Ir al contenido principal

Savonarola in route (II) hacia/desde Gredos


Hay en estos tiempos modernos cierta aficion gárrula y adinerada de comprar las voluntades de la gente, de alquilar sometimiento, de pagar humillación por horas y de sicarizar por unas tristes y miserables monedas. Y lo digo porque presiento cerca ese hacer y ese intentar. En fin, que ya voy mayor como para no saber sujetar este tipo de arquitecturas mentales tan propias de los tipos decadentes.
Pero también en estos tiempos quedan personas sensibles que saben darle valor a lo que afecta al hombre espiritual, diferenciando las cosas y los poderes ficticios de lo realmente importante. Una de esas personas hermosas por donde se las mire es Alexandra Botto, y la traigo aquí ahora porque acabo de recibir un paquetote de libros desde su Seguin texano. Anoto títulos y autores, todos pertenecientes al grupo poético que lidera Alexandra en México y editados en la colección Diáfora:

• ‘Cicatriz sin orilla’, de Óscar Efraín Herrera.

“El ritmo que me hace y me deshace
deja cada mañana en mi cabeza
nuevas canas y dolores inéditos,
regalos que me laten con sonrisa
arrugada en el irónico espejo
del reloj tartamudo que he cargado
en el pecho como un lunar amargo.”

• ‘Miel’, de Mariana Pérez-Duarte.

“Cuando el rayo estalle
y venga el agua
yo también te daré mi fruto.”

• ‘El sueño de la sombra’, de Margarito Cuellar, que arranca con una hermosa cita de Ciorán que dice: ‘He decidido no detestar más a nadie desde que he observado que termino siempre por parecerme a mi último enemigo.’.


“Hay quienes se declaran víctimas de su tiempo. No se han dado cuenta que desde años atrás empezaron a construir lentamente los barrotes de su cárcel.”

• ‘Miradas paralelas’, de Carmen Alardín.

“Arrojo al suelo mis zapatos
y ellos observan mis pies
como dos desconocidos.

Quienes están unidos mucho tiempo
acaban por desconocerse…”

Nuevas voces de la otra esquina del mundo, voces desconocidas hasta hoy que me aportan frescura por un lado y por otro me ponen referencias en este camino bellísimo y absurdo de la poesía.
Son tiempos de poesía lejana gracias a Henri y a la gran Alexandra, tiempo de amigos que no saben olvidar que aquí hay un tipo pequeñito que aprecia estas cosas mucho más de lo que imaginan.
No me resisto a dejar un qequeño homenaje a mi Alexandra, dejando un poema suyo sobre estás páginas:

CESTO CON FLORES SECAS

Háblame de ti,
del rojizo vaivén de las heridas
y la rotación del mismo sueño
que te aqueja por las noches.
Dime,
si muertos los verdugos,
harás distinción en el tamaño de las piedras.
¿A quién le tocarán las más grandes?
Tócalos,
sus miembros están rígidos,
sus ojos llenos de sombras.
Nunca podremos jugar con ellos,
no existirán los abrazos y bienvenidas,
los brindis, las carcajadas ni las llamadas por teléfono.
Al final nadie pronunciará una oración por nosotros.

Mil gracias, Ale. Un beso.

















































De FUMADORAS

Comentarios

  1. Poesía y carretera, todo muy "beat".
    La serie es magnífica. Me encantan esos colores fallidos y esos encuadres imposibles.

    ResponderEliminar
  2. Al ver las imágenes de tu particular ítaca, me he detenido en unas en especial, como se aposentan los ojos de savoranola en la luna bejarana para escrutar en ella visos de estrías que den prueba de su continuo engordar y adelgazar.

    Me gustan las vallas de piedras superpuestas. Sé que he salido de la ciudad cuando me las encuentro a los lados de la carretera, entonces me asomo por encima de ellas y son las ramas las que me dan la bienvenida. No hay vez que no piense qué toda esa arrugada y sabia corteza vive encerrada en una acotada morada de piedras. No necesita de ventanas puesto que para eso crece tan firme y alta ,y más que nada, porque casi todo lo que le interesa se lo proporciona la tierra en la que se asienta y el cielo. Supongo que esa será la razón por la que jamás hacen atisbo de intentar escapar, por lo que me detengo entre sus escondidas raíces, sus troncos, ramas y hojas como ellos se deslizan hacia la tierra, las nubes, el sol, hacia la luna y sus arrugadas estrías.


    Un saludote itinerante.


    Pd: Dejo descubrimiento musical que bien podría,o no, musicar carretera y manta.

    http://youtube.com/watch?v=80b2PIJofpI&mode=related&search=

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj