Quiero detenerme hoy un poquito más, que tengo algo de tiempo, en mi percepción del trabajo de La Negra y de su concierto en Béjar, ya que ayer expresé que ‘me dejó un poquinín fus’. Lo primero es que el público yo creo que no era el adecuado [quizás hasta me incluya], pues la oferta artística es difícil y hasta arriesgada [con todo lo que ello conlleva de valor]. Si tomo el trío de músicos que acompañaba, solo puedo decir que me parecieron magníficos, sobresalientes; y si hablo de la voz de La Negra, a pelo, puedo calificarla como sugerente, hermosa, elegante [me emocionaban esos finales de fraseo que la artista dejaba en puro susurro de aire saliendo]. Hasta aquí, todo perfecto. Pero hay algo que me chocó [quizás por mi poca formación musical], y fue cierta rotura en el contrapunto que la voz ofrecía a la música y, sobre todo [yo nado en las palabras cada día], un repertorio en el que las letras no estaban a la altura de aquella voz y de aquel sonido instrumental. La Negra es grande, pero, desde mi punto de vista, precisa algo exterior a su valor artístico que la lleve a embrujar al público sin flecos raros. Eso fue lo que me dejó ‘fus’, y no otra cosa, la sensación de tener frente a mis ojos a alguien con un maravilloso potencial y la percepción de ‘algo desaprovechado’. Le deseo suerte a esta chica divina, porque creo que se la merece…
Muy distinta resultó la actuación de Pagagnini, que resultó divertida y en algunos momentos asombrosa. Los tipos dominan el escenario con seguridad y triunfaron entre el público bejarano con su maestría musical y su inteligente vis cómica. ¡Chapeau!
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Ayer, después de las risas en el teatro, salí con mis hijos a tomar una copilla [ellos tomaron refrescos, claro] y vi en la entresaca del diario prefestivo una granja de muchachos desatados que bien podrían merecer ser personajes de una novela pesada y mala… el gordito subido a una cuba bailando sinuoso un absurdo hip-hop sin soltar su vasote, la feúcha mayor tirándole los tejos a tres críos echando su melenita rubia para atrás y riendo a carcajadas que casi parecían gestos de pavor, el piporro de trencillas raperas yendo de esquina a esquina con la cara pasada y la voz medio a medias, las cuatro muchachinas de dieciséis con sus bellas caritas hechas auténticos picassos y el cigarro en una mano y un litro en la otra [todas como iguales, con el flequillín sobre los ojos, los pantalones rejustos y de cadera baja, las tripillas al aire de la noche [que ayer era relente], los pechos asomando por sus generosísimos escotes sugiriendo un babyputiferio de mal rollo… Y no es que me cabreen estas cosas, pero sí que me dejan absorto por un rato. Simplemente capté las tomas rápido y las tengo oreando en mi cabeza.
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Que mi pensamiento me siga como una sombra, que me gire al pasar del foco y que haga intersección con las otras sombras que se cruzan; que exista debilidad y desmayo para no sentirme dios nunca jamás; que uno huya de sí y termine siendo justamente lo que acaba de sentir; que a la pasión carnal le suceda la razón y no exista la necesidad de exasperarse…
¿Cómo puedo dar algo que es intrínsecamente mío si no es amando? ¿Por qué esa decisión vehemente de buscar en un único ser [ése y solo ése] lo que por justa fisiología podrían darte millones de ellos con la misma garantía? ¿Para qué la fidelidad, si prosperar como especie es algo que suele estar en contra de tal concepto?… leer a Valéry es una pasada que me embriaga de conceptos nuevos y pensamientos que crecen y se irisan.
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Saber lo inaccesible es el poder pequeño de la edad, algo así como guardar luto por la sombra que llena las noches o hervir garbanzos en la olla reciente esperando que sean el aliento de una comida deliciosa. Si ya supiste de este poder, puedes poner el laurel en tu cabeza, pues es lo único que habrá de quedar a los ojos olvidadizos de los otros.
