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Una escalera a veces es más que un hombre.

No estoy hecho para subir escaleras; nunca participé de esa genética del riesgo y ahora me llega un jodido «a la vejez, viruelas». Hoy salí a hacer un trabajo de calle con Ricardo para el que tenía que subir a siete metros de altura con el fin de hacer una rotulación y me resultó imposible. Sentí pánico a esa altura pobre y miserable mientras él, Ricardo, hacía todo tipo de monerías en la cúspide de la puta escalera de tres tramos que se cimbreaba como su puta madre. Dejé el trabajo y me escondí en la imprenta, pero Ricardo no lo entendió [no lo entiende]. Cada uno está trazado en una genética que le marca profundamente y los usos de ella no pertenecen al mundo de la pericia, sino al de la posibilidad o la imposiblidad. A mí me resulta imposible subir a siete metros de altura en una escalera, y me gustaría hacerle entender a Ricardo que lo que para él nada en la facilidad, para mí es un jodido abismo. Supongo que si le propusiera asuntos para los que yo sí estoy genéticamente dotado y él no, entendería perfectamente mi pavor... Pero no merece la pena hacer el gesto de la explicación cuando quizás el problema radique en que no se está en el plano [genético] de recibirla. Yo me asombro ante su pericia y, por supuesto, la temo... temo verle usar la facilidad en el riesgo y sé que no nací para titiritero, o sí, pero de la palabra.
Quizás la armonía entre personas radique en saber entender las dificultades del otro y no forzar las situaciones... porque sería jodido que cada uno machacara a los demás abusando de las propias pericias. Y que conste que a este tipo le aprecio un montón, pero no sé si es que yo no sé llevarle o él no sabe recibirme.
Prometo trabajarme con interés este asunto para que vuelva el nivel a su lugar, el de descanso. Sé mis límites físicos y psíquicos y no quiero traspasarlos. Sólo eso.

(22:25 horas) He leído a trompicones, pero apasionadamente, los cuatro volúmenes de «Investigaciones lógicas», de Edmund Husserl, en los que se desarrolla toda la teoría de la reducción fenomenológica para llegar a la esencia. Y es de una complejidad simple [no entran los dos términos en contradicción porque no me da la gana] el llegar a la conclusión de la «epokhé» [guardo lo conocido –mejor lo ya sabido– entre paréntesis mentales y me quedo con la esencia]. El problema surge cuando un tipo como yo intenta poner en práctica lo que «el palabro» enuncia... No sé hacerlo, no sé poner entre paréntesis lo que ya sé para intentar llegar a la esencia... y me quedo frustrado.
Entiendo el proceso, comprendo la teoría de la reducción fenomenológica, pero no sé utilizarla ni aún llegando a un grave estado de extreñimiento de tanto darle vueltas.
¡Bah! Admito que admiro a Husserl, pero siento que necesito filósofos que hagan fáciles mis procesos interpretativos.
Me fumo un cigarro y pienso.

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