Es tan fácil como ser y estar, como tomar consciencia de lo efímero y pelear la sonrisa diaria del de al lado –que es la tuya también–, como plantearse no acumular y disfrutar todo lo que sea compartir, como dejar de esperar y ponerse a hacer poquito a poquito… el mundo es pura lógica y absoluta simplicidad, y es por ello que debemos ser lógicos y simples, que debemos vibrar con lógica en cualquier planteamiento y en cualquier solucionario, y que debemos volcarnos en la sencillez de nuestros procesos… pero ‘ellos’ no quieren más que procesos complejos que lo enfanguen todo, quieren dificultad, quieren élites preparadas para su jodida dificultad y su diseñadísima falta de lógica.
Pero si el mundo es prácticamente un sistema binario, un sistema combinatorio de unos y ceros, de síes y noes, de blanco y negro, de frío y caliente, de grande y pequeño, de dulce y salado, de rugoso y liso, de hambre y saciedad, de suma y resta… ¿a qué tanto interés por lo complejo?… en lo complejo es donde vive la trampa, el robo, el acaparamiento, el proceso de poder, el interés, la usura… y el engaño capaz de hacerte sentir, por ejemplo, un sentimiento de patria para morir por ella (cuando realmente mueres por la necesidad urgente de ‘ellos’ de vender armas para multiplicar su dinero, de vender armas que destruyan para luego edificar sobre las ruinas y multiplicar su dinero)… de lo complejo salen las normas de conteo electoral que proporcionan representación y poder fuera de toda lógica… de lo complejo emana la información mediatizada para quitar y poner (me hace gracia escuchar a la mayoría de los periodistas más mediáticos explicarnos que los políticos cometen los mayores fraudes económicos… cuando ellos están cometiendo fraudes mucho mayores, cada una de sus palabras y cada uno de sus silencios son fraudes acreedores de cadena perpetua)… complejas las vías de comunicación, las leyes que las regulan, complejo el universo judicial (preparado exactamente para que salga siempre a flote el que realmente delinque y se pudra en sus mazmorras el infeliz), compleja la sanidad y su curia de empresas farmacéuticas (ellos disponen sobre la vida y la muerte a su antojo), compleja la enseñanza, complejísima la banca… ¡Ya basta, joder!
Un hombre duerme, se despierta, orina, necesita comer y beber diariamente, echa unas horas a procurarse las necesidades del día, disfruta de su ‘ser hombre’, defeca si la constipación no ataca, hace el amor si puede, vive con otros y comparte, se comunica… y pocas cosas más… cosas llenas de simplicidad y de lógica, asuntos que se procesan con sencillez, con pequeños intercambios de pericias, con apoyos chiquititos del de al lado… el hombre no necesita corbata (¿para qué cojones sirve la corbata?) ni absurdos paritarios, ni intereses compuestos… el hombre no necesita goteras macroeconómicas ni zapatos de charol con hebillas doradas, no necesita más mercado que en el que están las patatas, las lechugas y los tomates; no necesita abogados (ese jodido oficio de mentir siempre) ni asesores fiscales… el hombre solo necesita comer y beber, dormir, orinar y ciscarse cuando apriete… y sonreír junto a otros hombres cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo.
Vayamos de nuevo hacia el hombre sencillo, el lógico, el hombre sin complicaciones, el hombre humanista, el sabroso hombre humanista…
¿Es tan difícil?
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