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Estás otra vez malherido, viejo F. Ves cómo el mundo no se detiene en ti y persistes en ello como un pobre hombre sin conocimiento. Nadie te entiende, viejo; nadie sabe cómo tramitas la amistad, el amor y el deseo, y es por ello que no saben responder a tus ansias [que son pequeñas, lo sé], y eso te hace querer dejarlo todo a su suerte, sin intervenir con tu mano arrugada llena de heridas antiguas y nuevas. Quieres dar esperanza y recibes un enhojo que no entiendes ni entenderás nunca; quieres mostrar que tu mundo es accesible y busca libertad, pero te proponen cadenas a cambio e intenta violar tu alegría con sinrazones que tienen más de química orgánica que de sentimientos lúcidos y verdaderos. Ya no entenderás nunca al mundo, porque abriste tu mente a destiempo y de ella salieron los jinetes blancos para ser mostrados en la absurda feria de la gente. Cuando determinaste que nada era lo suficientemente importante como para quitarte la sonrisa, te equivocaste, viejo, pues nada es importante, efectivamente, pero tu sonrisa se apaga con cada hoz que vuela bajo tus pies. Ser feliz es sencillo si apuras el momento y no tienes ‘mañana’ como signo, si bebes lo que hay y no le das valor a la posibilidad de la sed futura, si dejas que el tiempo tramite lo que sea sin intentar violarlo con promesas o proyectos.
Destruye tus llaves y deja las puertas abiertas de par en par, viejo, que entre el aire y se mueva a tu redor, que entren el asesino o la mujer deseada a cometer sus ritos, y no les pidas más que lo que quieran darte mientras dejas muy claro tu calidad efímera y tu exacta incapacidad para armar el minuto que viene y dominarlo.
Eres frágil, viejo, pero la fragilidad te acabará llevando a la esencia, y en la esencia nada una fortaleza simétrica a la fragilidad con la que quizás atines a seguir una temporada con la sonrisa colgada de la boca.
Hoy castigó otra vez tu bolsillo la Hacienda Pública, viejo F., castigó tu corazón la incomprensión cercana de tu mundo, castigó tu cabeza el prosaico con sus testuz de carnero… y decidiste guardar silencio, porque el silencio acompaña a veces más que el abrazo y las pieles. Ahí no te equivocas, viejo, que el silencio contiene la belleza capaz de equilibrarte.
Creo que en el fondo, eres más sencillo de lo que aparentas, te gusta a veces teatralizar tus sentimientos, eso esta bien para el escenario tienes ya suficientes espectadores, pero me gustas más mostrándote más cercano.
ResponderEliminarUn abrazote, amigo.
ResponderEliminarAmén, viejo F. Levántate de nuevo. No seré yo quien rompa tu silencio ni siquiera con el roce de un abrazo.
ResponderEliminarAnónimo 1, los "sagitarianos" (por decir algo) somos así, podemos ser los más cercanos aun estando lejos, o estar pegaditos a ti y ser seres lejanos encerrados (o abiertos, según se mire) en nuestros sentimientos.
ResponderEliminarNos pasamos la vida haciendo inmersiones y saliendo a flote. No es teatro, creeme, sólo es percepción.
(""me s´entiende""?)
Una entrada potente Sr. Comendador.
Bueno, que ya es viernes y yo sigo sin línea en casa por culpa de una portabilidad que nunca funcionó. Grrrrrrrrr, así que mi mono y yo volveremos el miércoles, pq el martes aquí es fiesta (hay puente)...uhmmmmm... y en Béjar hay fiestas..... uhmmmmmm....
jaaaaaaajajajaa, ya puedes ir preparándote para la llegada de la marabunta.... pon un cartelito de "reservado" en tu esquinita del café! (jijijiji)
Einsss, no te enfadess!!
Besinesssssss. Donce.
Jo, Donce no me digas que vienes, juega a reconocernos, te divertirás, /esta chupao, sobre todo algunos/si me ves por la calle párame. Un beso
ResponderEliminarCachiss, si es que me explico como un libro "cerrao"... yo no pensaba ir a Béjar, Mojadopapel, con lo de la marabunta me refería a los madrileños que tanto hacen gruñir a D. LF (jijjiji).
ResponderEliminarVuelvo a tener adsl en casitaa, oleeeeeee!!!!!!!!!!!!!
dnc