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Yo, en vez de sentidos tengo direcciones.


La parada técnica de la red de redes le ha traído también silencio a este diario, aunque a mí no me ha traído descanso –ya se sabe, Navidad es un tiempo de consumistas y en las empresas hay que trabajar más–. Le he dado fin a la edición personal de cinco ejemplares de este diario –desde 2002 hasta nuestros días– y me ha dado tiempo a leer algunas cosillas que tenía pendientes.
Cabe destarcar de este tiempo de silencio que la administración autonómica y su azar sanitario están como una puta cabra, y lo digo en base a que Malick ha recibido hace un par de semanas una notificación del Sacyl por vía de urgencia en la que se le reclaman cinco millones ochocientasmil pesetas [5.800.000 pts.] por la atención hospitalaria que se le prestó para curarle de su enfermedad (hay que explicar que Malick llegó a Béjar por un programa de dispersión de inmigrantes sin papeles arbitrado por el gobierno español, y que dentro del protocolo de dicho programa se incluía la realización de un reconocimiento médico para determinar el estado de cada uno de los inmigrantes. Malick llegó con hepatitis B y con tuberculosis en un estado avanzado, por lo que el médico de urgencias determinó su ingreso en régimen de aislamiento, dado que su enfermedad era contagiosa). La carta indica que si en el plazo de quince días no se abona la cantidad requerida, se tramitará expediente administrativo. ¿No es la hostia? El coleguita llega desde Gambia porque en ese país no tiene dónde caerse muerto, el Estado español le declara “sin papeles” y lo deja al pairo [ser un “sin papeles” significa que no puedes trabajar y que no te mereces ni la tierra que pisas porque “no existes”... le curamos, porque somos un país avanzado y solidario, y viene la Junta de Castilla y León y le pasa factura “leonina” y se la envía a «su» dirección postal con «su» nombre y apellidos... ¿Pero no quedamos en que Malick no existe a todos los efectos?, ¿o es que no existe para poder trabajar, como él está deseando, y sí para tener que pagar unos servcios que él no ha demandado, sino que se los hemos dado nostros por la vena de la ayuda humanitaria y se le ha ingresado en un hospital contra su voluntad [él quería irse a Barcelona con el resto de sus compañeros de viaje]? No entiendo nada, de verdad.
Y en el entrecabreo recibo el nuevo poemario de mi Diego F. Magdaleno, «Libro del miedo», al que vuelvo a llamar “cabronazo” por escribir tan deliciosamente como lo hace, y encima me dedica su poema XIII, una pasada: «El dolor de los otros / se amontona en tu puerta. / Ordenas / el amor por colores, / y tus palabras crecen / en los huecos del tiempo, / sin preguntar / por la luz olvidada / que no deja de herirte.». Para matarle y para comérselo a besos a la vez. Gracias, tío.
Y de regalo de Navidad molón y curioso, la felicitación oficial del colega Jesús Mágala, desde la Subdelegación del Gobierno en Salamanca, con un aforismo de mi «Aráñame» que ya me ha traído diversas llamadas y algún que otro pedido de mi librito frasero. Gracias, Jesús, muchas gracias.
También dejo acuse de recibo de una carpeta curiosísisma de la Escuela de Arte de Mérida con un trabajo a medias entre mi queridísimo Antonio Gómez y el fotógrafo Ceferino López. Esta vez mi Antonio vuelve a lo versal en una historia que titula «Agua, pan y cama»... «Nuestro presente // una consecuencia / de sueños ajenos.». Y se queda tan fresco en la sentencia.
Tengo suerte, una suerte enorme de amigos sensibles que buscan y encuentran a veces, que son gloria porque pisan la calle y saben dejar un rastro sobresaliente por el que pisar con indicio. Antonio es un tipo especial y yo me siento orgulloso de tener su afecto en mi cuenta corriente, y me avergüenzo un poquito de no haber respondido aún a su petición tranquila de colaboración en el proyecto «Robos y hurtos. Archivo de confesiones», pues ya he perdido dos de sus fichas (una de ellas, que me entregó en Morille, ya realizada) y ahora recibo la tercera junta a su carpeta creativa. Me voy a poner ahora mismo a currar en ella para enviársela rápido, que estoy en falta.
(12:33 horas) Quisiera olvidarme de esta parte del año, que todo el jodido consumo pasara en un segundo y me encontrase en la misma situación que antes de ayer, en un pueblo vacío y habitable, con su paisaje semirroto en lo urbanístico, pero manteniendo aún esa cosita de soledad y espacio entre personas que tanto me gusta. En fin, será imposible, aunque el calendario se ha encargado este año de ponérselo difícil a los foráneos haciendo coincidir los festivos con el fin de semana. Y quisiera olvidarme también de los ingratos, de los clientelistas, de los negociantes, de los necios y de los borrachos de temporada... pero tendré que soportarlos. En fin...
(13:05 horas) A veces lucho con un rostro que se me ha quedado prendido en la memoria con alfileres, sin más datos que un par de gestos y cierta sensación de agrado. Me paro e intento indagar en esas líneas nítidas que no son nada ni nadie y me desespero por no poder llegar a concretar más sobre esa imagen nítida. Rebusco... y en mi cabeza encuentro millones de gestos sin nombre, sin historia clínica cerebral, gestos que me han dicho algo o me lo han querido decir, rostros que me han agradado o desagradado sin saber por qué. Y no entiendo nada, no domino el proceso, no sé los trámites ni los protocolos que utiliza mi cabeza. Y luego me aburro, me aburro mansamente.

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