mismo instante han muerto mil pobres que a veces no merecen ni una lágrima cercana.
Nacer es un azar bastante cabrón, sobre todo si naces donde no hay ni va a haber nunca, y morir termina siendo un jodido descanso. Me duelen esos padres que se empeñan en que su hijo sea médico o dentista y les soportan veinte años de carrera (porque pueden) y esos otros padres que, sabiendo que sus vástagos tienen capacidad y valores, no pueden ni siquiera hacer el esfuerzo de comprarles un libro. No es justo que el hombre se mida por haberes y propiedades, no es justo el derecho a herencia, no es justa la riqueza no conseguida con el empeño propio. Hay que hacer algo, pero, claro, ese 'algo' debe ser grande, luminoso, rompedor, con capacidad de catarsis común, absolutamente revolucionario. Es imposible, ya lo sé. Es imposible si no existe un punto de partida en base de igualdad, y eso solo sería capaz de conseguirlo un desastre mundial que afecte por igual a cada metro cuadrado del planeta.
Al hombre, tal como está trazado, solo puede someterle la naturaleza o la infinita maldad del propio hombre.
Así las cosas, hay otro camino, un camino largo, infinito, durísimo; un camino amarrado a lo pequeño, a lo cercano, a lo que no controla el poder por ser casi invisible y por considerarlo descartable cuando se hace visible de alguna forma –que te consideren anécdota, te permite moverte con cierta libertad–. En ese camino se pueden ir ajustando pequeñas cosas, se pueden ir creando vínculos hermosos, se pueden impeler capacidades nuevas y se pueden insuflar ganas en quien no las tenía. Podría decirse que estos pequeños caminos abren puertas mínimas a la esperanza de una posibilidad, y yo creo que hay que agarrarse con fuerza a ellos para trabajar en el 'intento continuo'. No arreglaremos casi nada y estropearemos muchas cosas, pero estaremos regando el 'indicio' de un mundo nuevo, diferente (no indiferente), posible, capaz...
Si cada uno de nosotros dedicara cinco minutos de su día a pensar y difundir la idea de cambio por lo pequeño, acabaríamos llegando a algún lugar más justo y mejor.
Algunos encuentran la dignidad en un acto final y otros, siempre dignos, viven un desencuentro por minuto. También hay quien jamás sabrá qué es eso (la dignidad). Jamás lo sabrán.
Nacer es un azar bastante cabrón, sobre todo si naces donde no hay ni va a haber nunca, y morir termina siendo un jodido descanso. Me duelen esos padres que se empeñan en que su hijo sea médico o dentista y les soportan veinte años de carrera (porque pueden) y esos otros padres que, sabiendo que sus vástagos tienen capacidad y valores, no pueden ni siquiera hacer el esfuerzo de comprarles un libro. No es justo que el hombre se mida por haberes y propiedades, no es justo el derecho a herencia, no es justa la riqueza no conseguida con el empeño propio. Hay que hacer algo, pero, claro, ese 'algo' debe ser grande, luminoso, rompedor, con capacidad de catarsis común, absolutamente revolucionario. Es imposible, ya lo sé. Es imposible si no existe un punto de partida en base de igualdad, y eso solo sería capaz de conseguirlo un desastre mundial que afecte por igual a cada metro cuadrado del planeta.
Al hombre, tal como está trazado, solo puede someterle la naturaleza o la infinita maldad del propio hombre.
Así las cosas, hay otro camino, un camino largo, infinito, durísimo; un camino amarrado a lo pequeño, a lo cercano, a lo que no controla el poder por ser casi invisible y por considerarlo descartable cuando se hace visible de alguna forma –que te consideren anécdota, te permite moverte con cierta libertad–. En ese camino se pueden ir ajustando pequeñas cosas, se pueden ir creando vínculos hermosos, se pueden impeler capacidades nuevas y se pueden insuflar ganas en quien no las tenía. Podría decirse que estos pequeños caminos abren puertas mínimas a la esperanza de una posibilidad, y yo creo que hay que agarrarse con fuerza a ellos para trabajar en el 'intento continuo'. No arreglaremos casi nada y estropearemos muchas cosas, pero estaremos regando el 'indicio' de un mundo nuevo, diferente (no indiferente), posible, capaz...
Si cada uno de nosotros dedicara cinco minutos de su día a pensar y difundir la idea de cambio por lo pequeño, acabaríamos llegando a algún lugar más justo y mejor.
Algunos encuentran la dignidad en un acto final y otros, siempre dignos, viven un desencuentro por minuto. También hay quien jamás sabrá qué es eso (la dignidad). Jamás lo sabrán.
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